Lo vivido en Taizé-Madrid

HOSPITALIDAD Y CONFIANZA:

Jóvenes, hospitalidad y confianza

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La imagen puede contener: una o varias personas y multitudUna nueva experiencia que me transforma y me convierte en un hombre de esperanza y utopía. Estoy pasando cinco días con más de quince mil jóvenes en Madrid, acabaremos el año y comenzaremos el año nuevo, basados en dos claves fundamentales de vida: la hospitalidad y confianza.

Detrás de estas palabras hay un movimiento que nació con espíritu ecuménico en Francia, en una aldea, en Taizé, en 1940, liderado por el hermano Roger. Un protestante que, tras la segunda guerra mundial, propone un camino de unidad, fraternidad y humanidad, convocando a cristianos de todas las iglesias y hombres de buena voluntad.

Sus instrumentos son muy sencillos, las vías del silencio, la interioridad, la contemplación, la alteridad y la búsqueda del sentido de la vida en lo profundo del corazón del hombre, donde puede encontrarse con el absoluto, que le ayuda a contemplar al otro como un hermano, a vivir en la alabanza de lo pobre y lo pequeño.

De ahí surge una comunidad ecuménica que es germen de fraternidad evangélica universal. Conocido en todo el mundo, es seguido por millones de jóvenes peregrinos en búsqueda, que encuentran en Taizé un lugar de paz y de unidad interior y humana.

Ahora llevan cuarenta años haciendo lo que llaman la peregrinación de la confianza, este año la celebramos en Madrid y yo he tenido la suerte de participar con un grupo de jóvenes de Extremadura que estamos gozando y llenos de este espíritu de comunión y de esperanza.

Han venido de todas partes del mundo, nos movemos como riadas de humanidad en medio de la urbe, apenas se nota que vamos caminando, pero es impresionante cuando al atardecer, con la luz de un sol entregado, llegamos a IFEMA y allí nos encontramos todos en el pabellón cuatro convertido en templo de lo humano y lo divino. Con un orden, un silencio, un espíritu que lo invade todo de fraternidad, paz y unidad.

Ahí sentimos que es posible otro mundo, otro estilo vida, una humanidad reconciliada y unida. Pasamos el día entre el silencio, la oración, el canto, la reflexión, en un compartir de todo lo que somos y tenemos, ahí gritamos: laudato si.

Son cinco las propuestas que desde la comunidad de Taizé se hacen a los jóvenes del mundo, desde la comunidad universal cristiana:

-Descubramos en Dios la fuente de la hospitalidad: la creación es un signo de donación y acogida positiva de Dios ante todo lo creado, el propio Cristo se ha hecho carne para acogernos en toda nuestra debilidad.

-Estemos atentos a la presencia de Cristo en nuestras vidas: Dios se revela y se hace cercano en lo humano, el otro es lugar de la revelación y la presencia de Dios, tiene un valor absoluto.

-Acoger nuestros dones y limitaciones: somos criaturas llenas de la belleza y la bondad de Dios. Sentimos y acogemos nuestros límites en la ternura y el cuidado de un Dios padre, que se manifiesta en la fraternidad de lo humano. Nos vemos llenos de riquezas y posibilidades para los otros, Dios nos ha hecho buen pan para alimentar los corazones de los más pequeños del mundo.

-Encontremos en la Iglesia un lugar de amistad: la Iglesia está llamada a semilla de humanidad, de derecho y justicia, portadora de salvación, para el hombre consigo mismo, para el encuentro con los demás, y el cuidado de la casa común. Llamados a ser sacramento, señales del amor de Dios en el mundo.

-Realicemos una hospitalidad generosa: nuestro mundo globalizado enferma de individualismo y cerrazón, abramos la puertas de nuestra vida para sanarnos, deja que Cristo y la humanidad, en él, entren dentro de ti y verás la luz de la vida y sanarás por dentro, nadie podrá robarte tu alegría y tu salvación.

Son claves para un mundo que busca salvación, sanación, alegría, esperanza. La juventud es un tesoro y cree y crea lo que el mundo necesita. Yo me siento llamado a conversión por el corazón de todos estos jóvenes soy un afortunado. Creo en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso, creo en la paz y en la humanidad. Me siento llamado a seguir caminando y quiero seguir gastando mis últimos cuartos existenciales y ministeriales en estos asuntos de lo divino y de lo humano. Deseo más hospitalidad y confianza en mí para los demás.