En medio del mundo

Pedro y  Reyes son un matrimonio joven, casados hace unos meses, que forman parte de uno de los grupos de profesionales cristianos con los que comparto vida. Los dos son enamorados de la música  y comparten esta vocación, a la vez que desde la música  viven la docencia en la enseñanza pública. Él – en la foto ssentado al piano – acaba de  sacar una segunda edición de un disco precioso que ha hecho con su  grupo  de jaz:” Sabores  a Machín” del que os sirvo la foto.

Pero la razón de ser de venir a este blog, es por la alegría que supuso para nosotros participar en la celebración de su matrimonio que fue en  el monasterio de Guadalupe, donde está  esa virgen tan extremeña y tan querida para todos nosotros.  Os sirvo aquí una homilia de lujo que la hizo un compañero sacerdote, José Antonio Salguero, que también es músico como ellos y que supo hablar desde la vida y el encanto del arte musical para iluminar lo que es el matrimonio.  Espero que disfrutéis como yo lo hice.

HOMILÍA EN LA BODA DE PEDRO Y MARÍA REYES

(José Antonio Salguero Marín)

(Guadalupe,27 de Septiembre de 2009)

 Decía Lord Byron, no sin cierto sarcasmo, “es mucho más fácil morir por la persona que se ama, que vivir toda la vida con ella”.

En realidad, la pareja nunca está totalmente hecha. Hay que construirla permanentemente, en un compromiso mutuo en el que serán indispensables tres ingredientes:

– Un respeto fundamental a la realidad del otro, con sus diferencias y peculiaridades.

– Una comunicación permanente para ir afrontando las dificultades inevitables que surgen.

– Y, por último, una actitud de ternura para superar los conflictos que la vida en común trae siempre consigo.

Respeto, comunicación, ternura… Y aún falta un cuarto elemento: la capacidad de arriesgarse.

“La Iglesia, pueblo de Dios, vive la vida como relación. Difícilmente podemos entender nuestra vida si no es en clave de relación. Cuanto más en serio tomemos nuestras relaciones personales, y cuanto más a fondo intentemos mejorar estas relaciones, tanto más efectivamente viviremos el misterio de la vida de Dios, que nunca revoca su Alianza, su eterno desposorio con la humanidad.”

 1.- CARISMAS DE UN MATRIMONIO

¿De qué forma un matrimonio se mantiene en marcha, en crecimiento? ¿Qué necesita? ¿Cómo puede ser cada día más y más creador? Bloch decía que un pueblo en marcha necesita el carisma de lo profético, lo cantor, lo regio y lo medical.  Exactamente, puesto que estamos celebrando el matrimonio de dos creyentes, conscientes de su Bautismo, es reflexionar desde nuestra condición de Profetas, Reyes y Sacerdotes.

Profetas

Profeta es el que pone a una comunidad en marcha. Profeta no es quien conoce el futuro, porque no podemos conocer el futuro.

Profeta es quien es lúcido para analizar el presente y animar señalando el futuro. Conoce el destino, mira siempre hacia el horizonte, hacia lo que “podemos y debemos llegar a ser”, hacia lo que nuestra pareja “puede y debe llegar a ser”. Hacia el sueño de Dios sobre nuestras vidas. Sin profetismo no hay marcha, no hay avance.

Me gusta imaginar a ese varón, a esa mujer, como un marino mirando a las estrellas: nunca las podrá alcanzar, pero las estrellas le marcan el camino. ¿Para qué sirve el horizonte si nunca lo alcanzamos? Pues para eso, para caminar.

El profeta taladra el presente y nos vuelca hacia el futuro, hacia delante. Capta como nadie lo que no funciona, lo que está mal, lo que nos falta, lo que podemos mejorar… Pareja profundamente enamorados de la justicia, de la fidelidad, de la igualdad. Profundamente enamorados de Dios. Maestros a la hora de descubrir los “huecos”, las componendas, las instalaciones, los mecanismos de defensa para justificar sus mediocridades, las “rebajas en sus vidas en pareja”, sus “baratijas”…

Sus palabras mágicas son “todavía no”. En una pareja, en un momento u otro, les “tocará” ser profetas; ser conscientes de lo que falta por caminar.

Sin profetas no hay pareja madura, pero  sólo con profetas, tampoco.

 Cantores

Para que una pareja se mantenga en marcha, y para que su marcha sea creadora, hace falta cantar. Necesitamos celebrar y cantar la vida, los logros que ya existen en nosotros. En nuestra vida personal, en toda vida en común, hay cosas que necesitan ser cantadas, celebradas y admiradas. Si las palabras mágicas del profeta eran “todavía no”, las del cantor son “ya sí”.

El profeta y la profetisa son molestos porque siempre nos señalan lo que nos falta. Los cantores nos repiten lo que ya tenemos, lo que ya somos, lo que llevamos realizado de nuestro sueño. El cantor es quien reconoce que el horizonte ya está aquí, que el sueño se va realizando; que, en ocasiones, casi podemos tocar las estrellas. Nos anima, no mirando hacia el futuro, sino mirando al pasado y al presente que garantizan el futuro..

A la pareja que está desanimada, triste, no la levanta el profeta. La levanta el cantor. Porque alegrarnos nos hace ser más resistentes. ¡Ay de la pareja que no es capaz de gozar, de pasárselo bomba, de sonreír, de hacer de su vida una acción de gracias!

Cantor es quien sabe ser feliz, quien se sabe feliz y es capaz de dar gracias y, aún más importante, quien sabe que gran parte de esa felicidad depende de hacer feliz a la otra persona.

Ahora bien, no se trata simplemente de cantar. Hay que saber lo que se canta y cómo se canta. El cantor no es el que “suaviza” y rehuye siempre los conflictos. Si simplemente se canta, podemos estar huyendo de los problemas. Cantar no es alienarse. Cantar el gozo que ya está aquí es prepararse para seguir caminando. La experiencia nos dice que, si siempre estamos cantando, acabaremos, sin duda, causando dolor de cabeza a la persona que amamos.

Pero ya nos encontramos con un primer problema. Profetas y cantores no se llevan nada bien. El profeta piensa que los cantores son “tontos felices”, el cantor piensa que los profetas son “tontos tristes”. Existe, además, un segundo problema: ambos se necesitan mutuamente. Si en una pareja sólo hubiera cantores, ésta sería una pareja apolítica, asocial, sin compromiso. Sería una pareja conformista, sin tensión hacia el futuro, sin proyecto… una pareja de espiritualidad “fofa”.

Obviamente, necesitamos algo más que guitarras para construir un proyecto de pareja, como para construir el Reino de Dios. Porque, a base de oír cantar, nos puede dar una jaqueca francamente seria. Se hace necesario también otro tipo de persona en la pareja. 

Reyes

Para que una pareja avance hacia el futuro es preciso que alguien “siente juntos” a profetas y a cantores. Es lo que Bloch llama reyes. Rey es quien es capaz de salvar a lo profético y a lo cantor de excomulgarse, y, por tanto, de anularse mutuamente. Las palabras mágicas del rey son: “caminamos juntos”

Sin reyes las energías de profetas y de cantores se pierden y neutralizan. Sin reyes en la pareja podemos poner el carro delante de los bueyes, o vender el carro o comernos los bueyes. La pareja se divide y no hay vida verdaderamente compartida.

Uno empieza a correr y otro se queda parado. Utilizando una imagen bíblica, podríamos decir que, sin reyes, medio pueblo de Israel se hubiera quedado adorando al becerro de oro y medio pueblo hubiera continuado su camino, forzando la marcha y muriendo en el desierto de sed y de cansancio. Sin reyes en la pareja, pueden surgir falsos profetas y pseudocantores. Es muy importante “estructurar” el deseo. Además, no debemos olvidar que los llamados “valores finales” –libertad, igualdad, solidaridad, amor…- precisan de los llamados “valores instrumentales” –capacidad de sacrificio, honradez, capacidad de sufrir frustraciones, paciencia…- sin los cuales, los valores finales no pasan de ser palabras sin contenido real.

La pareja precisa de lo profético, de lo cantor y de lo regio. Pero hay un cuarto dinamismo interior que necesita toda pareja. Es el tipo de personas hoy por hoy más escaso, pero también el más necesario en este momento y, más aún, mirando hacia el futuro. Porque en todo grupo humano, en toda comunidad, en toda familia, en toda pareja, que recibe el pasado, celebra el presente y se proyecta al futuro, hay enfermos. Enfermos de muchas cosas, especialmente enfermos del corazón y del alma. Y la persona que está sufriendo, lo que menos necesita es de quien la culpabilice, de quien le diga “alegra esa cara, que no es para tanto”, o de quien intente coordinarla “justo ahora”. Quien está enfermo necesita un médico.

 Médicos

Una pareja que no admita en su seno la “enfermedad” está llamada al fracaso. Hay momentos en la vida en los que necesitaremos ser médicos de nuestra pareja, es decir, saber acercarnos silenciosamente a la persona amada y tratar de curarla con grandes dosis de cariño y confianza. Ojala no falten médicos en el interior de las parejas. Si nos faltan o comienzan a escasear, estamos prácticamente perdidos. Si nos faltan los médicos, la marcha hacia delante irá dejando mucha vida en la cuneta. Los médicos puede que no sean clarividentes, que no estén insertos, que no nos alegren la vida, que sean un desastre a la hora de coordinar… Pero mal camino lleva la pareja en que sus miembros no saben ser médicos el uno para el otro.

Profetas, cantores, reyes y médicos… Todos hacen falta en la pareja, en  la familia y, por supuesto, en la Iglesia…

 Ahora bien, es muy importante que estos dinamismos interiores, estos carismas, no pierdan de vista su vocación, su pasado, su presente y su futuro.  Que estos carismas no pierdan de vista su sueño, su razón de ser, su “amor primero”. El matrimonio cristiano se alimenta de una conciencia agradecida, del reconocimiento de que “lo recibido es don de Dios para la Iglesia, para el mundo, a través de mi esposa, de mi esposo, que se convierte así en mediación concreta del amor de Dios en la vida, en mi vida.”

Hoy más que nunca, aquéllos que quieren unir sus vidas en presencia del Resucitado, aquéllos que quieren que su unión simbolice el amor que Cristo siente por su iglesia, necesitan estar pendientes y cuidar especialmente de tres de los componentes del amor en el matrimonio cristiano que coinciden con el significado etimológico de las tres palabras con las que designamos, en nuestro idioma, a dos personas que comparten su vida en alianza matrimonial.

 a) ESPOSO/A: Proviene del verbo latino espondeo, que significa “prometer solemnemente, comprometerse, empeñar la palabra, asegurar, garantizar, salir fiador de alguien”.

El matrimonio es promesa y compromiso. Es “darse palabra”. Esposo/a es la persona en quien confío y de quien me fío. Porque amar es confiar. Os recuerdo que la forma básica de la fe es la confianza.

 b) CONYUGE: Proviene del verbo latino coniugo (cum iugo), que significa “juntar, reunir, uncir con el mismo yugo”.

Cónyuge es la persona con quien comparto el yugo. Porque amar es trabajar. Os recuerdo el refrán castellano de “obras son amores y no buenas razones”; la frase de los EE., de Ignacio de Loyola: “el amor hay que ponerlo más en las obras que en las palabras”; y también que “la fe se muestra activa en la caridad”.

 c) CONSORTE: Proviene también del latín, consors, rtis (cum sors) que significa “co-partícipe, propietario, aquel/la que comparte la suerte, la fortuna, el

destino…” Consorte es la persona con la que queremos compartir nuestra suerte, nuestro destino, nuestra esperanza. Porque amar es esperar. Os recuerdo que la esperanza es la fe que mira hacia delante, hacia el futuro.

 Confiar, esperar, trabajar… Fe, esperanza, caridad. Carismas necesarios para que una pareja funcione y cree vida. Áreas que deben tenerse en cuenta en el proceso de vida matrimonial. Componentes de la convivencia a la que están llamados los esposos cristianos.

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