Confesiones de un médico

Durante los días que ha durado la Eurocopa de fútbol el país parece haber vivido una suerte de ensoñación colectiva, cuyo clímax se alcanzó tras la final. Como aficionado al deporte he disfrutado con nuestra selección y sobre todo contemplando y escuchando a ese hombre mesurado y cortés que se llama Vicente del Bosque, en quien además parece intuirse esa sabiduría profunda que sólo concede el apreciar qué es lo realmente importante de la vida: tal vez tener un hijo con síndrome de Down le ha enseñado algo de eso. No lo sé, a mí el sufrimiento propio y el ajeno me han enseñado mucho. 

Intento entender qué ha ocurrido y comprendo que este país vive encajando malas noticias y peores realidades, así que tener algo de lo que enorgullecerse, aunque sea de lejos, es una ayuda: tal vez el resto de Europa nos vea con otros ojos, no solamente como una panda de derrochadores, porque no veo de qué otro modo puedan vernos cuando día tras día se destapan numerosos casos de corrupción y derroche de los responsables públicos. Que eso exista también en otros países no sólo no consuela, sino que más bien aumenta el asco y la indignación, teniendo en cuenta que nos ponemos al nivel de países de los así llamados segundo y tercer mundo, cuando creíamos pertenecer al primero (si eso era bueno o no, no lo sé, pensábamos que sí).

Pero la Eurocopa pasó y volvemos a la (dura) realidad, en el caso de mi hospital con nuevos rumores sobre despidos de personal interino, que parece se harán ciertos el día quince de este mes, ignoro si me tocará a mí, ya se lo contaré. Otra realidad a afrontar es el hecho de camuflar la incompetencia bajo la crisis, sería interesante analizar cuántos casos de éstos se están dando: con la coartada de la crisis se justifica cualquier decisión o maniobra, por torpe, inadecuada o groseramente hecha que sea. Y finalmente constatar el irrespeto con que se procede, sin contar con nada ni con nadie, quienes toman las decisiones escondidos tras la anónima realidad de los números, todos a merced de los fríos cálculos de la economía. No ya con los sindicatos (que en el caso del estamento médico al que pertenezco no resultan en absoluto representativos y que han callado durante años), sino con los responsables clínicos, que podrían en muchos casos aportar ideas sobre medidas prácticas de ahorro y distribución más lógica de recursos humanos.

Finalmente compartir con ustedes la tristeza por la muerte traumática de la sobrina de una buena amiga, en el contexto de una familia golpeada en los últimos meses por la desgracia: primero perdieron un hermano joven por un cáncer, luego un sobrino por una enfermedad neurológica degenerativa, ahora esta muchacha, hermana del anterior. Demasiado dolor en demasiado poco tiempo, les ruego que recen por esta familia, así como por los pacientes y por quienes les cuidamos.

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