Hermana Carmen (“Sor Carmina”) in memoriam
La hermana Carmen (Sor Carmina en su orden, pero aquí siempre la conocimos como hermana Carmen) fue paciente nuestra durante unos meses, aquí en Toledo. Al principio fue muy difícil comunicarse con ella: tras semanas de estancia en UCI y dependiente de un respirador, la comunicación era muy precaria y no sabíamos si sería posible. Tampoco sabíamos cómo habría quedado su cerebro en una persona que ya no era joven.
Sin embargo, poco a poco fue posible irla desconectando del respirador y pudo comenzar a fonar. Y descubrí una persona que llevaba con una entereza conmovedora la lesión medular que le había deprivado del movimiento en los cuatro miembros y confinado a una silla de ruedas. Recuerdo con emoción sus sonrisas y la resignación profunda y nada negativa con que me pareció vivir su ingreso, no me cabe duda que apoyada en su fe: sin una mala palabra para nadie -a pesar de que debían costarle usos y costumbres de alguna gente de aquí- y siempre colaboradora, implicada en su programa de rehabilitación, no muy ambicioso por el escaso margen de maniobra que su lesión permitía. Para mí fue un placer atenderla y, afortunadamente, tras retirar el respirador no tuvo grandes complicaciones, por lo que al final pudo irse de alta. Ahora, unas semanas después, me entero de que murió en Salamanca, donde había ido a vivir, a una residencia de su orden, y decido dedicarle unas líneas a su recuerdo. Me pregunto si no hubiésemos podido hacer algo más por ella aquí, donde ya la conocíamos y tenemos costumbre de tratar las complicaciones de los lesionados medulares.
También mencionar la dedicación con que sus hermanas de sangre y de orden la cuidaron: ni un solo día dejaron de venir unas u otras, a veces ambas, para acompañarla, darle la comida, pasearla por el jardín … Imagino que con unas congeniaba más que con otras, dado que fueron muchas las que pasaron por aquí, entiendo que venían desde Madrid diariamente, pero nunca le faltó la compañía.
La hermana Carmen nos muestra cómo afrontar y habitar una situación tan díficil como es la lesión medular. También me anima a no arrojar la toalla ante casos que parecen inviables, y de los que luego uno acaba acordándose siempre. Me queda su recuerdo y su presencia, y doy gracias por haberla tratado y conocido. Hay pacientes que dejan huella: ciertamente la hermana Carmen fue una de ellos.
Hermana Carmen, rece por los que aquí quedamos.
Hola Dr. Angel, saludos , soy un misionero comboniano (Revista Mundo) vivo desde hace 37 anyos en Karamoja , Uganda. Creo que sueles ir cerca de Masaka a un hospital. Bueno, me alegro y ya me contaras. Un saludo, P. Longinos Lopez
E.mail: longinos.lopez48@gmail.com