El lenguaje sobre el cáncer

En 1971, cuando los Estados Unidos de Norteamérica están comenzando a ser derrotados en Vietnam, el presidente Richard Nixon declara la “guerra al cáncer”. Con la inyección de billones de dólares en investigación comienza una batalla contra una realidad que quizás con el tiempo sí puedan ganar. Ignoro cómo se hablaba del cáncer antes de ese momento, tal vez ni siquiera se mencionaba por considerarse tétrico, lo cierto es que desde ese momento se instala en relación al cáncer una retórica plenamente militar.

No sé si hemos sido conscientes de este hecho, pero así es el lenguaje que se utiliza en oncología, en el día a día de la especialidad (en las consultas y los pabellones hospitalarios) y en las campañas de recogida de fondos (en el mejor de los casos se plantea como una carrera, como una competición que hay que ganar). Es un lenguaje abiertamente bélico, que en realidad pone de manifiesto algo parecido a que en nuestro interior se produce una guerra civil: de células sanas contra enfermas, de cirugía o quimioterapia contra la parte enferma, contra ese tumor que infiltra los tejidos como las patas de un cangrejo (por eso los griegos lo llamaron “cáncer”).

Es posible que haya personas a quien ese tipo de lenguaje les sea útil, pueda motivarlos y galvanizarlos, especialmente aquellos con carácter beligerante o tendente al mismo. Posiblemente no sea mi caso: a mí me cansa sólo con pensarlo. De acuerdo con otros, preferiría modificar las metáforas y acuñar algunas que fuesen menos agresivas. Tal vez pensar en mi organismo enfermo como un hospedero que debe invitar a marcharse a un huésped indeseado y que ya se demora demasiado. Pero aunque indeseado, quizás pueda aprender algo de él y del tiempo en que me vea forzado a convivir con él. O, en la línea de San Francisco de Asís –que no guerreaba contra la enfermedad o contra la muerte, sino que prefería una relación fraternal con ellas-, pensar como un jardinero que debe cuidar un jardín donde crecen preciosas flores y otras que no lo son tanto y debe intentar que las primeras florezcan entre las segundas, sin dejar que éstas las ahoguen.

Este tema, la “retórica” del cáncer, fue motivo recientemente de un programa en la BBC, que me hizo pensar sobre cómo nos relacionamos con esta enfermedad que puede ser tan cruel. Yo mismo utilicé ese lenguaje bélico durante un tiempo, para abandonarlo después. Ahora –con mis pacientes y conmigo mismo- prefiero emplear otro más amable, que no me lleve a contemplar la relación entre salud y enfermedad, entre organismo y células cancerosas, entre vida y muerte, como categorías enteramente enfrentadas. Ambas son parte de nuestro acontecer vital, no hay en ellas nada que escape a la naturaleza o a la comprensión, no pueden existir la una sin la otra, y la muerte al fin y al cabo es la forma natural de terminar la vida. Como la que espera ya mi madre, cansada a sus noventa y tres años, a la que visité este último fin de semana. Ojalá le llegue –a ella y a todos- como un dulce abrazo, como el recorrido tranquilo por un camino que nos lleva al Ser Supremo, a Dios, donde esperamos encontrar la paz y el bienestar que a veces no hemos conocido en vida.

 Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

2 Responses to “El lenguaje sobre el cáncer”

  1. No me había planteado nunca esta perspectiva sobre el cáncer, pero ciertamente además de sugerente puede ser enormemente revitalizante en la psicología y en la defensa de los afectados por él.
    Gracias, Ángel, por tu aportación.

  2. Así es, creemos que cualquier asunto que tenga un nombre-diagnóstico, decimos los sanitarios, es ajeno a la persona. “Eso” que nombramos enfermedad es nuestro, nos pertenece, como el color de los ojos o el de la piel, y está presente en nuestra vida para y por “algo”.

    También yo durante un tiempo nombraba a las personas que atendía por su diagnóstico, o por el número de su habitación, estaba atenazada por el miedo a la cercanía del sufrimiento y el dolor, no sabía entonces lo que se aprende de las dificultades, la riqueza que dan ciertas experiencias y el crecimiento que ofrece vivir lo que toca en cada momento.
    Ayudemos a comprender- a quien todavía no lo ha descubierto-que enfermar, o morir, son acontecimientos de la vida que suceden porque precisamente estamos vivos .

    Un abrazo

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