“Paseo por la resurrección y la muerte”
La vida en el hospital se ajusta mucho al título de un libro que escribió en la década de los 80 un jesuita tras visitar Centroamérica: “Paseo por la resurrección y la muerte” (Nicaragua y El Salvador respectivamente). Aquí experimentamos vivencias de ambas con frecuencia: se da la resurrección cuando hay mejoras, en los avances de los pacientes en su proceso rehabilitador, que tanto animan a los familiares. Y la muerte se vive en los retrocesos, las complicaciones que surgen o en las muertes reales, esperables o no tanto. Aunque en este hospital no son muy frecuentes, posiblemente aumentarán en el futuro porque los pacientes son cada vez más mayores y con más patologías añadidas a la lesión medular.
Nunca es fácil ver morir a un paciente: tras días de convivencia desarrollas un buen número de lazos, con ellos y con sus familias. Además la muerte siempre “toca” nuestra propia finitud, nos hace conscientes de nuestros límites como médicos y como personas. Todo fallecimiento tiene un mensaje del que se puede aprender, así me lo explicó un maestro de novicios y así lo aprendí, y he intentado extraer enseñanzas –médicas y personales- de todos los pacientes que se “me” han muerto. De hecho el fundamento de la autopsia, del examen post-mortem no es legal sino clínico y científico: los muertos enseñan a los vivos, para que éstos puedan ayudar a otros vivos. Recuerden esto que les digo si alguna vez deben tomar una decisión sobre autorizar una autopsia de un familiar o una persona querida. Del mismo modo que la donación de órganos o del cadáver tiene una extrema utilidad (en el primer caso para otras personas, en el segundo para la investigación y la docencia de la medicina), así también la autopsia lo tiene.
Otra cosa que tiene el paso de los años en la vida de un sanitario (en el mío concreto) es que se poseen más experiencias vitales que te permiten comprender mejor a tus pacientes: por una parte las propias enfermedades y “goteras” que van apareciendo; por otra, las de personas queridas, en mi caso los problemas de salud de una joven miembro de mi familia, que mucho han hecho sufrir a sus padres. Tras las propias experiencias de sufrimiento se comprenden mejor las de otros.
Por lo demás, aunque aquí la vida aquí transcurre algo ajena a las vicisitudes del mundo exterior, muy centrada en tratamientos y exploraciones, los recortes sanitarios nos afectan como a casi todos; además vemos con preocupación la lucha política en el terreno sanitario (que no debería ser demasiado ideológico y sí muy técnico) y la confusión que existe en espera de quién va a gobernar y con qué margen de maniobra. Y nos llena de indignación ver que se sigue ahorrando dinero en lo necesario y gastando en lo superfluo y sobre todo el derroche en que se ha incurrido en los últimos años y que mal remedio tiene ya, a nivel autonómico y estatal.
No sé si es vivencia compartida, pero este me parece un momento terriblemente confuso: la situación económica es rematadamente mala y no parece vaya a mejorar, hay descontento generalizado y una suerte de tristeza y frustración en el ambiente. Intento que esta especie de vibraciones negativas no afecte a mis pacientes ni a mi praxis, cada mañana cuando me dirijo al hospital rezo para que el Padre me ayude en mi actividad diaria. No resulta fácil ejercer en este ambiente enrarecido pero lo hacemos lo mejor que podemos en espera de tiempos mejores.
Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.
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