Un tren de justicia en Extremadura

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POR UNOS RAÍLES DE DECENCIA, JUSTICIA E IGUALDAD EN EXTREMADURA.

Los consiliarios de los movimientos de Acción Católica de las diócesis extremeñas nos reunimos, con frecuencia, desde hace décadas para compartir nuestra tarea, que incluye acompañar a laicos cristianos, ciudadanos cristianos de nuestra tierra, en su compromiso de ordenar la sociedad según el espíritu del Evangelio. En nuestros encuentros presentamos la vida de los pueblos y de la gente, con el ánimo de iluminarla con la Palabra de Dios. Así nos ayudamos a caminar con nuestros hermanos en sus proyectos humanos y sociales. Al reunirnos en el comienzo de este curso nos detenemos en un hecho que nos alegra y nos interpela. La sociedad extremeña está crecientemente sensibilizada ante un grave problema: nuestra muy deficiente red ferroviaria.

Las movilizaciones que se viven desde hace años y que ahora se concretan en actos como la peregrinación de “La milana bonita” y otras expresiones de distintos ámbitos (sectoriales, culturales, empresariales, profesionales), así como las manifestaciones populares en las ciudades extremeñas más significativas, son un signo de la construcción de una ciudadanía que toma conciencia de una realidad indecente, por desigual e injusta, ya que penaliza nuestro derecho al desarrollo. A todo esto queremos nosotros, hoy, unir nuestra voz y nuestra acción.

Los movimientos populares nos hacen ver que Extremadura cuenta con el ferrocarril más obsoleto del país; sufrimos una deficiente prestación del servicio tanto para viajeros como para mercancías, con la lógica repercusión negativa en los sectores socioeconómicos de la región. Somos el único territorio de España sin servicio de larga distancia, ya que hemos perdido los que teníamos en 2010, por lo que tenemos los trenes de peor calidad y más antiguos. Contamos con un quince por ciento de vías de comienzos del siglo pasado, en los que no se avanza a más de 50 km por hora; y hay numerosos tramos cuyo mal estado impide una velocidad mínima. A todo ello se suma la insignificancia real que supone el corredor de mercancías entre Sines (Portugal) y la conexión con Europa. Con esta realidad no es extraño que descienda el número de viajeros; lo que llama la atención es que aun así sigamos viajando en nuestros desfasados trenes.

Ante esta realidad nos alegra que nuestro pueblo crecientemente se movilice, viva su ciudadanía en los niveles fundamentales de sentir y pensar la realidad, para hacerse cargo de ella buscando transformarla en bien de lo común y lo público. No se trata de la queja y el lamento, sino del trabajo comprometido por la defensa de los derechos que van anejos a la decencia, la igualdad básica y la justicia humana. Como ciudadanos y sacerdotes nos duele que el dicho evangélico de que “al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene para dárselo al que tiene más” se ha hecho realidad sin misericordia en nuestra tierra, desde la política económica y distributiva. Así lo vemos en el caso del tren. No es que no mejoremos: es que nos han despojado incluso de lo que ya teníamos. Pero si mala era la situación ferroviaria, más preocupante era el silencio del pueblo, la indiferencia y el sometimiento acrítico a una realidad indigna e injusta. Por ello nos alegra ver que se cumple, cada vez más, otro dicho evangélico: “Donde dos o tres se reúnen…” Ahora es un pueblo el que se congrega para reflexionar, sentir y actuar; su voz se oye y se abren caminos de respuestas válidas y justas. En nuestras comunidades eclesiales y en nuestros pueblos hemos de vivir este espíritu de superación y de exigencia. Porque los cristianos hemos de caminar unidos en todo aquello que trae bondad para nuestro pueblo y sus gentes; hemos de estar codo con codo con todos para mejorar la realidad y así favorecer a los que más lo necesitan. No podemos esperar que nos llueva del cielo lo que hemos de conseguir con pasos de nuestra propia acción solidaria y comprometida.
Desde la buena voluntad de la ciudadanía compartida, nos unimos a nuestro pueblo, del que hemos salido; animamos a saber crear plataformas vivas y continuas, hasta que realmente las promesas lejanas se hagan sacramento de realidad concreta para nuestra región. Pedimos a los políticos que no sean ellos los que acompañen a los movimientos; sino que, representando a nuestro pueblo, se presenten ante la administración competente para que lo que es un derecho no se entienda como una dádiva o una concesión, que no da respuesta a la desigualdad y la injusticia estructural. Serán el pueblo y los movimientos los que acompañen a nuestros políticos, para que su voz tenga la fuerza y el calor de lo que los pueblos unidos pueden lograr en paz y justicia. Por ello, pedimos que los representantes políticos sean capaces también de tener una única voz, como único es el deseo de toda la sociedad extremeña en este esfuerzo por unos trenes y unos raíles que estén llenos de decencia, igualdad y justicia.

Los sacerdotes-consiliarios -20 sacerdotes- de los movimientos de Acción Católica de Extremadura.

One Response to “Un tren de justicia en Extremadura”

  1. muy buena pagina me gusta por su buen contenido