Otro otoño, nueva historia

Nihil novum… en “El nuevo lazo”

La naturaleza nos envuelve, pero ella quiere participar de nuestra historia. Es cierto que pasa el día y la noche, para volver a pasar… pero también lo es que cada día, cada momento se pueden hacer únicos y originales. No por repetitivos pierden la gracia, hacerlos únicos con la naturalidad del amor es el verdadero oficio de lo humano. No hay otra tarea que naturalizar lo humano y humanizar la naturaleza. Por la armonía y la ecología integral en el trajín de cada día. La mascarilla puede ser una oportunidad, la pandemia un kairós, para volver a lo más auténtico de lo humano y de la historia en un una naturaleza que está gritando, pidiendo compasión y misericordia, porque llora como madre.

Otro otoño para la esperanza

Estrenamos nuevo otoño y parece que todo vuelve, que no hay “Nada hay nuevo bajo el sol” como proclama el Eclesiastés. Runrún bíblico que me acompañaba hace unos días, todo se repite. Y allí estaba yo en el taller Toyota para pasar una nueva revisión de mi coche, repitiendo escena y encuentros. En el tiempo de espera me acerco a un bar para tomar algo de desayuno, el local se llama “El nuevo lazo”, buen ambiente, sencillo y ligado a los moteros por lo que observo en sus adornos y frases pintadas. Al rato entra una mujer, que me saluda y se vuelve para manifestarme que mi cara le resulta conocida, yo había sentido algo parecido. Nos ponemos a conversar para ver de dónde viene nuestro punto de conocimiento: la parroquia, la residencia de mayores, la facultad… no lo ve claro. Al instante vuelve, emocionada, con lágrimas en sus ojos, y me comenta “usted celebró el entierro de mi madre”. Lo recuerda con un momento especial, junto a su familia lo han recordado muchas veces, la homilía les consoló y el modo de celebrarlo, aunque no nos conocíamos de nada y no me correspondía a mí, estaba allí para sustituir a otro compañero. Yo también me emociono al escuchar su relato.

Nuevo lazo

Le pregunto cuánto tiempo hace de la muerte de su madre, pensando que serán meses, pero me dice que fue el 2013. Me sorprende ese recuerdo tan vivo y me hace pensar que igual no hay nada nuevo bajo el sol, pero lo que vivimos cada día es único y puede dejar una huella que no se borra, porque ha tocado el interior, las entrañas, aunque haya parecido repetitivo. Quizá sea eso lo grandioso de lo humano, que vivimos en el ciclo de la naturaleza, que nos hace volver y volver, pero tenemos lo divino de la historia que puede hacer que algo sea auténtico y original para siempre. Y me consuelo ante el escepticismo del Eclesiastés, ahora tan cercano en esta pandemia.