Comulgar con lo humano dolido, oficio divino

Jueves Santo: ¿ y qué es comulgar?

Recibo en este mañana un watsap tan sencillo como profundo, cuando estoy reflexionando sobre el sentido de la liturgia en el Jueves Santo:

“Yo quería compartir algo con vosotros. Cómo no nos vemos, lo digo por aquí. Hemos acogido en casa a una familia ucraniana. Son una madre con dos niños, y llevan con nosotros desde el día 2. Son encantadores y se han adaptado muy bien; bueno, y nosotros a ellos también! Es todo muy intenso, pero estamos muy contentos! ”

Y contemplo el hecho de vida a la luz de la última cena:

“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”. La fraternidad está sembrada, su sangre y su cuerpo sellan la alianza de lo eterno para que nadie lo pueda romper y ningún ser humano quede excluido. Ha sido por todos, los que beben y comen en su mesa, son de los suyos, han descubierto el horizonte de la fraternidad universal y entienden que sólo ahí está el camino, la verdad y la vida. Todo lo que construye y hace verdadera comunidad es de Dios, donde hay amor ahí está Dios.

La sacramentalidad de la eucaristía queda verificada en el poder de la fraternidad como camino de salvación en la historia. Se ha abierto la brecha del servicio incondicional a la humanidad cansada y herida, donde Dios se revela como ternura y cuidado.

Hoy como nunca necesitamos una sociedad del cuidado, comunidades de la ternura verdadera, y la fuente radical de ese amor para nosotros no es otros sino Jesucristo, en su palabra, en su sacramento, en nuestra historia que es su historia, en nuestros débiles que son con los que él se identifica radicalmente.

Hoy es el día del amor fraterno, no hay que decir nada más. Todo lo que no sea amor fraterno está demás.

José Moreno Losada.