La ley del aborto a los 16 años

La ley del aborto a los 16 años.

Este es un tema sobre el que hubiese preferido no escribir. Sin embargo hoy, mientras pedaleaba en mi bici por las carreteras de esta tierra, bajo el sol, en la soledad, le he ido dando vueltas (es lo que tiene la soledad, en cierto modo como la pobreza: pueden ser creativas, mientras que la riqueza puede atontar). Y “he caído en la trampa”, decidiéndome a expresar mi opinión, la de un médico que intenta, con mayor menor acierto, proseguir al carpintero de Nazaret. Ello muy posiblemente no me hará popular en mi medio, pero seré fiel a mi conciencia. Ya les dije que en mis naufragios han sobrevivido el médico y el cristiano, no puede existir el uno sin el otro, por lo que en este post se mezclan conceptos médicos y muchos más de lo que considero ética cristiana.

–         esta ley, como otras de este gobierno, es una pura y vulgar añagaza o “globo sonda”, que busca distraer, despistar y confundir a los ciudadanos suscitando un acalorado debate al tratarse de un tema de calado ideológico (saben que lo producirá y que morderemos el anzuelo como tontos, al menos a quienes nos preocupa la vida humana, aunque sea desde posiciones distantes y distintas) para que la gente ignore el problema real, cual es la situación económica, potencialmente explosiva. Me recuerda a la de los matrimonios de homosexuales y lesbianas. El problema es que aquel debate no mataba a nadie, sin embargo éste es potencialmente letal para el no nacido. Por eso digo que la intención del gobierno sacando ahora esta ley es espuria y torticera. Como dijo el carpintero al que pro-sigo, “si miento muéstrenme en qué”. Si lo que digo es difamatorio, hay leyes contra el libelo.

–         Estas leyes (aborto a los 16 años, matrimonios homosexuales) son leyes dañinas e innecesarias porque suscitan debate sobre problemas minoritarios y en absoluto urgentes de resolver (ya hay una ley del aborto vigente, gustará más o menos pero es la ley, se cumple y se respeta, al fin y al cabo la aprobó el parlamento). Y además son potencialmente explosivas, como la de la “memoria histórica”, que tal vez hubiese tenido sentido hace años, pero no creo que lo tenga ahora, cuando los que sufrieron la guerra, o han muerto, o han perdonado.

–         Ya dije en otro post que el dios “poder” (al contrario que el Dios de Jesús) exige sacrificios humanos: tal vez el producto de un legrado uterino lo sea. Lamento ser tan franco, pero he visto muchos en mi vida y no son bonitos de mirar.

–         Si no me escuchan a mí o me descalifican de entrada porque soy creyente en el Dios cristiano, escuchen a personas más cualificadas y mejores que yo: “Nada hay tan importante como la vida humana, como la persona humana” (monseñor Romero, antes de su muerte martirial); “no matarás” (libro del Exodo).

–         ¿por qué y desde dónde desprecian e ignoran a quienes argumentamos citando la Biblia? En su estulticia y mala voluntad ignoran que con ello no es que desprecien a la Iglesia católica (que de cualquier modo no es un todo homogéneo, como asiduamente quiere hacer creer Antonio Gala en su columna de “El mundo”): es que desprecian una sabiduría milenaria que ha ayudado a vivir a gran parte de la humanidad, heredera de tradiciones ancestrales, como las mesopotámicas; los diez mandamientos, los consideremos sagrados o no, son normas de convivencia de unas tribus en el desierto, sin las cuales su supervivencia no era posible. ¿Qué normas de convivencia proponen a cambio?. Desprecian lo que ayudó a vivir y morir a los mártires y a los santos, los auténticos rostros de la Iglesia, entre ellos monseñor Romero (obispo no neutral, subversivo y profeta, preclaro cristiano y preclaro salvadoreño), así como a Martin Luther King y a Mohandas Gandhi (quien dijo: “soy indio, soy musulmán, soy judío, y soy cristiano”): profetas, hombres de Dios y modelos de identidad para creyentes y no creyentes, que bebieron en las fuentes de las sagradas escrituras de las distintas religiones (la Biblia, el Ghita, el Corán) y entregaron por ello su vida. Desprecian también a Rabindranath Tagore, poeta indio, quien dijo “cada niño que nace nos dice que Dios aún cree en el hombre”.

–         Si no me escuchan a mí, escuchen a alguien mejor y más cualificado que yo, como Leonardo Boff (teólogo de la liberación, perseguido por sus ideas, perteneció a los franciscanos), quien hace el siguiente análisis: “Si la ética de las religiones, que animan valores, dictan comportamientos y dan significado a la vida de gran parte de la humanidad no les convence, acepten la ética de la razón, presente en todos los seres humanos, tal como propusieron los filósofos griegos: a las normas que rigen la vida personal las llamaron ética y a las que presiden la vida social las llamaron política. Por eso, para ellos, la política es siempre ética. No existe, como entre nosotros, política sin ética”

–         ¿No será que carecen de ética? ¿No será que su ética es, en realidad, estética? (por eso a mí me dicen que cuide las formas, cuando lo que importa es el fondo). ¿No será que su única ética es la del deseo, que en el capitalismo adquiere el afán de realizar “todos” los deseos sin cuidar las consecuencias, que en último término puede poner en peligro la especie y destruir el planeta?.

–         Aún más: en mi opinión -por supuesto opinable y discutible- traicionan a Pablo Iglesias y a Julián Besteiro, hombres cabales y sin falsedad, así como a socialistas y comunistas honrados, que lucharon contra un régimen dictatorial y no obtuvieron a cambio más que la cárcel, la tortura o el exilio. No me imagino a estos hombres decentes promulgando una ley así, lo digo de todo corazón.

–         ¿Qué quiere decir que “la mujer decide sobre su propio cuerpo”?. Que yo sepa, si la naturaleza hubiese querido que la hembra de la especie engendrase sin participar el varón, las hubiese hecho hermafroditas. Luego el embarazo y parto son cosa de dos, aunque la naturaleza ha hecho a la mujer la continuadora de la especie. Además, ¿por qué ser libres para abortar a los 16 años y no a los 11 o a los 12, cuando se produce la menarquia y la mujer ya es capaz de concebir?.

–         Les ruego que no entren en el resbaloso terreno de cuándo comienza la vida, de si el embrión es un ser humano, si lo es el cigoto, o el feto, etc. No soy un hombre de laboratorio ni quiero serlo. Pero si dicen defender “la vida” (y el Dios cristiano es el Dios de la vida) y defienden los árboles de la Amazonía, las focas del ártico (lo cual está muy bien, todos los seres vivos son sagrados, la Madre Tierra es un todo, si no nos damos cuenta de eso antes o después pereceremos como especie), ¿cómo son capaces de inmolar una vida humana, en potencia o en acto, o incluso una sola célula de la que nacería un ser vivo?

–         ¿Dónde están los que decían “no en mi nombre” cuando la malhadada guerra de Irak? ¿Un feto/cigoto/mórula español es menos digno que un niño iraquí? ¿No comprenden que hay que defender “toda” vida de veras, incluyendo los árboles, las focas, los niños saharauis, el Africa subsahariana, los tres cuartas partes de la humanidad que se mueren de hambre -se lo dice un médico que ha tenido en brazos niños de nueve meses y dos kilos de peso-, las especies en peligro?. Incluso si piensan que nada hay sagrado, aceptarán que los seres vivos, animados o inanimados, nacidos o no nacidos, merecen un respeto y una oportunidad a una vida plena.

–         Termino con un llamamiento a los militantes y simpatizantes honrados del partido que gobierna, especialmente sus cargos públicos y quienes ostentan posiciones de cierto poder o responsabilidad: no condenar esa ley es hacerse cómplice de la misma, y es una ley antihumana y antinatural (ninguna especie elimina a sus crías). Del mismo modo que, en la década de los 80, muchos dijimos que la deuda externa de los países pobres era (y lo sigue siendo) “un imposible económico, un imposible político, un imposible moral y un imposible teológico” (y me atrevería a ampliar, ya en el siglo XXI, un imposible ecológico e incluso cosmológico), ahora decimos que esa ley es igualmente inmoral. Les ruego que no miren para otro lado, amparándose en el fondo en lo que en la tragedia Argentina de los 80 se llamó la “ley de obediencia debida”. Si están de acuerdo con ella, adelante, sus razones tendrán. Pero si no están de acuerdo, exprésenlo, aunque con ello pongan en peligro sus puestos políticos o su prestigio. Háganse la pregunta más profunda que puede hacerse un ser humano: en qué dios creen, es decir, a qué dios adoran, si al Dios de la vida o al de la muerte. Porque, en el fondo, creo que es lo que está en juego en esa ley-señuelo de su partido. Se lo digo con el mayor respeto, sabiéndome lleno de defectos; al fin y al cabo soy un ser humano. He amado mucho y también he sufrido mucho. El sufrimiento, si no te convierte en cínico, te hace compasivo, lo cual es bueno para un médico. Podrán decir de mí que a veces soy áspero, exigente, ¿prepotente?, ¿doctrinal?, que mis “formas son poco adecuadas” (¿para quién, para qué, según qué criterios?). Pero no podrán decir que callé cuando creí que había llegado el momento de hablar.

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