La versión del Cardenal Bergoglio

benjamin_forcanoMe encuentro con esta selección de párrafos realizada por Benjamín Forcano, que dan la voz al Cardenal – hoy Papa Francisco- para que hable de su pasado con claridad y transparencia.  Quiero ser altavoz de este documento que él justifica hablando de cómo ha buscado todo, y en especial las palabras del propio papa sobre su pasado y postura en la dictadura argentina, incluidos los casos concretos: “…en  el año 2010, el cardenal habló claro  sobre estos puntos. Lo hizo a los periodistas Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti,  en un libro de 192 páginas  (editorial Vergara, Argentina ) titulado : “EL JESUITA, Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, sj”. En el libro, 13 de sus páginas llenan el capítulo 14: “La noche oscura que vivió la Argentina”. Páginas que casi nadie cita con detalle y de las que yo me voy a hacer eco preciso: 

-“Durante la dictadura, -yo tenía entonces 37 años y mis relaciones eran escasas para poder abogar por personas secuestradas- , escondí en el colegio Máximo de la Compañía, donde yo residía,  a varias personas. En el mismo colegio cobijé a tres seminaristas  de la diócesis del obispo Enrique Angelleli, cuando ya él había sido asesinado. Uno de estos seminaristas  le comentó al obispo Maletti que en el colegio había personas  “para hacer ejercicios espirituales de 20 días”, pero que en realidad aquello no era sino una pantalla para esconder a gente.

papa1-Por Foz de Iguazú saqué  a un joven con  parecido a mí. Le presté mi cédula de identidad y, vestido con clergyman,  salió y pude salvarlo.

-Intenté por dos veces conversar con el general Videla. Procuré averiguar quién era el capellán que le oficiaba la  Misa y me le ofrecí para sustituirle, todo con el fín de poder conocer el paradero de curas  detenidos. Sólo una vez  pude acudir a una base aeronáutica para averiguar la muerte de un muchacho.

– En una reunión, Esther Balestrino me trajo una señora que fue jefa mía en el laboratorio. Esta mujer, que me enseñó mucho de política, era viuda y tenía dos hijos  casados, de militancia comunista, que fueron secuestrados. Nunca olvidaré cómo lloraba aquella mujer. Hice algunas averiguaciones  que no me llevaron a ninguna parte. Con frecuencia, me reprocho no haber hecho lo suficiente. Fue luego secuestrada y asesinada.

-En otra ocasión, pude interceder por un joven catequista secuestrado. Me moví, hice averiguaciones y supe luego que el muchacho, no sé si por causa de mis influencias, fue liberado.

General videla-Sobre el secuestro de los sacerdotes jesuitas  Yorio y Yalics, puedo decir que por aquel entonces ellos estaban  preparando una nueva congregación. Tengo una copia de lo que era ese proyecto. El Padre Arrupe, superior general de los jesuitas,  les comunicó que debían dejar la comunidad en que vivían y que debían elegir entre la comunidad o la Compañía de Jesús. Persistieron en su proyecto y el grupo se disolvió, no  por decisión mía. Al padre Jalics no se le podía aceptar la dimisión, porque tenía profesión solemne y solamente el papa podía atender esa solicitud. El 19 de marzo de 1976, cinco días antes  del derrocamiento de Isabel Perón, al padre Yorio y a otro llamado  Luis Dourron, que convivía con ellos, les dije  que tuvieran mucho cuidado, les ofrecí  para mayor seguridad que viniesen a la casa peovincial de la Compañía.

Estos padres corrían peligro por desempeñar su labor en el Barrio de Rivadavia del Bajo Flores. Nunca creí que estuvieran involucrados  en “actividades subversivas”. Pero estaban expuestos a la paranoia  de caza de brujas. Yorio y Jalics siguieron, por iniciativa propia, en el Barrio y allí fueron secuestrados  durante un rastrillaje. El Padre Dourron  no estaba allí en ese momento y pudo escapar del lugar  huyendo por la calle Varela. Afortunadamente, no tardaron en ser liberados, porque no se les pudo acusar de nada y porque nos movimos como locos. La misma noche de su secuestro yo comencé a moverme todo lo que pude. Y las dos únicas veces que estuve con Videla y con Masera fue por el secuestro de ellos.

-De modo que allá en su conciencia  con quienes sostengan que yo les         acusé de subversivos o les perseguí por progresistas. Mi actitud con ellos fue la que he dicho. Con toda sinceridad: ni los eché de la Compañía ni quedaron desprotegidos.

zapatos del papa– A los dos años de esto y ya en el extranjero, Jalics, nacido en Hungría, pero ciudadanos argentino con pasaporte argentino,  me escribió  para que le gestionara la renovación del pasaporte, pues tenía temor fundado  de que si volvía a Argentina, podría ser detenido. Escribí a las autoridades argentinas una carta, que les entregué en mano, para que instruyeran a las de Bon. El funcionario de entonces me preguntó cuáles fueron las circunstancias  que precipitaron la salida  de Jalics. Le respondí: “A él y a su compañero  lo acusaron de guerrillero y no tenían nada que ver”.  No aceptaron la petición.  Quien me denunció  por esto  ha dicho que él revisó el archivo de la secretaría  de Culto de Argentina, pero el papelito en que él dice haber leído  que yo le dije al funcionario que eran guerrilleros ponía también  “que ellos no tenían nada ver con eso” . Y él lo omitió. Y omitió que  en mi carta yo dije al funcionario “que ponía la cara por Jalics y hacía la petición”.

almirante-Se me atribuye haber promovido y propiciado que la universidad del Salvador entregara un doctorado honoris causa al almirante Masera. Creo que fue un profesorado, no un doctorado.  Pero, yo no promoví para nada ese profesorado.  Se me invitó al acto y no fui. Y enterado de que un grupo había politizado la Universidad, con mi autoridad de sacerdote  fui a una reunión de la Asociación Civil  y les pedí que se fueran. Y, encima, hay quien me vincula con ese grupo político.

– Considero que éste – cuando a uno le imputan injustamente- es  un  juego en el que no debo entrar. Lo entendí así  en una sinagoga, mientras participaba  en una ceremonia: Recé mucho y, mientras lo hacía, escuché un verso de los textos sapienciales: “Señor, que en la burla sepa mantener el silencio”. Lo que me dio mucha paz y alegría”.

Benjamín  Forcano