“Ecce homo”

Lo dice Pilato señalando a un hombre roto tras una flagelación romana: “Aquí tenéis al hombre”; “este es el hombre”; “he aquí al hombre”, según los diferentes traductores. ¿Qué aspecto debe tener un hombre tras ser azotado por legionarios romanos? La película de Mel Gibson es muy cruda pero bastante fiel a lo que debía ser esa forma de tortura.

Hoy, 20 aniversario de a matanza de la UCA, como tantos otros cristianos, contemplo las fotos de los mártires boca abajo, veo a José María Tojeira, con su guayabera blanca, entonces provincial jesuita en Centroamérica, y mi mente se llena de recuerdos.

Me recuerdo a mis 26 años, cuando visité la UCA, entonces joven médico y joven estudiante jesuita, lleno de ilusión y ganas de trabajar. Recuerdo a cada uno de aquellos hombres que saludé y a muchos otros desconocidos para casi todos, no sólo en El Salvador, también en Honduras, agentes de pastoral, agentes de salud, los primeros en ser asesinados, sus cadáveres desfigurados arrojados a las quebradas, por centenares y miles. El pueblo pobre, sin valedor ninguno, sin voz salvo la que les prestó por un tiempo monseñor Romero (“la voz de los sin voz”), sin nadie que argumentase en su favor, como “ovejas llevadas al matadero”. Sin embargo, la comunidad internacional reaccionó vivamente ante el asesinato de Ellacuría, un profesor universitario, un intelectual, también un hombre justo. De repente se dieron cuenta de que en El Salvador se masacraba a gente inocente, tuvieron que morir hombres con doble nacionalidad o nacidos en el primer mundo para que ese mismo mundo dejase de mirar hacia otro lado.

Yo lloré su muerte, pero no sólo por ellos: sentí el dolor de la falta de sentido en mi vida. Habiendo abandonado la orden de los jesuitas, de la que había sido estudiante durante cinco años, en 1989 era residente de medicina interna en un hospital catalán. Durante cinco largos años carecí de norte, buscando un para qué perdido, recibiendo en ocasiones un amor que no podía devolver, porque mi interior se hallaba yermo. Tal vez no haya nada más doloroso para un creyente que la ausencia de amor, que la imposibilidad de amar a nadie. Una noche de soledad pensé en el equipo quirúrgico que guardo en mi maletín de médico, en las hojas de bisturí, como modo de terminar con una vida que me resultaba insufrible. A veces hace falta más valor para vivir que para morir. Todavía no sé que me detuvo, tal vez un recuerdo, tal vez un resquicio de esperanza.

Hoy, veinte años después, he recuperado la capacidad de amar perdida, he amado mucho y he sufrido mucho, quien no descubra que amor y sufrimiento son dos caras de una misma moneda no sabe todavía qué es amar de veras. Y todavía hoy, tal vez más que nunca, pienso y vuelvo a pensar, contemplo y vuelvo a contemplar, al modo ignaciano, al “Ecce homo”, “aquí tenéis al hombre”. Y me pregunto ¿quién es hoy el hombre? ¿Cristiano Ronaldo tal vez? ¿Fernando Alonso? ¿Rafael Nadal? ¿Obama? ¿El mejor científico, la mente más privilegiada? ¿Son el hombre los premios Nobel? ¿Los hombres que por ricos o poderosos son envidiados? ¿O tal vez Nacho Vidal, famoso actor porno?.

Yo les diré quién es el hombre: toda persona que cree que este mundo es la blasfemia de Dios y quiere cambiarlo, pagando por ello a veces con su vida, como los mártires de la UCA y tantos santos anónimos. El hombre que huye de la miseria, la represión política y la falta de oportunidades y cruza el Sahel primero y el Sahara después en un incierto viaje sin retorno, camino de la tierra prometida, entregando todo que posee para embarcarse en un frágil esquife que le lleve a las costas españolas, para perecer a veces en las negras aguas del mediterráneo a poca distancia de la playa con la que soñó. O la mujer que abandona los arrabales de San Pedro Sula y atraviesa primero Guatemala, después México, intentando cruzar el Río Grande; tal vez para acabar devorada por las alimañas tras perder un brazo o una pierna al tirarse de un tren en marcha nada más salir de Tijuana, o abandonada en el desierto por “el coyote” al que pagó para que la ayudase a cruzar la frontera burlando “la migra”.

Otras veces veo “al hombre” en mis pacientes, asustados ante una enfermedad que desconocían y con un pronóstico incierto, conviviendo en su interior coraje y miedo, esperanza e incertidumbre.

Miren a su alrededor y pregúntense quién es el hombre. Seamos honestos y respondámonos si se parece al que señaló Pilato o a otros modelos que nos proponen o que en el fondo nos gustaría ser. De la respuesta que nos demos dependerá lo que somos hoy y lo que podemos llegar a ser en el futuro.

 Todo esto se me ha ocurrido contemplando la foto de los mártires de la UCA, rostro en tierra, llorados por sus amigos, recordados hoy por casi todos. Se lo comunico tal como me ha venido, un tanto deslavazadamente, y les pido, como siempre, que rueguen por los enfermos y por quienes les cuidamos.

 Que el Dios cristiano, que acompañó en el martirio a monseñor Romero, Ignacio Ellacuría y tantos otros, nos guíe y nos bendiga.

4 Responses to ““Ecce homo””

  1. Aquí has traído a los mártires por amor y a los mártires por desesperación.
    http://www-org.elpais.com/articulo/sociedad/Buenos/propositos/grandes/ausentes/cumbre/FAO/elpepuint/20091116elpepusoc_3/Tes
    Dejo el enlace de la cumbre sobre la alimentación que se celebra en la sede de la FAO, en Roma, cerca del Coliseo.
    Estamos ante una puesta en escena que completan el Coliseo y los mártires de hoy, porque nosotros, y nuestros gobernantes votados por nosotros, y nuestras confortables cañas y charlas, tienen su circo en las satisfacciones para ser felices. Ahora nos aplaudimos unos a otros en vez de aplaudir a los “morituri”; y, los que van a morir, lo hacen en silencio porque la cumbre de la FAO, con los países a medio gas (22.000 M. frente a 44.000 M. necesarios en tres años), no tiene herramientas ni vergüenza para materializarlo.

  2. Vengo del blog de Miguel Ángel, donde soy, quizás, la única visita no creyente, pero siempre bien afmitida, por suerte. Me ha impresionado tu entrada, con esos sentimientos y explicaciones tan humanas y profundas. Yo digo que el “ecce homo”, en efecto, es todo aquel que sufre, los que tú has nombrado, pero los otros, los que parecen triunfadores también son hombres, en el sentido de que no han sido apaleados ni toruturados, pero están aquí, con su vida también, quién sabe dónde mañana, y qué les reserva la vida, siempre tan ladina. Es un pequeño apunte personal, que no es que use como consuelo del tipo de que los grandes también caen, no es eso, sino en la consideración de seres humanos para todos, incluso para los que tal vez no merecerían el nombre ni el respeto.

  3. Siento ese dolor cercano y hoy mi Ecce Homo son los pescadores somalíes, intentando sobrevivir de la pesca con pequeñas barcazas, entre las milicias de su país y los atuneros de un llamado primer mundo, que esquilman sus riquezas naturales y les convierten en ciudadanos de tercera. ¿Quienes son los piratas?.

  4. Por cierto hace 20 años , yo estaba en Managua para dar un curso sobre el SIDA en el Dávila Bolaños, se suspendió toda actividad. En la pared de la UCA un letrero CRISTO VIVE.

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