Las playas de lo humano…

Las playas como lugares de relación y encuentro con claves de lo humano y el  cuidado.

Chipiona, la playa y el cardenal

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Agosto vuelve a hacer posible la estancia en este lugar tan grandioso como sencillo, en el santuario de Regla. Me encantan las playas a las que suelen ir la gente de Extremadura, Andalucía, y de otros lugares de España. Este año he estado con mi familia unos días en Punta Umbría, ahora estoy en Chipiona. Conozco también la Antilla, el rompido… Seguro que se pueden sumar muchas otras. Me diréis que qué tienen de especial estas playas y que porqué las ensalzo, intento explicarlo. Hoy al salir a la orilla, tras un baño relajante, me encuentro con el cardenal Ayuso que iba entrando a darse un remojón, como cualquier cristiano – o musulmán me diría él, que para eso es prefecto del dicasterio para el diálogo interreligioso en el Vaticano-. Su comentario, al encontrarnos y decirle que el agua estaba buenísima, fue este: “Aquí todo está fenomenal, todo está en su sitio y hay de todo”.

Me explicaba como por su ministerio viaja por todo el mundo, conoce realidades muy distintas y diversas, y aquí en esta realidad, esta pequeña playa él contempla lo que llamaría un microcosmos. Él observa todo: las limpiadoras, cocineras, los frailes del convento, el albañil, el vendedor de los camarones, los de la cruz roja, familias completas repleta de niños, abuelos, padres, las personas  con limitaciones de movilidad,  algún joven, religiosas, cuidadores de la playa, protección civil, hasta el de los helados y las bebidas fresca que pasa por la arena con dificultad y lleva algo refrescante a los ciudadanos en sus sombrillas, incluido el de los cupones que va gritando: “yo sé que no va a tocar, pero y si toca, qué coraje te va a dar…”. Reflexiono y me pregunto qué es lo que hace de estos lugares ese microcosmos saludable del que habla el cardenal. Considero cuatro calificativos oportunos: saludables, familiares, inclusivas, asequibles y fraternales.

Playas de salud: muchas de las personas que están por aquí lo hacen por razones de salud, la riqueza del yodo, las aguas, la luz de esta playa hacen que sea única para recuperarse y ser recomendada por los profesionales de la salud. Eso hace que descubras a muchas personas que se les ve que vienen a cuidar su cuerpo, a pasear por la playa, así ves personas de todos los tipos y cuerpos de todas la medidas y situaciones. Tal como es la realidad.

Playas de la familia: Es impresionante, ver a las familias completas, así tal como suena. Me encanta ver a los abuelos en el centro, a los padres organizando las sombrillas al llegar, a los jóvenes corriendo y jugando deportivamente, a los niños recreándose en la orilla, con la arena. Una armonía familiar que celebra la vida y que lo hace con lo extraordinario del descanso de dedicarse todo el tiempo todos a todos.

Playas de la inclusión: El santuario está cerca de una entrada accesible para los que tienen alguna discapacidad. Ahí son privilegiados los paralíticos, los ciegos, todos los que tienen alguna limitación, pero lo son rodeados de los suyos.

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Playas asequibles: Me admira que te puedes tomar un café con leche y una buena tostada por el mismo precio que en mi barrio sencillo de Badajoz, que tienes lugares de menú al alcance de cualquiera, que ves las neveras repletas de cosas apetecibles y sencillas en medio de las familias.

Playas de la fraternidad:  La familiaridad la encuentras al comprarte las chanclas, al desayunar los churros, al poner la sombrilla y entrar en conversación con el de al lado, al comerte la sardina asada, en la conversación con el que pesca… y cómo no, en la vivencia de lo religioso en este santuario de Regla, que se convierte en corazón de interioridad habitada, más allá del bullicio y del jaleo.

José Moreno Losada