TRINIDAD, UNA HERMANA A PIE DE SELVA

Ya es medianoche en mi tierra, cuando todavía el sol es luminoso y cálido en la tierra ecuatoriana que abandonamos hace veinticuatro horas en Quito. El cuerpo pide ya descansar en la cama de lo ordinario y de lo propio para mañana tomar de nuevo la labor docente en la facultad. Han sido catorce días alargados, por lo accidental de la intervención quirúrgica, pero el objetivo ha sido más que cubierto y el gozo remecido y rebosante por todo lo vivido. Y aunque el cuerpo esté agotado, el espíritu me dice que antes de ir a dormir he de compartir algo sencillo y transversal en esta experiencia. Y me pongo a ello, para ser fiel a mí mismo.
Recuerdo cuántas veces mi madre comentaba qué le hubiera gustado tener también una hija, con la que hubiera sido confidente, habría desarrollado su estética compartida, se habría apoyado en ella y la hubiera tenido en sus necesidades y en su vejez. Quizá por ese deseo congeniaba muy bien con sus hermanas, con sus vecinas, sobrinas, amigas… Al final, cuando llegó su vejez, tras la muerte de mi padre, ya se vino con nosotros los hijos, permaneciendo en mi casa bastantes años y en más de una ocasión me mostró su satisfacción por cómo se encontraba, decía para agradecerlo: “hijo, te quieres creer que no siento la necesidad de una hija, porque todo lo que ella me podría haber hecho, lo estáis haciendo vosotros perfectamente, mucho más de lo que yo imaginaba aunque sabía que no me ibais a faltar –y me hablaba lo mejor de cada hermano-”. También me comentó, alguna vez, que una hermana me habría venido a mí muy bien, al mismo tiempo que miraba a las personas que me rodeaban, el trato que me dispensaban, a mí y también a ella, a muchas buenas mujeres y me confesaba que sabía que yo no iba a estar solo. Que tenía muchas personas alrededor y que se iba tranquila al otro mundo. Alguna vez me confesó esto con respecto a Trinidad Ruíz, después de estar juntos en eventos a los que siempre nos invitaron como familia, o en nuestras propias casas, me indicaba: “Trini tiene una cosa especial, algo que gusta mucho, qué mujer más valiosa y se le ve que te aprecia de verdad”. De otros modos, también lo afirmó de casi todos los que ella veía que me rodeaban, desde los más jóvenes y traviesos hasta los más de mi edad y mayores, tanto en los laicos como en los sacerdotes.
Pero hoy no puedo menos que recoger aquel sentimiento de mi madre con respecto a Trini y hacerlo público en sacramento de agradecimiento: “Sí madre, tiene algo bonito y especial, algo que agrada y acompaña, es muy valiosa, y no solo me aprecia sino que me quiere y me cuida”. Las señales han sido muchas. Pero la última de la que quiero dar cuenta es la vivida en esta experiencia compartida de viaje a Ecuador para impartir un curso de formación a cuarenta profesores de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE) y un viaje para acompañar a doctorandos de Botánica que ella acompaña en la selva amazónica, en Puyo, en el que he vivido la limitación y la enfermedad.
Agradezco desde el primer momento, cuando me hicieron la propuesta de dictar dicho curso, la disponibilidad del grupo de innovación didáctica de la UEx para poder realizarlo, el ánimo y la aportación de todos los encausados en esta historia de tejer redes para buscar universidades con ética a nivel didáctico y transversal. Y en ese ánimo la interpelación de que era mejor si alguien pudiera acompañarme, rápidamente Jesús Salas ilusionó a Trini para que se lanzara a Ecuador y contactara con sus doctorandos aprovechando este viaje y así no dejarme solo en esta aventura después de mi tesis doctoral. A Ella le faltó tiempo para comenzar a hacer las indagaciones para posibles contactos suyos de investigación, asumiendo responsabilidades de acompañar a doctorandos de allí que andaban como ovejas sin pastor y para compartir tarea conmigo desde su inquietud por el tema de la ética que compartimos, desde la universidad y desde el movimiento de profesionales cristianos desde el que nos involucramos en estas claves de pastoral universitaria. Desde su propio sacrificio sin buscar beneficios externos, “perdiendo para ganar”, se vino allende los mares y yo fui feliz, entendiendo muy bien aquello de Jesús de Nazaret que los enviaba de dos en dos. Ella vino porque quería compartir y apoyar esta experiencia mía en el quehacer universitario como doctor reciente, para no dejarme solo en este bautismo que no era de fuego, pero nos quemaba por dentro.
Fue un disfrute, descubrir juntos la realidad universitaria de Quito tanto en la Puce, como en la UTE. Poder compartir el camino que llevamos andado en estos últimos cinco años en el deseo de la didáctica de la ética –aunque la cosa comenzó hace casi veinte años cuando no sabíamos bien todavía qué era pastoral universitaria y qué universidad era la que queríamos construir-, llamados por una universidad –en la que estuvo el papa hace poco llamando a una ética humanista y evangelizada del estudio, del saber, la investigación, los estudiantes, los profesores, los estudios superiores- para compartir lo que ellos habían visto por las redes que hacíamos nosotros. Lo hacía el departamento de ética de la universidad Católica, de gran prestigio en latinoamérica, en la que hay más de veinte profesores especialistas en ética que imparten asignaturas de este tipo en todas las facultades, pero lo hacía en coordinación con el director de estudios de toda la universidad para que también fueran profesores de otros departamentos: medicina, economía, biología, ingeniería, medioambiente, pedagogía, informática. Fueron cuarenta, incluso algunos de otras universidades quiteñas. Trini fue allí el exponente más claro de la transversalidad de la ética, desde su experiencia de botánica, a lo largo de los cinco días y desde la dirección de una de las jornadas trabajando una didáctica especial de formación y discernimiento en el aprender botánico de los alumnos de biología y ciencias ambientales experimentado en su aula. Para aquellos profesores les llamaba la atención nuestro trabajo en equipo a una, sin mirar el dinero, sin competitividad,como signo de que esto de la ética va tanto en el modo de hacer como en lo que hacemos, y que hay un modo de trabajar y entender la universidad por parte de los profesores que habla por sí mismo.

Todo esto fue corroborado por la participación de otros cinco profesores de la UEX a través de las aulas virtuales que unieron los dos continentes en un sentir único, lleno de posibilidades y de futuro. Allí quedaron extasiados ante esta realidad en una universidad pública de la que Trini en su ir hasta allá mostraba la universalidad. Ella, despojándose de todo sin ataduras, me acompañó para compartir camino y tarea. Toda su familia apoyándola en este quehacer y enviándola, prescindiendo de ella y sus cuidados. El mismo día que salimos para Quito, salió su hijo Benito para Inglaterra.
Tras el curso fuimos a Puyo –ciudad de la niebla en Wichua-, para encontrarse con su doctoranda Carmen, pues con Carlos ya había trabajado en el mismo Quito su plan de posible tesis doctoral sobre etnobotánica, el uso de las plantas por el ser humano, en concreto por las comunidades indígenas del norte andino y del oriente amazónico. Me ha admirado cómo se ha situado ante estas personas, que estaban confundidas como ovejas sin pastor en el trabajo de investigación en su relación con la Universidad de Extremadura desde Ecuador. El ir hasta ellos, como el buen pastor, querer estar en su propio terreno para saber acompañarlos y entenderlos, empaparse de aquella realidad y contexto para poder diseñar bien la investigación –se ha comprado más de veinte libros, alguno emblemático de la botánica deEcuador con más de mil páginas-. Ha devorado información, contactos, ha viajado hasta poblados indígenas, hemos comido hormigas, gusanos…todo para sentir con todos sabiendo también de nuestros límites. La canoa la hemos respetado.
Pero quiero resaltar, la situación imprevista de dolor que hizo que me ingresaran en hospital y me intervinieran preventivamente para evitar posibles peligros de perotinitis. Eso supuso cambio de todos los planes, de viajes, contactos, estancia… fui bien acogido y tratado por aquella sociedad e iglesia como he manifestado en otros escritos. Pero he de proclamar lo que ha sido la presencia fraterna, familiar, amicable, cariñosa, cuidada, generosa, entregada y sacrificada de esta universitaria extremeña y de esta profesional cristiana. No he sentido en ningún momento soledad o miedo, me serenaba saber que estaba allí alguien compartiendo mi historia desde una opción sincera y profunda de fraternidad y familiaridad probada. No me he sentido mal porque estuviera rompiendo sus planes, ni ha mirado atrás para ver consecuencias negativas, todo ha sido apuesta por lo bueno y lo seguro pensando en mí. Y desde ahí hemos logrado sacarle al pequeño mal –casi solo un susto- un tesoro de riquezas incalculables, llenas de posibilidades y de proyectos, con personas, instituciones, etc. Hemos conocido una realidad como nunca pensamos, y nos hemos motivado con una realidad y profundidad que no sospechábamos.

Hoy me alegraba que en todo el viaje, nuestra conversación no ha sido más que de alabanza por lo vivido y de compromiso con las líneas y opciones que han quedado abiertas en la PUCE, en la UTE , en Puyo, en los doctorandos, en las comunidades indígenas y pobres, en el obispo Rafael y sus sacerdotes, en las grandes mujeres religiosas que dan la vida por los últimos y bendicen a Dios porque se sienten afortunadas de poder hacerlo, en los voluntarios internacionales que habitan la casa de la Iglesia, en matrimonios laicos arriesgados…
Al final me decía, mira que hemos estado días juntos y nos hemos sentido bien a gusto, sin problemas, cosa que no es fácil. Y es que realmente agradezco la fraternidad y el buen hacer de esta “compañera y hermana” , en ella he encontrado aquello que decía mi madre de su valía, su bondad, su cariño, no he echado en falta esa posible hermana porque ella lo ha sido para mí. Por eso al llegar a casa, y poner junto a la foto de mi madre una talla preciosa queme regalaron de la Virgen de Quito, he orado con nostalgia, teniendo presente lo que ella me decía y le he sonreído diciendo:… era verdad madre: “Trini es que tiene algo especial, una cosa bonita…y la comparte con toda su familia, Jesús, Adela, Benito, que siguen queriéndonos y no siguen tratando como familia propia”. Sé que no estoy solo.  Gracias padre por esta compañera de camino y hermana, gracias por su familia, tu en ellos te has hecho familia mía. Por eso no puedo menos que ponerlos y sentirlos allí donde están los que son más entrañables y familiares para mí, familia de sangre y de espíritu.
José Moreno Losada.

One Response to “TRINIDAD, UNA HERMANA A PIE DE SELVA”

  1. Todavía tenemos en Quito el eco desafiante de su valioso aporte, Pepe y Trini, qué gusto haberles conocido y haber compartido con ustedes.

    Como habíamos conversado, me encantaría trabajar con ustedes más de cerca, con el equipo de Innnovación Didáctica, espero que pueda incluirme y desde el espacio de mi cátedra en la PUCE, generar algo para nuestros estudiantes.

    Quedo atenta a tu respuesta querido Pepe, un abrazo enorme a Trini y bendiciones para todo tu maravilloso equipo.
    Saludos,
    Julia A.