“POR ELLOS”
POR ELLOS: LECCIÓN APRENDIDA
El mismo sábado cuando llegué de esta experiencia venía dispuesto a escribir y orar desde la lectura creyente de lo que me había acontecido por la tarde, pero la necesidad de un amigo que estaba en mal momento se impuso sobre este deseo, que ahora más calmado al llegar al despacho esta mañana voy a satisfacer.
José María y Asun, profesores compañeros de la universidad, ella docente experimentada en el área de música y él ingeniero cuasi de los fundadores de la escuela, a quiénes conocí de un modo más especial a partir de la muerte de su hijo único y a quién me une un camino y proceso de duelo en el que me han permitido entrar, me invitaron hace tiempo a que un día fuera con ellos a la asociación “Por ellos”. Tras la muerte de Pedro, su hijo, ellos han encontrado en esta asociación un lugar de vida y de consuelo único, ya escribí yo acerca de que “sus cicatrices nos curaban”; en esa asociación están padres que han visto morir a sus hijos, algunos muy recientemente , hace meses, y otros hace años, juntos comparten camino, experiencias y vida. Ni que decir tiene que sus situaciones personales, psicológicas, económicas, culturales, políticas, religiosas, etc. son muy distintas y plurales, pero todos tienen en común el haber perdido un hijo querido y su corazón roto por la misma experiencia, que es lo que les une, el “dolor que une”. Pues bien, José María, con quien he compartido cosas de su vida, y que incluso ha participado en la asignatura de Escatología que imparto en el Instituto de Ciencias Religiosas buscando respuesta a sus preguntas e inquietudes, deseaba que yo compartiera con ellos un encuentro y que de alguna manera yo expusiera lo que es el pensamiento cristiano sobre la muerte humana y la respuesta creyente ante ese acontecimiento, y que desde ahí se pudieran ver claves de lectura teológica y de esperanza en esta situación que ellos viven. Siempre estuve dispuesto, y este sábado se ha podido hacer realidad.
Entre sus componentes, que acudieron en esta ocasión más de una treintena de muchos pueblos de Extremadura, están personas religiosas, indiferentes, en crisis, muy dolidas y muy enfadadas con Dios. Para mí fue una experiencia de lujo, llevaba mis papelillos para compartir la lección y me viene con “la lección aprendida”, sí de alguna manera aquello de que “fui por lana y salí trasquilado” en el sentido más positivo.
Verlos llegar, saludarse, abrazarse, compartir sus lágrimas, sus sonrisas, sus bromas… componer el salón para caber todos que eran bastantes. Mirar sus rostros, cómo dirigían a mí su saludo. Ellos habían concertado ya en la sesión anterior que era bueno que yo fuera, porque están abiertos a todo lo que les pueda formar y ayudar. Tras saludarnos y presentarnos, José María dijo de mí más que lo que soy, lo que quiero ser y eso ayuda, vino el comienzo. Yo le había dado muchas vueltas a cómo plantearlo, dada su situación y la pluralidad de posturas, llevé algún apunte… pero la realidad se impuso, allí había que partir de la vida y ser directo. Tres puntos me parecían fundamentales y en ellos yo quería ser fundamentalmente receptor:
– Concepto de Dios que recibieron y con el que viven.
– Postura ante Dios: Job y la crisis ante Dios; Cristo crucificado.
– Signos de resurrección: qué han descubierto y qué están descubriendo desde la muerte de sus hijos.
Me maravillaba cómo hablaban y compartían desde sus sentimientos y experiencias: El Dios poderoso, el que premia a los buenos y castiga a los malos, el que ayuda, el que perdona, el que ama… y todo ello con sus momentos fuertes de crisis, para algunos todavía muy viva, y para otros superándose o superada. Algunos muy enfadados con Dios, con enfado existencial, fuerte, otros sintiéndose robados y estafados, otros con sensación de injusticia…Pero todos en búsqueda y queriendo saber.
Al presentarles, cómo lo que ellos sentían o habían sentido en este momento, el pueblo de Israel lo vivió durante siglos, vivieron el misterio del sentido, la contradicción, al presentarles al Job auténtico, al Eclesiastés… lo entendían perfectamente, y al hablarles del Cristo en el huerto de los olivos, del crucificado, del resucitado, se veían reflejados y veían el rostro de sus hijos. Se preguntaban cómo este rostro de Dios no se lo habían descubierto antes: El dios de la debilidad, de la compasión, de la cruz… aunque algunos decían que les costaba dirigirse a Cristo porque al verlo crucificado cómo le iban a pedir cuentas de su sufrimiento, y que por eso se dirigían al Padre Dios. Dios se me estaba dando a jirones en cada intervención, en cada lágrima, en cada queja… El Dios de la vida, El del sufrimiento, el del dolor y la angustia, a la vez que el del consuelo, la serenidad, la esperanza… ¡Qué riqueza¡
Pero cuando quedé desbordado fue cuando llegamos a la tercera cuestión, les planteé algo que incluso podría parecer blasfemo: ¿Qué habéis ganado con la muerte de vuestros hijos? ¿Qué habéis descubierto? ¿En qué habéis cambiado?… y alguno dijo con lágrimas que si nos escucharan fuera podrían decir que estamos locos, y no podemos decirlo, pero de algún modo somos “AFORTUNADOS”, aunque nada es comparable con el amor a nuestro hijo y poder volver a encontrarnos con él. Pero de esta fortuna hablo en el próximo post…porque “EL AFORTUNADO FUI YO” al ir desgranando lo que me iban aportando personas doloridas en lo profundo , que de la muerte de sus hijos queridos estaban sacando vida, porque no quieren que sus hijos mueran, y son ellos los que le empujan a venir y a vivir, sí por eso todo lo hacen “POR ELLOS”.
Padre enhorabuena por tu sensibiloidad al tratar temas que ninguno nos atrevemos a plantear.un abrazo
Desde esta Asociación y muy especialmente en el mio ,soy Maribeli, (la que se quedó con el romero), le doy muchisimas veces las gracias porque fue una tarde inolvidable . Esperamos , deseamos y así lo sabemos que a partir de ahora tambien va a ser nuestro amigo.Un gran amigo y aún mejor persona, personas que como usted están haciendo falta en este mundo tan materialista.MUCHAS GRACIAS.
Soy madre y como tal no puedo ni imaginar el dolor de esos padres que han perdido lo que más se quiere en este mundo.Me angustia sólo el pensar que esa desgracia también me puede pasar a mí. No sé si mi fe sería tan grande como la de ellos y ser capaz de sublimizar el dolor como ellos lo han hecho.
¡Qué maravilla!