Historia de la penicilina (I)
La mañana del viernes 28 de septiembre de 1928 el bacteriólogo escocés Dr. Alexander Fleming, que trabajaba en el ala oeste del hospital St. Mary de Londres, observó que un hongo azul-verdoso había contaminado una de las placas de Petri donde cultivaba la bacteria llamada Staphilococcus aureus, una de las más agresivas y que más infecciones causaba en el ser humano. Alrededor del hongo, sin embargo, había un halo de inhibición del crecimiento bacteriano.
El Dr. Fleming no tiró la placa a la papelera: como hombre meticuloso y metódico, cultivó el hongo y lo caracterizó como Penicillium notatum. De él obtuvo una sustancia que inhibía el crecimiento bacteriano, a la que llamó penicilina. Creyó que podía ser útil para aislar algunos otros microorganismos y escribió un artículo con sus hallazgos. También utilizó la sustancia en algunos colegas con infecciones, de forma tópica, con éxito desigual. Casi nadie prestó en ese momento atención a su publicación: la situación económica era precaria y no había dinero para la investigación (la gran depresión); Fleming era un bacteriólogo, no un químico, y no pudo purificar la sustancia; además, ningún otro médico en el hospital colaboró con él ni le remitió pacientes para tratar. Se sabe que influyó a algunos de sus alumnos (el Dr. Payne la utilizó unos años después pero no dio a conocer sus trabajos), facilitó el fármaco (que obtenía en pequeñas cantidades de forma absolutamente artesanal) a algunos colegas y abandonó su estudio en 1936.
Sin embargo, un hecho influyó en el desarrollo de la sustancia antimicrobiana descubierta por Fleming de modo que se convirtió en el antibiótico que hoy conocemos: la gran guerra mundial condicionó la necesidad de antibióticos. Los alemanes habían sintetizado las sulfamidas, de modo que los aliados necesitaban algo similar, no sólo como propaganda sino para salvar las vidas de los soldados heridos en el frente.
El equipo de Chain (químico alemán huido de la Alemania nazi) y Florey (médico australiano) en Oxford desarrolló la penicilina como medicamento antibacteriano, la utilizaron por primera vez vía sistémica (intravenosa) en un ser humano (aunque no lograron salvarle), la purificaron y dilucidaron su estructura química (obtuvieron 2 gramos de sustancia razonablemente pura). Comunicaron sus resultados en dos históricos artículos en la revista Lancet (en 1940 y 1941), continuaron su estudio (bajo secreto militar) en colaboración con unos 200 grupos de los Estados Unidos (públicos y privados) y todo ello permitió la producción industrial de penicilina, aunque hasta varios años más tarde no se aprobó su uso para personal civil. Con ello la penicilina se convirtió en el antibiótico que hoy conocemos.
El descubrimiento –inicialmente en apariencia de poco valor- de un microbiólogo modificó por completo la medicina:
– las infecciones bacterianas dejaron de ser tan graves y pudieron combatirse eficazmente: sin la penicilina muchos de nosotros no estaríamos hoy aquí, hubiésemos sucumbido a neumonías, meningitis, fiebre tifoidea, enfermedades previamente letales y que resultaron tratables
– se salvaron millones de vidas durante la guerra mundial y después
– la historia del inicio de la llamada “era antibiótica” es nuestra propia historia como seres humanos y como médicos: algunos de ustedes recordarán su uso (y abuso) en inyecciones intramusculares en nuestra infancia, las primeras dosis que llegaron a España de estraperlo vía Portugal, la aparición de nuevos antibióticos a raíz del descubrimiento inicial.
– y como toda historia, no es solamente narrar hechos pasados, sino sacar de ellos lecciones para el presente y el futuro
Por el descubrimiento de la penicilina Fleming, Chain y Florey fueron galardonados con el premio Nobel de Medicina y Cirugía de 1945. Como dijo el representante del Instituto Karolinska en la ceremonia de entrega, en un tiempo en que la destrucción a través de los inventos del hombre había sido mayor que nunca en la historia (estaba muy reciente el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki), la introducción de la penicilina era una demostración de que el genio humano también podía salvar vidas y combatir la enfermedad.
En sucesivas entradas les contaré con más detalle quién fue Alexander Fleming y qué predijo sobre su descubrimiento. También intentaré que comprendan nuestra situación hoy con respecto a los antibióticos y qué enseñanzas podemos extraer.
Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos. Que tengan un buen día.
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