Heridos, ¿dignos de fe?

«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador»

 En la parroquia de barrio la vida sigue en medio de estas tormentas informativas y estos modos de tratar los males del mundo y de la iglesia. Y ahí, en medio, hemos de seguir batallando en la contradicción de nosotros mismos, entre nuestro pecados, límites y el deseo de un evangelio que busca ser verdadero. Nos preocupa que nos desanimemos y perdamos la compasión, la única que puede hacernos dignos de fe. A la luz del evangelio de este domingo V del tiempo ordinario: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Parroquia

Ahora cuando se habla tanto de inmatriculaciones, comisiones de investigación, y el rostro de la iglesia se ve roto, ahora nosotros hemos de seguir en la brecha y en el día a día. Rotos y compasivos al mismo tiempo, arrepentidos y entregados, sin echarnos atrás, sintiendo y la contradicción de lo que somos y de lo que queremos ser.

La tensión es permanente, sentimos la herida de nuestro propio límite y pecado y a la vez deseamos ser compasivos como El. Nos preocupa si seremos dignos de fe. La Iglesia tiene que convertirse cada día a la coherencia de la verdad, ejercida en la compasión más limpia.

En la semana que acaba han sido muchos los acontecimientos personales que me han llegado en el ámbito de la comunidad parroquial en la que estamos implicadas bastantes personas: M. me dice que va a la eucaristía el domingo con G., ella acaba de llegar de Lima, él lleva aquí dos años, todavía sin legalizar, pero ya más integrado. Me quería presentar a su novia, a ver si son capaces de compartir la vida y apoyarse mutuamente, pero están viviendo en una habitación subalquilada a otro inmigrante, la casa está llena de malas cosas me dice ella, que no son de Dios sino del diablo y me relata su dolor, no sale de su pieza para no ver las cosas, desea cambiar de vivienda para estar en paz. Mijail me envía por watsap una noticia alegre, la foto de su carnet de identidad donde se refleja que ya es residente legalizado y puede trabajar en España, a los pocos días me dice que se va Elche porque allí ya le han ofrecido trabajo legalizado y tiene gente conocida, han sido tres años y medios de lucha, pero han merecido la pena, es de Georgia y se siente parte de nosotros, me abraza y se emociona. P. ha llegado de noche, como Nicodemo, a última hora, llora desconsolado, su mejor amigo ha muerto víctima de un accidente de montería, hacía poco habían estado juntos en una jornada de caza. Lleva una semana derrumbado, él es fuerte y auténtico, su propio oficio de conductor de helicópteros le ha da firmeza en el carácter, pero esto le ha derrumbado. Necesitaba hablar espiritualmente, desahogar, sus sentimientos, los buenos y los malos, sus preguntas radicales, su deseo de ser fiel a la amistad y proteger a la familia del fallecido… nos abrazamos en el dolor.

Nosotros

Hoy A. ha entrado a dar las gracias, me dice que somos los que realmente le ayudamos, enfermo de cáncer, transeúnte, ha encontrado una familia que le acogió y le cuida, hasta ahora gratuitamente, pero ya no pueden, necesita pagarle la habitación. Es un desordenado, no tiene ayudas porque no tiene ni domicilio, le hemos pagado este mes, pero los de cáritas se preocupan porque esta solución no puede ser permanente, hay que ver como se le ayuda a encarrilar su situación personal. Una familia me llama y me dice que saben que la mujer del fallecido en la construcción está mal económicamente, y quieren ayudarle en estos momentos, envían un donativo de un sueldo de un mes para ayudarle y lo hacen de forma anónima. Felisa me dice que tiene que volver a intervenirse de cáncer en el endometrio, es muy arriesgado pero su cirujano está dispuesto a intentarlo, me abraza y me pide que sigamos orando, su niña pequeña está al lado me sonríe y me besa, me dice que todo va a salir bien. Mari Carmen me trae el libro que ha escrito su padre Quico con noventa años, de su vida y su pueblo, ayudado por su nieto Álvaro, tiene más de noventa años… son sólo retazos del día a día, de los que se acercan y compartimos camino en el dolor, la esperanza, el ánimo, la vida.  Aquí está la llamada en una parroquia de barrio, en el vivir de cada día… y ahí hemos de estar sacerdotes y laicos, todos a una caminando en el amor compasivo.

Lo hacemos desde nuestra debilidad, desde la contradicción, con pobreza y pecado, pero deseando que la compasión no se pare por nuestra torpeza. Por eso sentimos el calor de este domingo y de su palabra, aquí estamos Señor, envíanos, y reflexionamos …

Encuentro

“La mirada compasiva al mundo nos rompe y nos llena de contradicción con nosotros mismos. Es tanto lo que hay que hacer y tan grande, y nosotros, somos tan pequeños y tan débiles. La misma Iglesia, nuestras comunidades cristianas, movimientos y grupos, nuestra misma persona nos sentimos lejos de las metas del evangelio, y de la coherencia del amor cristiano. Nos sentimos pecadores y limitados. Y sin embargo Dios nos busca a nosotros para ser portadores de su salvación, de su palabra, sentimos miedo. Pero nos dice que no temamos que estará con nosotros y que cuenta con nuestra debilidad para confundir a los fuertes, para ser señales de esperanza para los oprimidos. Nos envía frente a la dinámica del mal, para ser nudos y red de compasión y de misericordia, para ser señales de que otro modo de vivir es posible. Abramos el corazón, aunque esté herido y se sienta pecador, a la palabra y el espíritu de aquél que se ha fiado de nosotros.”   Habremos de seguir heridos pero esperanzados.

José Moreno Losada.