Convaleciente(3)

El perdón y la justicia (II)

Vías para la reconciliación

No sólo basta asumir que  la muerte del inocente, que no lograremos rescatar históricamente, puede ser la base de un tiempo nuevo en el que no vuelva a ocurrir lo injusto del  inocente sufriente, hacen falta elementos básicos esenciales para que la reconciliación pueda darse, condiciones sin las cuales de ningún modo será viable el horizonte de la paz en una sociedad nueva, sanada, reconciliada.  Los dos elementos más básicos  y complementarios son:

–          El reconocimiento de la culpa y el dolor por lo realizado es condición también evidente y necesaria para el encuentro; sólo aquellos que arrepentidos muestren su culpa y pidan perdón podrán ser sanados y servirán de sanación para los que viven con el dolor y el recuerdo de los desaparecidos y de los propios mutilados; una vez que se de esa actitud hemos de aceptar que estamos ante la posibilidad de una persona nueva, que  puede reconstruirse y que podría conducir su amor frustrado expresado en violencia en amor realizado en un modo nuevo de vida, que esté estructurado por la entrega a los otros, sanando heridas, en lugar de provocarlas. Presentar procesos de personas que ha vivido esta responsabilidad de la culpabilidad como puerta de un ser nuevo que es capaz de orientarse en la razón de ser a favor de los otros y e incluso de dar la vida, son fundamentales y necesarios para que podamos creer en la novedad de todo ser humano, que rompe la situación determinista que lleva a la absolutización de lo particular y rompe con total intolerancia y violencia lo que no permite su voluntad sobredimensionada  y desfigurada. Sí,  la novedad de la transformación profunda del hombre desde su interior, cuando se reconstruye y pasa del amor frustrado, como violencia ejercida, al amor realizado, como donación entregada. Los cristianos la llamamos Gracia, y decimos que abundó sonde sobreabundó el pecado.

–          La reconciliación pasa por la vía del perdón, que no es herramienta de débiles, sino de fuertes, que no se le puede exigir a todos pero que hay que proclamarlo cuando se dé en una persona, para que todos creamos que es realmente posible. Y en este sentido me quedé seducido con otra anécdota relatada:  al encontrarse la madre de un joven asesinado  y el joven asesino, tras hablar y expresar sentimientos mutuos, y palabras de reconciliación, la madre se levantó y quiso acercarse a él a tocarle, y abrazarle, pero él se resistió porque no se consideraba digno de ese abrazo. Ahí estaba la reconciliación que supera la justicia, que sana y pone las bases de un mundo nuevo. Más adelante salió el testimonio de una madre, creo que la misma, que al preguntarle por qué quería perdonar, su respuesta se me quedó grabada en el corazón: “el perdón va mucho más allá que la justicia”. Educar en la fortaleza del perdón es asignatura troncal y necesaria para que el mundo  avance en direcciones de humanismo y de verdadera paz; el perdón como ejercicio de lo profundo y la grandeza de la humanidad sanada y  liberadora es la experiencia básica de la auténtica libertad que permite la autenticidad y la originalidad menos programada y más novedosa.  Los ejemplos que desean el perdón y lo buscan, no solo para darlo, sino para experimentarlo como fuente de la  propia vida, de la vivencia de los sentimientos mas profundos, deben ser proclamados y abiertos, para que la posibilidad real de este poder se creíble en nuestra sociedad, y comience a entenderse que es lo propio de los seres humanos realizados, maduros y equilibrados, que rompen con la monotonía de la inercia y de la actitud defensiva aseguradora, para adentrarse en espacios que siempre son nuevos y creativos, dando horizontes de  humanismo  y de igualdad, en la justicia, de la recuperación y de la fuerza de la sanación del propio corazón en el perdón a los demás, incluidos los enemigos.

He estado en alguna ocasión en el país vasco en actividades pastorales distintas, y he conectado con personas distintas de aquella sociedad, siempre con experiencias ricas y cálidas, pero recuerdo en especial unos ejercicios espirituales  de religiosas en los que había hermanas que eran familiares directos de asesinados  y estaban trabajando en sus personas y en sus familias el tema del perdón, y lo hacían como una necesidad de su fe, tanto por lo que  podía suponer de su fidelidad a Cristo, en el amor a los enemigos, pero sobre todo también para ser liberados en su interior y no estar agarrados por un odio, o un deseo de venganza, ni siquiera de una justicia reivindicativa que nunca podría devolverles la vida del ser amado, aunque nunca van a olvidarlos ni les gustaría que la sociedad los olvidara, sino que su experiencia fuera la base de un nuevo modo de entender la sociedad y las relaciones.

Es una tarea de  personas tocadas por la gracia, pero ya sabemos que Dios se hace fuerte en la debilidad. El camino va a ser arduo, pero va a ser camino de  pasión liberadora, que en cuanto lo comiencen a transitar algunos, se abrirá la puerta y entrará la luz de lo viable y de lo posible como horizonte de que todos podemos entrar en la verdadera dinámica del perdón, que nos hace encontrarnos y creer en la utopía de la fraternidad y de la dignidad humana.

4 Responses to “Convaleciente(3)”

  1. Como Borges, Juan Ramón Jiménez, y tantos otros, nos das lo mejor de tí en la convalescencia. Eso no quiere decir que no te queramos restablecido lo más pronto posible… También nos gustas en directo.

  2. ¡Gracias Pepe por palabras atinadas!

  3. Pepe ¡qué profundo, pero qué pegado a la realidad! ¿Convaleciente? ya contarás, que te mejores

  4. Gracias padre Pepe, comparto tu blog