Una charla

Hace unos días vino al hospital a dar una charla Teresa Perales. Es una mujer que tiene algo menos de 40 años, la más laureada nadadora paralímpica de nuestra historia. Nos explicó quién era y cómo a los 19 años una enfermedad neurológica la confinó en una silla de ruedas. Durante meses, cambiaba de acera para no encarar a los conocidos que se iba encontrando por la calle. No sabía nadar, de modo que se metió en la piscina de los apartamentos de veraneo con un chaleco salvavidas. Desde ahí a las medallas en los juegos paralímpicos y en los diversos campeonatos hay un largo camino de esfuerzo y superación (porque me temo que nada importante se consigue en la vida sin esas condiciones).

Escuché a una mujer atractiva, que se casó con un periodista y tuvo un niño, a día de hoy su mayor fan. Y lo hice en el gimnasio del Hospital Nacional de Parapléjicos, en una audiencia compuesta de pacientes y familiares, así como algunos profesionales del centro. Habló con saber y sabor, dos facetas que no siempre van unidas. Animó a la gente que le escuchaba a no renunciar a nada, a perseguir sus sueños, independientemente de sus condiciones y su grado de discapacidad. No les ocultó las dificultades de todo tipo que encontrarían: arquitectónicas y sociales, pero sobre todo los límites que cada uno de ellos a veces podrían ponerse. Tampoco ocultó lo difícil que le resultó asumir que debía ir en una silla de ruedas y que no volvería a caminar, pero fue una muestra viva de que puede seguirse adelante y de que hay a veces mejores posibilidades de lo que creemos. En esa clave de lectura me resuena el principio del Evangelio de Marcos: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la Buena Noticia” (creed que Dios tiene mejores posibilidades para vosotros). Me resuena el “Dios siempre mayor” de San Ignacio, que tantas veces desconcierta nuestras expectativas.

Y en esa clave de lectura intento acudir cada día al trabajo, con el objetivo de ayudar a los pacientes a retomar una vida que se interrumpió de forma casi siempre brusca, y que hay que reiniciar en una situación diferente; objetivamente nos parece peor, pero lo cierto es que muchas personas reescriben su historia de forma más satisfactoria de lo que lo habían hecho hasta el momento de la lesión medular. Es conmovedor y a veces impresionante, y a eso hay que recurrir para sobrellevar las amarguras y miserias de la vida cotidiana: condiciones laborales, tecnologías disruptivas, escaqueos varios, incapacidades varias, incompetencias diversas, nuestras propias miserias y limitaciones (porque “lo malo” no siempre es culpa de los otros o del sistema).

Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

One Response to “Una charla”

  1. Salve Angel!
    Que bueno es volver a leeros. Vtros.escritos están llenos de vida.
    Seguid iluminandonos, en tiempos del “Franciscano Jesuita”, quien parece ser lector de vtro.blog, para inspirarse en sus despedidas de rezos mutuos.

    Buena y santa semana.

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