“Estado de alarma y estado del alma”

El estado de alarma requiere una revisión profunda del estado del alma. Es un momento propicio y de misericordia para volver a lo profundo del ser humano, del encuentro con la naturaleza en armonía, de revelarnos como humanidad fraterna, que sabe que la victoria sólo viene de lo profundo, de la humanidad amante y amada. El progreso necesita corazón, la riqueza necesita generosidad, el éxito necesita humanismo y bien común. Tocan las campanas de pequeñez de las criaturas y buscan el bien ser de cada uno de nosotros. Como el evangelio: “Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mt 16,26)

(A todos los seres de buena voluntad)

alarma

El estado de alarma o emergencia ya está aquí, no sabían cuándo ni cómo decirlo, pero ya se decidieron, el bien común gritó y ya no se podía acallar el peligro que estaba llegando sin dilación alguna, con una fuerza desbordada que exigía radicalidad en la respuesta. Ahora toca vivirlo en las claves de una cuaresma laica y secular, regularizada por la salud, pero tocando todas las dimensiones exteriores desde las que vivimos: economía, relaciones sociales, familia, estudios, trabajos, calle, ciudad, campo, etc. Hay que retirarse porque han tocado las campanas de la urgencia y toda la población ha de silenciarse, ayunar y ser cuidadosos, generosos por ciudadanía. Aquellas normas tradicionales y consideradas ya caducas ahora vuelven, sin imponen y todos hemos de cumplirlas, algunas si nos las saltamos pagaremos la penitencia, en multas de miles de euros, eso es lo que parece que más duele. Aunque ya estamos dudando que sea eso lo que más nos duele.

ser humano

Sin embargo, noto que los discursos tanto de los políticos, como de los técnicos y profesionales de distintos órdenes, que están queriendo colaborar activamente en esta problemática, se dirigen a una dimensión de la persona que no es exterior, más bien lo contrario, se dirigen a las entrañas, lo que religiosamente se llama el corazón, tradicionalmente el alma de la persona.

Siempre la humanidad caminó con preguntas profundas sobre ella misma, estas giraban en torno al qué, cómo y quién soy. Desde el pensamiento cristiano, se fundamentaron respuestas sencillas pero firmes en occidente:

creacion

el hombre es unidad en cuerpo y el alma, el hombre es alguien y el hombre es libre. Todo ello configuraba un ser que tenía como meta el ser almado, vivir unificado, construyendo su yo y viviendo en verdadera libertad. Pero ese ser único, singular, libre no podía serlo sin el mundo, sin la historia. El yo no podía construirse sin la naturaleza ni sin los otros, todos formamos parte de un nosotros y este es universal.

Matrix

Hasta aquí la antropología fundamental, pero los avatares de nuestra historia, con la grandeza de la técnica y la pequeñez de los humanos egoístas, adelgazaron al yo hasta el punto del puro bienestar, alejándose del bienser, nos devolvieron a la naturaleza cíclica y cerrada, manipulada, y nos hemos perdido en un horizonte que no entendemos. Y ahora llega un pequeño virus que se hace gigante y poderoso, que avanza como quiere entre nosotros, y nos obliga a dirigirnos al centro de las personas, al corazón de la humanidad, al alma de lo real y de lo profundo.

ubuntu

 Todos, presidentes, ministros, médicos, educadores, maestros, curas, frailes, ciudadanía… nos damos cuenta que hay que parar, que tenemos que quedarnos en casa. Pero el reto, no es sólo quedarse físicamente en ella, sino entrar en lo profundo. El reto es para volver a lo humano, a lo auténtico. El mundo y la humanidad necesita que estemos unificados, que seamos almas encarnadas y cuerpos almados, un crecimiento integral de nuestro ser. Solo así podremos tender y desear  estar unidos todos los hombres, con toda la naturaleza. Volver a encontrarnos con el yo, salir de ese adelgazamiento líquido y egoizante, valorarnos como personas. Este reconocimiento nos ayudará a entender la dignidad de cada persona, más allá de raza, lugar, o nivel económico y cultural de cada humano, a reconocer un valor absoluto. Y a volver a entender que nuestra libertad no es la capacidad de elegir, que nos viene dada por naturaleza sin más, sino la de elegir realmente en aquello que nos une y nos desarrolla como personas, elegir en la dirección de lo bueno, lo bello, la comunión. Solo así entendermos que no soy libre si a ti te falta la libertad, si estás manipulado y maltratado.  El estado de alarma está urgiendo y necesitando la revisión del estado del alma. Si ganamos al virus con alarma pero sin alma, no será victoria sino pura violencia, sólo batalla, porque la tensión interior, la división, la inhumano, la esclavitud seguirá viviendo entre nosotros, y las muertes y el dolor no vendrán por el “coronavirus”, pero seguirán atacando desde los virus del alma de una humanidad desvencijada y herida. Dejemos de ser personas “desalmadas”, aprovechemos el silencio, la quietud, el ayuno del ego, y  busquemos cada uno el ser y la liberad de nuestra propia alma, para poder ser hermanos de los otros, del mundo, y amantes de la historia como lugar de salvación.

José Moreno Losada