Teniéndose por justos, seguros de sí mismos… (Domingo XXX)

De la neurosis a la compasión

 A la iglesia te toca vivir en el hoy, asumiendo el dolor y la culpa de un mundo que sufre y del que ella también forma parte. Nos sentimos interpelados hoy por el evangelio para preguntarnos con paz sin estamos reconciliados con nosotros mismos y con nuestras debilidades, así como si sabemos vivir en compasión corresponsable ante la realidad doliente y culpable de nuestro mundo.

De la neurosis a la compasión: “teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos”

La cultura del éxito

Multimillonarios

Vivimos inmersos en una cultura del bienestar. Nuestro horizonte vital está marcado por unas expectativas de reconocimiento que son medidas por riquezas externas y emociones de autosatisfacción y éxito. El mercado, el modus vivendi, el mundo de las relaciones y sus niveles sociales, la academia y los saberes, el trabajo y su poder, acaban dando la seguridad vital. Él éxito es la recompensa que nos evalúa el mérito real de nuestro ser y hacer. Pero la carrera se hace inagotable y la comparación se impone como necesaria, no basta que yo esté bien, sino que esté mejor en relación y proporción a los otros. Las varas de medir van creciendo y corriendo a una velocidad que nos hacen vivir en una tensión de complejo neurótico, en una rapidación asfixiante, donde perdemos el sentido verdadero de la vida, la calidad de lo humano, una sana ecología integral.

Las sombras y las condenas

diferencias

El juicio y su vara de medir nos acompañan en todo tiempo y en todo lugar. La tensión del mérito propio se hace interna y va quebrando nuestro horizonte del bien ser. Por ganar el éxito del bien estar, entregamos la profundidad del bien ser. Nos adentramos en caminos trepidantes que nos conducen a la indiferencia y la autocomplacencia del mérito. Nuestro esfuerzo, menos querido que obligado, nos hace jueces de la realidad, juzgamos sin la profundidad del amor. Al vivir presionados y necesitados de reconocimiento, nuestra propia neurosis de insatisfacción personal, nos hace vivir en la negatividad, en el pensamiento condenatorio de lo que nos rodea, de todos aquellos que no son, ni piensan, ni luchan como nosotros. Nuestras propias sombras, insatisfacciones, desequilibrios, nos hacen ocupados e indiferentes ante los demás, a la vez que nos llevan a juicios negativos y condenatorios de la realidad. Este camino rompe la vía de la empatía y, así mismo, el de la compasión.  Para defendernos y justificarnos, condenamos.

La cultura de lo gratuito y lo fecundo

Agradecimiento

La parábola del fariseo y del publicano que Jesús nos ofrece nos dan claves de discernimiento en orden a caminar por la verdadera senda de la religiosidad y de la que llega al bien ser de lo humano. Nos muestra la categoría transversal de nuestro Dios:  la gratuidad compasiva y la compasión gratuita. Aquí el mérito no viene por la perfección del esfuerzo (fariseo), sino por la recepción del amor gratuito y compasivo que nos reconcilia con nosotros mismos (publicano), nos adentra en un amor agraciado y agradecido, y nos devuelve la paz para poder encontrarnos libres con los demás. Sólo el amor y el perdón, recibido en la gratuidad, nos puede sacar de la indiferencia del rico Epulón que está ciego para ver al pobre Lázaro que está a sus pies; del rodeo del escriba ante pobre herido al borde del camino; y de la incapacidad de ver el rostro de Dios en los pobres que no tienen que comer, beber, vestir…

Jesús ofrece un camino de seguridad que se fundamenta en el amor del Padre, en su compasión gratuita, que nos eleva a la capacidad de poder amar y de ser compasivos. Frente a unas dinámicas y unas culturas, que nos llevan a la vivencia de un cristianismo ambiguo ocupado por el mérito y el éxito, el evangelio nos ofrece un camino de bien ser, de interioridad, humildad, de aceptación serena de nosotros mismos, nuestra realidad, para poder entrar en una verdadera empatía y compasión que nos lleve a sentir el verdadero valor de la vida en el amor. A la iglesia te toca vivir en el hoy, asumiendo el dolor y la culpa de un mundo que sufre y del que ella también forma parte. Nos sentimos interpelados hoy por el evangelio para preguntarnos con paz sin estamos reconciliados con nosotros mismos y con nuestras debilidades, así como si sabemos vivir en compasión corresponsable ante la realidad doliente y culpable de nuestro mundo.

ORACIÓN

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Iluminados por la palabra nos presentamos al Padre con un corazón contrito y humillado deseando su perdón y su paz:

Pedimos: Danos tu perdón y tu compasión

Te pedimos padre que nuestra Iglesia, fiel a Cristo, sepa estar en el mundo desde el perdón y la compasión. Que los cristianos nos sintamos corresponsables de dolor y el sufrimiento de nuestra humanidad y apostemos por la reconciliación y la paz.

Danos tu perdón y tu compasión

En un mundo dividido por las ideologías, la economía, los poderes, te rogamos Señor para que tu espíritu inspire y genere caminos de humanidad y justicia entre todos los pueblos de la tierra. Que frente a la división y los conflictos se establezca la paz y la reconciliación.

Danos tu perdón y tu compasión

Muchas personas nacen y viven en la historia desde el lugar de los condenados y los rechazados, te pedimos por todos los que sufren el rechazo y el desprecio, por los violentados y sufrientes del mundo de hoy. Danos hambre y sed de justicia.

Danos tu perdón y tu compasión

Ayúdanos a reconciliarnos con nosotros mismos, aceptarnos en nuestra propia verdad y debilidad. Líbranos de todo juicio negativo y destructivo frente a nuestros hermanos. Enséñanos a tener empatía y vivir tu compasión gratuita con todos.

Danos tu perdón y tu compasión