El padre nuestro en la cruz

Antes de salir para Ávila para estar unos días de retiro esta semana, pude visitar a Felisa en el hospital que está en un momento muy delicado, luchando por la vida, en situación de dolor y de cruz. Allí recé uno de los padrenuestros más sentidos de mi existencia -alguno más he vivido en situaciones similares- con ella, su esposo Gabriel, otra compañera enferma y su acompañante. La solemnidad de la oración en ese espacio de calvario está de fondo en la contemplación que hoy se nos proponía sobre la oración y la cruz.

El padre nuestro y la cruz

orar

(Desde el corazón de Felisa y Rocío)

cruz

Visitaba recientemente a Felisa en la habitación del hospital donde se debate luchando por la vida, con un tratamiento último. Al entrar en la sala, la saludo y me recibe con agrado y enseguida me habla de su dolor, de su cansancio angustioso, de la mala noche, de los últimos días, del fin de semana sin atención directa del oncólogo y el cirujano… le hablo de su calvario y se abre en cruz con su brazos bien rectos y firmes, ahora más delgados porque lleva días sin tomar alimento, y me sonríe haciendo esa imagen de crucificado. En la conversación directa y profunda, contemplo y escucho, a la vez que puedo acariciar su pies descalzos y desnudos que guardan finura y belleza. Hablamos de muchas cosas y cómo no de su hija Rocío. Todos los días la llama, necesita hablar con ella. La niña en su infancia y sencilla ignorancia le habla, pero si está jugando o tiene algo atractivo que realizar con sus primas, intenta cortar con rapidez. La madre le pide que le hable, que le cuente cosas, ella expresa que no sabe que más contarle y Felisa le pide que le cuente todo lo que hace, sea lo que sea, quiere saberlo, necesita sentirlo, porque ahí es donde más viva se descubre en medio de esta debilidad y donde más fuerza encuentra para seguir entregándose por ella y por la vida en esta lucha fuerte con su enfermedad. Tras la visita y conversación con ella y su marido Gabriel, salgo camino de Ávila donde vengo a unos días de retiro organizados por los sacerdotes del prado para esta semana. La clave de contemplación es muy interesante para mí: “Vivir y proponer la fe a los pobres, desde la fraternidad apostólica”. Me viene como anillo al dedo para lo que voy reflexionando en mi vida personal y ministerial.

padre

En el proceso de oración que nos propone el acompañante Paco, cura de Mondragón, hoy nos ha situado ante la oración de Jesús con sus discípulos, profundizando en el Padre nuestro como oración de la fraternidad apostólica. Por la tarde nos ha adentrado en el misterio de esa misma fraternidad en el camino a Jerusalén y en la pasión de Jesús de Nazaret. Dos temas de calado profundo y permanente que siempre nos llaman a conversión a los sacerdotes. A la hora de contemplar los textos bíblicos y las consideraciones se viene a mi mente la figura y conversación de Felisa y su hija Rocío como claves hermenéuticas vivas y últimas. Entiendo como Jesús propone a los apóstoles una forma de orar nueva e inaudita, se trata de ponerse delante del Padre sabiendo, que, aunque no nos lo podamos explicar, es El quien desea profundamente saber lo que hacemos, lo que nos pasa, y desea saberlo con nuestras propias palabras, con nuestras emociones, sean las que sean y se repitan como se repitan. El corazón y las entrañas de este Dios quieren sentir mi voz, mis pulsaciones, mis miedos, mis alegrías, mis esperanzas, mis cansancios, mis conflictos… nada mío le es indiferente. Quiere que yo pueda llegar a sentir cómo le intereso y cómo vive por mí, lucha por mí, está dispuesto a servirme y a facilitarme lo que me pueda hacer feliz de verdad.

Él quiere, como Felisa para Rocío, hacerme fuerte y desea estar a mi lado, sentirme y que yo lo sienta. Me doy cuenta que el padrenuestro no es un rito, no es una oración de memoria o repetida, es la clave de una relación filial y confiada, amorosa y entregada, llena de confianza y cubierta de voluntad salvífica, pan fraterno, comunidad del perdón, liberación de los males, apertura al futuro y a la esperanza, y eso desde la misma tierra y la propia historia. Pero si la conversación entre madre e hija me daba claves para comprender la oración con Dios, impresionante me parece la clave de sus brazos abiertos en cruz en la cama del hospital para comprender el camino de la pasión hacia el calvario, en la tensión de vida y la muerte, en la tristeza de la posibilidad del morir, en la dejación de toda la confianza en el corazón de un Dios de la vida, cuando se ven señales de muerte que agotan.

 Recuerdo su confesión viva: “No quiero morir Pepe, quiero vivir, tengo mucho que hacer, acompañar…sé que hay millones de personas que están en el calvario del hambre, de la guerra, del sufrimiento… que también me puede tocar a mí, pero hay una fuerza interior que me hace luchar denodadamente por vivir. Si Dios me lleva lo acepto y me entrego, pero mi voluntad ahora mismo es la necesidad de seguir luchando. A veces, siento la tentación de abandonar, pero no puedo, el amor me fuerza a seguir luchando y estaré así hasta el momento último, hasta expiración si llega. Me moriré luchando, amando. Estoy rezando, yo sé que pido un milagro y lo pido, no puedo no pedirlo. Ya estoy agotada y me faltan fuerzas para rezar, pero estoy poniendo a todo el mundo a pedirlo.  Me acuerdo de Jesús y su oración en el huerto, que pase de mí este cáliz…y cómo les pedía a sus discípulos amigos que oraran con él y por él.

Desde ella y su vivencia, su testimonio, entro en mi vida ministerial hoy, en el momento que vivo y lo que me planteo y me reviso en mi ser orante, cómo oro ante Dios, así como la llamada a caminar con Cristo en su proceso de pasión por la humanidad, en su entrega por amor hasta el último suspiro de expiración, para entregar el espíritu.  Deseo orar, respirar en el Padre, vivir en él y contarle todo para escuchar su Palabra de un modo nuevo y mostrarme disponible para lo que él quiera, no tendría culminación mejor el ejercicio de mi ministerio. Sólo desde ahí tendré la fuerza para adentrarme en la pasión que nos despoja para entregarnos a los hermanos, dando vida, compartiendo todo, siendo pan para los demás, especialmente para los que más sufren y nos necesitan. Es todo un misterio, pero si Felisa lo está viviendo de esta manera y yo lo estoy viendo tan claro en ella, seguro que ahí está la revelación de lo que Dios quiere en estos momentos. Me impresiona el amor de Dios en el amor y la lucha de Felisa. Se lo decía antes de venirme, te admiro, estoy aprendiendo de ti, lo estás viviendo de un modo único, eres ejemplar, te quiero.

Si te quieres unir a la oración:

Padre Nuestro