Jesús, sacramento de la originalidad del Padre

La originalidad divina hecha carne humana

Hemos dedicado dos post anteriores al tema de la originalidad de Dios, hemos contemplado su gratuidad en la creación del universo y del hombre, así como su compasión y su ternura manifiesta en los profetas, pero queremos ahondar más, porque ha habido un momento en el que la originalidad de Dios no ha sido  vertida en palabras o en acciones, sino que “Él mismo” se ha  revelado como “Palabra” y “Acción original”, en la persona de Jesús,  en la historia humana, en el mundo de las criaturas; el corazón del Padre ha estallado en realidad de criatura y de historia, para que nada ni nadie  le sea ajeno y todo le toque y le afecte.  El misterio de los misterios, no puede haber más originalidad:

“Esta es la señal: un niño envuento en pañales”: “Haciéndose uno de tantos…llegando incluso a la muerte”

Cuando te dicen eso de que elijas algún texto de la sagrada escritura  con el que te identificas, me imagino que os pasa como a mí que se vienen bastantes a la cabeza y , sobre todo, al corazón. A mí uno de los que me tiene más pillado es el himno cristológico de la carta a los Filipenses, no me canso nunca de contemplarlo. En él veo la originalidad de Dios que me seduce y me engancha. Recuerdo que siendo seminarista en teología tuve que hacer un trabajo sobre la sacramentalidad y lo hice  sobre “la pobreza, clave se sacramentalidad cristiana”. Me guié por los teólogos, llamados de la liberación, y ellos me condujeron a la mística comprometida de este himno, y a una contemplación que me sigue seduciendo.  Ahí es donde  yo comencé a atisbar que  estas ideas de “Jesús, sacramento de la originalidad de Dios Padre” pertenecen a las entrañas del cristianismo, sí a la tradición más pura.

 Sí, no hay duda de que  el acontecimiento de la encarnación y de la muerte de Jesús manifiesta una novedad y una originalidad inaudita, refrendada por la resurrección. Dios se despoja de su categoría para entrar amorosamente en la realidad y ser cercano de todas las personas, especialmente a los más hundidos y crucificados de la historia. Es más será en este abajamiento en el que se exprese todo su poder y fuerza divina, el abajamiento será lo propio de Dios. En este empobrecerse está la verdadera riqueza que recibimos de él; el con su pobreza provoca riquezas en nosotros que no podemos ni sospechar: “Pues ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8,9).

Jesús ha entendido toda su vida con esta clave fundamental del abajamiento y del servicio, en dicha  entrega está el verdadero sentido de la vida y de la dicha. Este modo de entender la vida viene de la fundamentación de su existencia en el Padre y su voluntad. Jesús no quiere otra cosa sino estar en la voluntad del Padre; es esta voluntad la que busca y la que le mueve en todo su quehacer. Su vida, su mensaje, sus acciones serán la encarnación de lo que el Padre quiere de él. Su ejercicio de la confianza en el padre es radical y eso le permite incluso dar la vida libremente. Escuchemos estos textos del evangelio de Juan:

  “Todos los que me da el Padre vendrán a mí. Porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y su voluntad es que yo no pierda a ninguno de los que él me ha dado, sino que los resucite en el  último día. Mi padre quiere que todos los que vean al Hijo y  crean en él, tengan vida eterna y yo los resucitaré en el último día” (Jn 6,37-40)

            “Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, entonces reconoceréis que yo soy. Yo no hago nada por mi propia cuenta; solamente enseño lo que aprendí del Padre” (Jn 8,28)

            “Lo que os digo no son palabras mías. Es el Padre que vive en mí, el que está realizando su obra.  Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no creéis en mis palabras, creed al menos en las obras que hago. Os aseguro que el que cree en mí, hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo me voy al Padre. En efecto, cualquier cosa que pidáis en mi nombre, os lo concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Os concederé todo lo que pidáis en mi nombre” (Jn 14,10-14)

Es claro que este modo de vivir y entender la existencia no es el común en su época ni tampoco lo es en la nuestra, por eso Jesús aparece con originalidad y su vida provoca constantemente. La persona de Jesús se amolda a la voluntad del Padre y en ese sentido rompe con lo normado y normal de su contexto, sin que sea esa su pretensión.  Ahora bien, dicha novedad y originalidad tiene rasgos precisos que nosotros podemos observar para alimentarnos de ellos. Pero para hoy que andamos afanados en la Iglesia, gracias a Dios, con el tema de la nueva evangelización, puede valernos que en este momento histórico tenemos que volver a entender que el poder de la Iglesia, no ha de ser otro que el de Jesucristo:” Yo soy el camino, la verdad y la vida”,  y parece claro que “Dios se hace fuerte en la debilidad”.

4 Responses to “Jesús, sacramento de la originalidad del Padre”

  1. Muy buena pepe

  2. se nota que es un escrito meditado, no sólo con la cabeza sino con el corazón. Creo que es un texto bastante bueno porque hace una denuncia de lo que falta al mundo.La gente , incluido yo, busca el bien material pero “NADA LLENA A NADIE”. Para que una vida esté llena y tenga sentido hay que seguir el camino de Jesús de Nazaret

  3. “Yo no hago nada por mi propia cuenta”
    Y seguimos empeñados en ser mejores por nuestra cuenta o por lo que suponemos que Dios quiere después de de haber atendido a nuestro ego y haber diseñado nuestro futuro con detalle.
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    Hacer y conocer la voluntad del Padre es conectar con el Espíritu que habita en nosostros. Esto la Iglesia no lo enseña y lo relega a los místicos o a los muy santos.
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    Dice Rahner: «El cristiano del futuro o será un “místico”, es decir, una persona que ha “experimentado” algo, o no será cristiano». Y dice al respecto González-Carvajal: el cristiano del futuro deberá tener esa experiencia inicial de Dios que llamamos conversión y esa experiencia cotidiana de Dios que llamamos oración.

  4. Me ha hecho gracia saber que el cántico de San Pablo a los filipenses es tu preferido porque también lo es para mi. Y lo digo porque tus homilías no tienen nada que ver con otras que escucho, y me gustan porque me hacen reflexionar e intentar aplicar a mi vida diaria el “tema” al que haces alusión en cada una de ellas y en eso también coincido contigo. Cuando hablas del miedo, o la humildad son para mi grandes temas para aplicar a mi vida cotidiana. Nos dice San Pablo,” se rebajó …por eso Dios lo levantó”. Como dices en tu artículo, un Dios original que provoca. Efectivamente, un Dios con una actitud contraria a la que tenemos todos: NOS PAVONEAMOS de todas nuestras virtudes OLVIDANDO que es Dios quien nos las ha concedido, y QUE EL QUE SE ENSALZA SERÁ HUMILLADO. Por eso es un Dios original y por esta gran virtud suya seduce y atrae, y me invita a ser mejor cada día, y por eso precisamente siempre digo a mis amigos o a mis hijos, voy a misa porque siempre hay algo nuevo que aprender, algo bonito que escuchar, y por supuesto recibir al Señor que es un momento especial del que no quisiera que nadie me privara nunca.