“Evangelizadores situados”

Una de las claves que nos da la Evangelii Nuntiandi con respecto a la evangelización es aquella que se refiere al destinatario de la misma como “hombre de hoy”:“La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su “lengua”, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, no llega a su vida concreta”.  

Esta cuestión ha sido una de las centrales que hemos tenido en el encuentro de los Negrales, y nos ayudó mucho a discernir y leer el momento presente nuestro amigo Pedro José Gómez Serrano, qué bueno tener laicos así en nuestra Iglesia española. Desde su ánimo y nuestras reflexiones nos dábamos cuenta de la necesidad de saber ” situarnos” para poder ser evangelizadores y a estas conclusiones llegábamos:

Evangelizados, sentimos el reto de estar “bien situados”  en la realidad, para poder estar en la misma onda y hacer posible la comunión y el diálogo que impide el desclasamiento y la separación del ejercicio de un ministerio que ha de ponerse a los pies de la humanidad para poder servirle y  ayudarles a encontrarse con la luz y la vida, del verdadero sentido; eso supone despojarnos de las visiones negativas, adentrarnos con pasión en el momento y descubrir sus posibilidades  desde la visión comprometida y positiva del evangelio, que siempre es buena noticia y que siempre se entiende como posible en  todo lugar y circunstancia:

–          No somos héroes, sino hermanos y sólo nos situaremos con verdad  si sabemos partir desde nuestra propia “sed” y “necesidad”  cuando vivimos  nuestro sacerdocio en medio de los hermanos, desde nuestra propia humanidad.

–          Nos toca aceptar que no   vamos a caminar  ni en la masa ni en éxito en medio de esta cultura y esta sociedad; pero no somos “residuo” sino “resto” elegido por Dios para llevar el agua viva de la alegría y de la esperanza.

–          Sabemos que nos movemos en mentalidades  distintas, tradicional, moderna, postmoderna, y con todas ellas hemos de dialogar  y encontrarnos, sabiendo que todas tienen su punto de flexibilidad y blandura para el evangelio, en medio de la dureza y rigidez que aparentan.

–          Para servir en este momento no podemos  dejar  de desarrollar y purificar: el espíritu crítico y la capacidad de análisis en profundidad de lo que ocurre en el mundo, porque Dios nos habla desde el corazón necesitado de los hombres y desde ahí nos invita a repensar, recreer y recrear;   el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia y su anuncio vivo y pedagógico, la disponibilidad a entrar en los problemas actuales y sus consecuencias de dolor, ruptura y debilidad.

–          No queremos caer en la culpabilización que paraliza y roba la alegría y el ánimo para un actuar que debe buscar ser auténtico, sabemos que  es mejor hacer menos pero que sea más significativo, que exprese una apuesta creativa y sea capaz de romper inercias y repeticiones rutinarias de más de lo mismo para no cambiar nada.

–          Hoy necesitamos más que nunca analizar qué es lo que ofrecemos y cómo lo  hacemos; tenemos que buscar un contenido que realmente seduzca e ilusione por responder a lo que más se necesita en el corazón de los hombres, algo que se claro, luminoso,  alegre y esperanzador, que permita el sueño  de la ilusión y del sentido de una vida entregada y compartida en comunidad, construyendo un mundo nuevo que es posible desde el Espíritu del Resucitado.

–          Si queremos  estar vigilantes  en el hoy eso requiere una pastoral de la acogida entrañable, que invite a la comunidad que reconoce e identifica, desde  la calidez y la vitalidad.

–          En este camino de encuentro con la realidad humana, necesitamos recrear nuestra identidad ministerial  en equipo  y cuidarnos mutuamente.

–          Consideramos imprescindible volver  al espíritu del Concilio Vaticano II para entender que nosotros queremos  una evangelización que sea proceso acompañado, presencia  comprometida entre los hombres, participando de sus vidas y ambientes, con una actitud de participación  y compromiso transformador junto a ellos sintiéndonos conciudadanos y  hermanos en la construcción del mundo según el Reino.