Confesiones de un médico

Si sigo viviendo para ese día (todavía quedan horas y la vida humana es un bien muy contingente), estaré en mi hospital. No me esperen en esa la huelga: yo trabajaré e intentaré hacerlo lo mejor que sé. Por ello cuidaré de mis pacientes y ese día daré clase a los médicos en formación de mi hospital. Intentaré convencerles –y demostrarles- que un uso juicioso de los antibióticos de que disponemos es lo mejor para todos: para estos pacientes nuestros de ahora, para los del futuro, para la comunidad en la que vivimos y para el sistema sanitario y la sociedad en general. Para ello hay que aplicar lo aprendido ya en tercero de medicina, olvidado por la mayoría de los médicos: el antibiótico de menor espectro, por vía oral si es posible y más económico, en el caso de que el laboratorio nos demuestre que existen varias alternativas.

Y no haré huelga porque estoy convencido de que no conduce a nada ni es buena para el país, por más que esté de acuerdo con reclamaciones que se hacen en ella y en desacuerdo con un buen número de actitudes y decisiones de los políticos y sea bueno demostrar el descontento. Además no creo en los convocantes: los sindicalistas se han distinguido por no hacer nada por este país durante más de una década, de hecho son una carcoma y un cáncer, parte de la tela de araña que describía en mi entrada anterior. No son una solución, son parte del problema, exactamente igual que los políticos. Van en el mismo cesto.

Me parece que en el sistema sanitario hay dos tipos de personas: quienes denuncian su “desmantelamiento” (aunque en realidad no sepan de qué hablan, porque hasta ahora ningún paciente ha quedado sin atender, ni se han dejado de aplicar tratamientos que salvan o al menos prolongan la vida y la hacen más tolerable, otra cosa son los trabajadores del sistema sanitario, por completo diferentes a los pacientes) y quienes esperamos acontecimientos, algunos convencidos de que lo que había no era bueno (aunque sí cómodo). Me pregunto si no se están defendiendo privilegios (días de libranza, salariales) y se teme un mayor control del rendimiento y del trabajo. Otro tema es que la racionalización de unos recursos que son limitados y además escasos se haga mal, torpe e irrespetuosamente, tal como se está haciendo: en eso estoy completamente de acuerdo, lástima que quienes deberían argumentar en nuestro favor (en nuestro caso básicamente los colegios de médicos y las sociedades profesionales), no hagan prácticamente nada. Comprendo pues que los médicos de Madrid se constituyan en plataformas y asambleas y luchen por lo que consideran justo. Pero lo otro, el argumentar sobre lo bueno que era “el todo gratis” y lo malo que es tener que pagar un euro (cuando mucha gente gasta mucho más que eso en ropa, cervezas, etc) por receta, eso me huele a chamusquina 

Eso sí: si un día deciden prescindir de mi plaza y de mi trabajo y eso no tiene remedio, no me quedaré parado ni lamentando mi mala suerte: estoy convencido de que no me costará encontrar otro, casi con toda seguridad fuera de España, en el Sur. Para emigrar hace falta coraje, decisión y certeza de la propia valía: si llega ese momento, espero que Dios me ayude a encontrar en mi interior todo eso que necesitaré.

Por todo eso el día 14, si quieren encontrarme, ya saben dónde estoy: en mi hospital y de guardia.

Recen por los enfermos, por quienes los cuidamos y por este país.

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