Ni en el palacio… ni en la posada…

“El Señor dijo a Elías: «Sal y quédate de pie ante mí en la montaña. ¡El Señor va a pasar!.

Pasó primero un viento fuerte e impetuoso, que removía los montes y quebraba las peñas, pero el Señor no estaba en el viento. Al viento siguió un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Al terremoto siguió un fuego. Al fuego siguió una brisa suave. Elías, al sentirla, se cubrió el rostro con su manto y, saliendo a fuera, se quedó de pie a la entrada de la gruta.”(I Reyes.19,11-13)

  • EN EL PALACIO DE HERODES… ¡NO ESTÁ!
  •   Jesús no nace, como pensaron en buena lógica los sabios de Oriente, en el palacio principal de la ciudad. Esos primeros buscadores de Jesús fueron guiados por una estrella y en un momento dado perdieron el rastro. Y entonces pusieron en marcha la sabiduría de la que eran buenos representantes, la sabiduría humana. Fue ella (no la estrella) la que les guió adonde cualquier persona razonable pensaría que iba a nacer un rey: al palacio de Jerusalén… Pero Dios no es una “persona razonable”, ya lo había demostrado muchas veces. Allí se encontraron poco menos que secuestrados por el tirano de turno. Buscaban al príncipe de la paz y encontraron todo lo contrario: un falso rey, pelele del domino romano, asesino caprichoso rodeado de lujo.

Son tantos los centros de poder que  ha creado nuestro mundo… Los “palacios” se han multiplicado a nuestro alrededor. Casi podría decirse que todos somos unos pequeños palacios de poder y decisión. El poder es una tentación siempre presente en nuestra vida. Incluso con muy buenas intenciones, para hacer el bien a otros… Pero no es el estilo de Dios. Nunca lo encontraremos allí. Los que en nuestros pueblos rurales o barrios nada deciden, los que no cuentan para nada, los que nada conocen, los inservibles por edad, guapura o sin trabajo… Ellos quizás sepan más del rostro del recién nacido. No nos empeñemos en buscarlo en las grandes decisiones humanas, en las grandes cumbres para salvar el euro, o para salvar el planeta… Más bien en los que necesitan ser salvados de todo.

 ¿EN LA POSADA?… ¡NO ESTÁ!

  Cabía encontrarlo en una posada, aunque fuese humilde. Y allí iríamos a buscar, a  aquellos lugares establecidos para los viajeros, que daban cobijo por unas cuantas monedas al alcance de cualquiera. La urgencia de una mujer embarazada hace hueco en cualquier lugar, se presenta como prioritario…Y sin embargo, no había sitio. ¿Cómo puede no haber sitio para una parturienta?. Ya tenía que ser agobiante el clima de la posada de Belén para no poder dar cobijo a una mujer con dolores de parto.

Demasiados agobios en nuestra vida  de  laicos comprometidos, demasiados huéspedes en esa posada que somos cada uno de nosotros. Hay veces que Dios llama a nuestra puerta, pero quizás al ver que sólo le podemos proporcionar un “hueco” entre muchos otros, prefiere irse a otro sitio. Hay gente que reclama de nosotros mucho más que unos minutos, un rezo, unas palabras, una buena cara. Hay gente que nos necesita por enteros, que necesita la posada entera que somos, no un rinconcito. No podemos hacer del encuentro con Dios un momento más de la Navidad, porque toca en unas fechas. Por eso, no lo busquemos entre nuestras angustiosas tareas, nuestras preocupaciones estresantes, nuestros ir y venir a más sitios… Allí no quiso ser alojado.

 Testimonios.-

  • “Toda mi vida fue una agitación. Luché tanto en tu nombre que apenas pude conversar contigo. Hablé tanto de Ti, como vicario tuyo, que no me quedó tiempo de reposar en silencio a tu lado.. Entre nosotros no ha habido tiempo para el amor; teniamos demasiadas cosas que hacer, demasiados entuertos que enderezar, demasiadas tareas que cumplir. No el amor, el deber me ha conducido a Ti. Y, ahora, a deshora, caigo en la cuenta de que perdí la vida”  (Papa Luna. Siglo XV)

“Y ahora, ¡Oh Señor, Dios mío! , enseña a mi corazón dónde y cómo te encontrará, dónde y cómo tiene que buscarte. Si no estás en mí, ¡oh Señor!, si estás ausente, ¿dónde te encontraré?… ¿Por qué signos, bajo qué forma te buscaré? Nunca te he visto, Señor Dios mío; no conozco tu rostro. Me fatigo intentando verte, y tu rostro está muy lejos de mí…Ardo en el deseo de encontrarte, e ignoro dónde vives… Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi maestro, y nunca te he visto. Tú me has creado y rescatado, tú me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Finalmente, he sido creado para verte, y todavía no he alcanzado este fin de mi nacimiento”. (San Anselmo. Sig.XII)

One Response to “Ni en el palacio… ni en la posada…”

  1. Ouizás, cuando nuestro corazón sea capaz de acallar nuestra mente, podamos encontrarnos con el Recien Nacido.