Vacunas
Llegan noticias esperanzadoras sobre una posible vacuna para la malaria. Esta es la “reina” de las enfermedades tropicales, las personas que viven en esas regiones del planeta lo hacen bajo la constante amenaza de la infección por el parásito que produce la enfermedad, del género Plasmodium. No sólo depende del clima: se contrae por la picadura de un mosquito, de modo que se necesitan las condiciones para que éste viva: humedad, aguas estancadas … en cierto modo es una enfermedad influida por la pobreza: con condiciones adecuadas de disposición de las aguas residuales su incidencia disminuiría grandemente. En España tuvimos malaria (también puede llamarse paludismo) hasta 1964 y de hecho en algunos lugares como la Albufera de Valencia encontramos el tipo de mosquito que podría transmitir la enfermedad. Quién sabe si con el calentamiento global volveremos a tener malaria en nuestro país.
El intento de buscar una vacuna para esta enfermedad comenzó hace varias décadas. A finales de los 80 y principios de los 90 publicó sus trabajos el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, el caso peculiar de un hombre que decidió investigar siempre en su país, Colombia, salvo unos años en España. Tal vez por ello no dispuso de muchos medios y fue siempre visto con desconfianza por los científicos del norte. Su vacuna, enteramente sintética, quedó finalmente en una vía muerta, pero abrió caminos a la investigación, en algunos casos con científicos españoles.
Ahora los norteamericanos comunican algunos resultados esperanzadores en voluntarios sanos, pero queda un largo trecho hasta demostrar su utilidad clínica: no tiene nada que ver el trabajo de laboratorio con el medio concreto tropical y en grandes poblaciones, sobre todo en niños menores de cinco años, en quienes la mortalidad por malaria es mayor. Es posible que “nunca” dispongamos de una vacuna cien por cien eficaz, tal vez sólo dé una cobertura parcial, pero eso ya sería un gran avance.
Todavía no disponemos de vacunas para las otras dos grandes enfermedades del tercer mundo, la tuberculosis y la infección por HIV. También existen en nuestro primer mundo, pero no son ni de lejos tan graves como en los países menos desarrollados. Ni disponemos de vacunas contra otras enfermedades que en cierto modo agravan las anteriores: la indiferencia, la ambición y la ineptitud. Estas patologías las encontramos en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, en nuestros políticos y gestores e incluso en la gente común, así como en los países del sur. Son endémicas de la especie humana y para ellas no hay vacuna ni casi defensa. Resulta difícil saber qué tratamiento puede ser útil: tal vez la cultura, quizás la educación, quién sabe si una percepción sana del hecho religioso y una apertura confiada al trascendente, a eso que algunos llamamos el Dios cristiano.
Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.
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