Corazones en red

    Dice un refrán muy sabio, que “a la cama no te irás sin saber una cosa más”. Es decir que todos los días, si uno quiere, puede aprender algo nuevo. Y eso me ha ocurrido a mí, hoy. He aprendido algo que hasta hoy no me cabía fácilmente en la cabeza: ¿por qué hay tanta gente, piadosa o no, que tiene una especial devoción, un acentuado cariño, o una clara atracción hacia una imagen o advocación concreta, a la Virgen María.

  Yo me preguntaba a mí mismo:¿no son, acaso, todas y cada una la misma Virgen María, la de Nazaret, la Madre de Jesús? Entonces, ¿por qué esa fijación en una advocación concreta: Virgen del Carmen, Dolorosa, del Rocío, Macarena…?

  Decía que hoy puedo comprenderlo mejor. A veces los aprendizajes nos llegan inesperadamente, casualmente, accidentalmente. Y así me ha ocurrido a mí. Acababa de llegar a nuestra casa-residencia de El Escorial, para asistir y participar en una serie de reuniones sobre la 3ª! Edad. Tras  casi cinco horas de viaje, había llegado a mi destino con cierto cansancio. Después de instalarme en la habitación que me asignaron en recepción, salí a los amplios jardines que rodean la casa. Y mis pies se dirigieron, conscientemente (aunque movidos por una necesidad inconsciente), hacia el estanque que se encuentra en medio de los citados jardines. Allí, en el centro del estanque, sobre su columna de granito, seguía perenne la imagen, tallada en piedra, de la Virgen.   Aquella misma a la que   durante mi noviciado, y después durante los años de teología,  había rezado, admirado, acudido y contemplado, tantas veces.

  Y volvía a contemplarla y a rezarla, con la misma emoción y atractivo. Mientras la contemplaba con cierto embeleso, recordé los versos que publiqué, tantos años atrás, en la revista del teologado, y que comenzaban así:

                            “En medio del estanque, está la Virgen blanca,

                            como un copo de nieve, flotando sobre el agua”.               

Siempre que por una causa u otra, vuelvo a este lugar de El Escorial, de tantos recuerdos juveniles, una de las primeras visitas es a la “Virgen del estanque”, que sigue sobre su pedestal granítico, pastoreando un rebaño de peces de colores. Como decía en mis versos de entonces:”un rebañito de escamas”.

Hoy he podido comprender, que hay imágenes que nos seducen de manera especial, más que otras, porque detrás de ellas late una pequeña historia personal. Y, aunque sé que la Virgen es la misma, a mi me gusta más, admirarla, rezarla y contemplarla en la Virgen del estanque.        

                                                    Félix González ss.cc.                                                     

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