El Dios de lo perdido y lo amado

VIVE Y REGALA MISERICORDIA- Ccuaresma III

En la pascua celebraremos que el crucificado ha resucitado. Cuando se podía pensar que todo se había acabado en la cruz, la resurrección proclamó la esperanza contra toda desesperanza.

Tercer Domingo de cuaresma: “Déjala todavía este año”

Jesús, sabedor de que el Padre cumple todas sus promesas no pierde su confianza ni su esperanza en el ser humano, no dio nunca a nadie por perdido.

Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”.

Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».

HECHO DE VIDA

En torno a la navidad bautizamos a Lucas. En la celebración sus padres explicaron la elección del nombre, haciendo referencia al texto en el que ese evangelista habla de la confianza en el Padre Dios: “buscad el reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura…”. Recuerdo que la madre estudiaba matemáticas y aquello se hacía interminable, le decíamos que dejara esa carrera, pero ella sentía que era lo que deseaba de verdad. Se enamoró y su pareja no había hecho ni bachillerato. El amor entre ellos y el cuidado mutuo fue la motivación para que ella acabara la licenciatura y, después, él ingresó en la universidad por la prueba de mayores de 25 años, y ha terminado también su grado en lo que realmente le ilusionaba, comunicación audiovisual. Han sufrido juntos y han gozado, pero sobre todo se han soñado y se han construido juntos como personas, creyendo el uno en el otro. Ahora quieren que su hijo crezca en la misma confianza y en la misma fe, por eso le llaman Lucas, y creen en la providencia.

Reflexión

“Jesús, el hombre- Dios- de las causas perdidas”, podría ser el título de una biografía de Jesús de Nazaret. Basta adentrarse en el evangelio con esta pregunta sencilla: ¿Quiénes eran los preferidos de Jesús? Nació en las afueras como un pobre y un excluido, creció en una aldea olvidada y pobre, hizo trabajos muy sencillos con muy poca formación, totalmente anónimo. Así más de treinta años. En su vida pública se le vio rodeado de prostitutas, leprosos, pobres, enfermos, niños, extranjeros, publicanos… se le acusaba de comer con ellos, de hacer su misma vida. El manifestaba que había venido a salvar lo que estaba perdido y que no necesitaban de médico los sanos, sino los enfermos. Pensaba y decía, ante la hipocresía de la sociedad y de los religiosos, que las prostitutas nos adelantarían en el Reino de los cielos. Por este modo de vivir y de comer, de creer en los últimos y abrirse a su futuro, fue condenado a muerte. Se sintió fracasado en la cruz cuando exclamó “Dios mío, porqué me ha abandonado”; pero ni ahí perdió la confianza en el padre, ni el cuidado de los últimos diciendo al ladrón que “hoy estarás conmigo en el paraíso”. En Cristo descubrimos al Dios que no se da por vencido y que siempre está esperando ante cada hombre, por muy destruida que esté su imagen divina dentro de él. En nuestro corazón Dios siempre dice: “todavía puedes”.

Conviértete

Pienso y hago la lista de las personas que doy por perdidas personalmente, en familia, en la comunidad eclesial, en la sociedad. También pienso en aquello en lo que me doy por perdido a mí mismo. Elijo a una persona a quien me puedo acercar con otro espíritu e intentarlo de nuevo, o un espacio en el que se sigue creyendo en las personas y se apuesta por ellas: centro hermano, asociaciones para adictos… como puedo colaborar yo. Una acción con respecto a mí mismo que suponga mejoría en mi persona, en algo que doy por perdido.

Oración para esta semana

Jesús, tú crees en mí y siempre esperas, me miras con un amor que me genera confianza y me anima a levantarme y continuar mi camino. Necesito que me enseñes a confiar en mí mismo, a quererme y darme siempre otra oportunidad. En ti descubro que la condena y el juicio de los otros me empequeñece y refuerzan las cuerdas que atan a los demás, por eso te pido que me libres de juzgar a mis hermanos. Dame tu mirada compasiva, para que los otros puedan encontrar en mí el reflejo de tu voz amorosa diciéndoles: “tú puedes”.