No querría ser aguafiestas, pero …
Es posible que esta pesadilla no haya concluido.
Llevamos unas semanas disfrutando de todo aquello que nos fue arrebatado. Hemos vuelto a hacer deporte al aire libre, a salir a tomar una cerveza, nos hemos reencontrado con familiares, incluso pueden hacerse breves visitas en algunas residencias de ancianos. Sí, hay rebrotes, pero parece que se controlan.
Sin embargo, no puede descartarse una segunda oleada que sea más letal que la primera, tal como ocurrió en la gripe de 1918. Lo analiza hoy con su agudeza habitual Richard Horton en Lancet (“Fuera de línea: la segunda oleada”). Todavía hay diseminación viral, el virus todavía es letal, y la inmensa mayoría de la población es todavía susceptible.
¿Tolerarían ustedes un nuevo confinamiento? ¿Sería sostenible un cierre mantenido de los colegios? ¿Qué ocurriría si hubiese que congelar de nuevo la economía, cuando están apenas comenzando a llegar las consecuencias del cierre anterior?
Hay una lección que aprendimos con el SIDA: ninguna medida aislada es adecuada para controlar la transmisión viral. La prevención debe ser combinada, en el caso del coronavirus, una mezcla de medidas que incluye el lavado de manos, la higiene respiratoria, el uso de mascarillas, el distanciamiento social, y la evitación de las concentraciones de masas. Todo esto debe observarse a nivel individual, de cada ciudadano, pero las autoridades deben velar por su cumplimiento en cada calle y en cada plaza de cada ciudad y cada pueblo de España.
Mientras no haya una vacuna que nos proteja de esta pesadilla, no puede bajarse la guardia de ninguna manera. Hemos visto y hemos escuchado demasiado sufrimiento como para olvidar y seguir adelante como si esto fuese un simple paréntesis en nuestra vida. Me temo que puede pasar mucho tiempo hasta que hablemos de Covid-19 en pasado. Y ojalá me equivoque.
Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.
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