Corazones en red

(Levántate, vete; tu fe te ha salvado)

La enfermedad de la lepra siempre ha sido una enfermedad temida. En tiempos de Jesús, lo consideraban como un castigo de Dios por los pecados. Y los que tenían la enfermedad, quedaban excluidos de la sociedad; tenían que andar por el campo sin acercarse a la ciudad. Y no podían acercarse a gente; ni nadie podía acercarse a ellos.

Cuando Jesús hacía los milagros, no trataba solo de curar la enfermedad, sino también reincorporar, de nuevo, a esa persona a la sociedad, para que llevara una vida normal. Eso era una curación completa.

Hoy el Evangelio se nos cuenta la curación de unos leprosos. Jesús les manda que se presenten al sacerdote. Era la segunda parte de esa curación. Según sus leyes, el sacerdote tenía que comprobar que estaban curados, y darle un certificado de que así era, y se podían incorporar a la sociedad con todos sus derechos y obligaciones.

Pero he aquí que uno de los leprosos, al sentirse curado, volvió sobre sus pasos para darle gracias a Jesús, mientras los otros nueve, no lo hicieron. Jesús dice: pero ¿no eran diez? Solo ha venido a agradecerlo uno, y precisamente este es un extranjero.

Los nueve representan al pueblo de Israel que se apartó de Jesús, no queriendo reconocerle. Mientras que el extranjero, representa a los demás pueblos que aceptaron el mensaje de Jesús.

Podemos, también, fijarnos en el desagradecimiento de e aquellos que no volvieron. Dice el refrán que “el que no es agradecido, no es bien nacido”. Una de las cosas que más duelen es que alguien sea desagradecido, que no sepa agradecer lo que se hace en su favor.

¿Somos agradecidos a Dios?

Nuestra oración, muchas veces, se convierte en un rosario de peticiones; pero algunos nunca le dan gracias a Dios por la manera de comportarse con nosotros, dándonos tantas cosas, empezando por su amor.

Félix González

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