Confesiones de un médico

Pensaba escribir hoy sobre las “medicinas alternativas” (mal llamadas: en realidad son complementarias de la tradicional), pero lo dejo para otro día porque al llegar al hospital he encontrado a las señoras de la limpieza disgustadas y alteradas: no les han pagado la última mensualidad y han recibido una nota del gerente de su empresa (es una subcontrata) en la que les dice que no puede pagarles porque el sistema sanitario público les adeuda 7.5 millones de €. Mientras no cobren al menos parte la empresa no puede hacer frente a las nóminas.

La mayoría de ellas tienen hipotecas a las que hacer frente (como cualquier hijo de vecino), en algunos casos son el único sueldo que entra en la casa, el esposo en paro y a veces ya sin cobrar el seguro de desempleo, los hijos viviendo en la casa familiar y sin aportar nada o casi nada. ¿Cómo creen que pueden estar? 

No concibo esta situación. ¿Qué piensan los gestores de la sanidad pública? Son demasiadas las preguntas que se agolpan ante estos hechos, con el problema de que la mayoría quedarán sin respuesta.

 ¿Por qué una comunidad pequeña como ésta se ha permitido construir en los últimos años tres hospitales nuevos, en todos los casos en poblaciones de menos de treinta mil habitantes y a distancias inferiores en algunos casos a 50k de otro centro hospitalario de similar o mayor nivel? ¿Qué haremos ahora con unos hospitales que apenas funcionan y nunca responderán a las expectativas que generaron? ¿Por qué hay centros hospitalarios que hace cuatro años, antes de la crisis, tenían tres responsables de dirección y ahora tienen ocho sin haber aumentado su tamaño? ¿Por qué en ese engendro llamado productividad que el personal sanitario cobra una vez al año las cantidades son públicas salvo en el caso de los cargos directivos? ¿Quién decidió construir en la capital de esta autonomía un hospital desproporcionadamente grande a su tamaño y cuyas obras llevan tiempo al ralentí o totalmente paralizadas?

 ¿No es comprensible que estén indignadas las señoras de la limpieza de mi hospital, que no han cobrado sus salarios? ¿No debería estarlo todo el personal sanitario, que vio sus salarios reducidos y muy posiblemente comenzará a dejar de percibir algunos complementos que convierten un sueldo base insultante en algo más tolerable?

 ¿Qué margen de maniobra tendrá el nuevo gobierno autónomo? ¿Qué tendrá que hacer para poder pagar a los proveedores y los salarios de los trabajadores? ¿Quién responderá por el mal uso y abuso de los fondos públicos en las legislaturas previas? ¿Quién arreglará este desaguisado? ¿Qué tendrán que hacer las señoras de la limpieza para cobrar, inmolarse como los bonzos vietnamitas?

 La sanidad es un campo difícil: es caro y sub angelus lucis (bajo apariencia de bien), como diría San Ignacio, es fácil hacer demagogia: “todo” por la salud, cuando ese concepto nunca necesitó más definición y acuerdo que ahora. Bajo ese epígrafe (y otros muchos no sanitarios) se ha malgastado y se ha derrochado y ahora pagamos las consecuencias. De forma inmediata las señoras de la limpieza de este y tal vez otros centros (ciertamente no los políticos responsables de esta situación), a medio y largo plazo las pagaremos todos, como pacientes y usuarios, algunos como trabajadores de la sanidad.

Recen por los enfermos, quienes les cuidamos y por las señoras de la limpieza, ese colectivo sin el cual el hospital sería inviable porque se nos comería la basura (al menos la que se ve por los pasillos; la otra, la basura moral, no se erradica con una fregona y una escoba).

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