“Una orden inmoral, nadie tiene que cumplirla”

Cuando, aparentemente subyugados por la decisión de ayer del tribunal de Estrasburgo sobre las penas a los criminales (sobre todo los etarras), nuestros actuales gobernantes decían con voces plañideras que “había que cumplir la sentencia”, me acordé de las palabras de monseñor Romero en su penúltima homilía de veintitrés de marzo de mil novecientos ochenta: “Una orden inmoral, nadie tiene que cumplirla”.

Él se refería a la represión del campesinado salvadoreño por parte de los militares, allá por la década de los setenta. Ahora, más de treinta años después, sus palabras me siguen pareciendo enteramente válidas y certeras. Hay muchas ocasiones en que debe optarse por incumplir una orden o una ley. Es obvio que hay que asumir las consecuencias de esta decisión si ocurren, por cierto, no hubiese habido ninguna para nuestro país si los actuales gobernantes hubiesen decidido no cumplirla, por eso su inacción tiene mayor delito. Pero si las hubiere, es el precio a pagar por defender las propias convicciones ante lo que nos parece injusto. No hay nada raro en eso, todas las personas con convicciones lo saben y por lo general aceptan el reto en sus vidas.

Ahora nos encontraremos con gente abyecta y criminal campando a sus anchas por pueblos y ciudades. Con gente que hizo de la violencia más cobarde su oficio y su beneficio y que nunca se arrepintió de ello. No puede construirse una sociedad mejor con estos mimbres, sobre estas cenizas. Esto está más allá de recortes, estructuras sociales, debates identitarios o autonómicos. Cuando la frontera entre víctimas y verdugos, entre sufrientes y torturadores se difumina (al menos para la mayoría: hay pequeños grupos que apoyan y jalean a los verdugos, lo han hecho siempre), el olor a podrido se convierte en insoportable.

Por eso no es momento ahora de hablar de nuestro mundo sanitario, de un hospital nuevo y muy posiblemente disfuncional, de lo acontecido en un hospital misional o de lo interesante y didáctico que resulta trabajar en África. Es momento de recordar que, sin entrar en sutilezas filosóficas o semánticas sobre qué es moral y qué no, posiblemente muchos de ustedes estarían de acuerdo conmigo en que ante la decisión de Estrasburgo, cabía decir, como hizo monseñor Romero en sus días en sus propias circunstancias históricas y sociales,  “Una orden inmoral, nadie tiene que cumplirla”.

 Recen por los enfermos, por quienes los cuidamos y por este país.

3 Responses to ““Una orden inmoral, nadie tiene que cumplirla””

  1. “Una orden inmoral, nadie tiene que cumplirla”, por eso me niego a pedir la tarjeta sanitaria a un inmigrante, no me hice enfermera para “eso”.
    Monseñor Romero tenía coherencia y sabiduría.

    Un saludo.

  2. Las palabras de Romero son de vida ¡No te confundas!
    Las palabras de Jesús ante la adúltera son de vida ¡No te confundas!
    Las palabras del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo son de ley ¡No te confundas!
    No pedir la tarjeta sanitaria a un inmigrante ilegal no es de ley pero es de vida ¡No te confundas!
    Mantener indefinidamente a un preso ni es de ley ni es de vida ¡No te confundas!

  3. Magnífico comentario de mi tocaya (como casi todos). No te confundas!!!!

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