Reflexiones para después de una crisis (Ébola)

 Haim Herzog, presidente del parlamento de Israel, visitó por primera vez nuestro país en 1992, la primera visita oficial de un representante de ese rango. En su alocución a nuestro Parlamento, dijo una frase que me impactó: “No podemos cambiar el pasado; lo que sí podemos hacer es aprender sus lecciones”. Se refería a las tormentosas relaciones entre nuestro país y el pueblo judío, pero es aplicable a todas las facetas de la vida. Por ejemplo, ¿qué podemos aprender de la llamada “crisis del Ébola”?.

Para los políticos, la crisis del Ébola terminó el 2 de Diciembre de 2014, cuando nuestro país fue declarado libre de la enfermedad. Para los medios de comunicación, posiblemente había finalizado incluso antes. Que la epidemia real de Ébola haya infectado a más de 23.000 personas en África del Oeste y que muchos pacientes –a pesar de una aparente estabilidad en los números- sigan muriendo por la enfermedad, no parece tener mucha importancia. Sin embargo, varios meses después de aquellas semanas febriles quizás podamos reflexionar sobre lo que ocurrió y qué puede aprenderse para futuras situaciones.

Por ejemplo, pensemos en el pánico con el que se reaccionó: la gente tememos lo desconocido. El miedo en dosis mesuradas puede llevar a respuestas protectoras. En exceso, puede conducir a decisiones apresuradas y equivocadas. Si no recuerdo mal, el miedo condujo a una situación de quasi-histeria, aun cuando los riesgos reales para la población eran prácticamente inexistentes. Desde el miedo, los misioneros enfermos que fueron repatriados no se recibieron como se merecían, con compasión y admiración, sino con recelo. Y cuando la auxiliar enfermó, la situación escapó por completo de la lógica para entrar en lo demente.

Los políticos aprovecharon el pánico para torpedear a los adversarios, en vez de apoyar una respuesta saludable y con base científica. Claro que la inicial falta de liderazgo sanitario no ayudó en absoluto: entre otras cosas, pone de relieve que la ministra -que ya no está- era inadecuada y que la fragmentación de un sistema sanitario en 17 es un absurdo organizativo y tal vez epistemológico. En tiempos de amenaza real -aunque remota- para la salud pública, se necesita una respuesta pragmática y coherente, no 17 puntos de vista que se mueven según la proximidad o lejanía de los procesos electorales. Cuando se constituyó un grupo de personas expertas la situación mejoró: al menos hablaban desde la ciencia y no desde la histeria o el deseo de cobrar ventaja política. Al fin y al cabo, había directrices de la OMS y de los CDC, y aunque había lagunas en el conocimiento de la enfermedad-y todavía hay- también había bastante literatura científica y datos “duros” sobre las posibilidades de contagio y el manejo de los pacientes. Las autoridades deben educar a la población en circunstancias sanitarias donde pueda existir incertidumbre, y decir la verdad sobre lo que se sabe y lo que no: no fue así durante la crisis del Ébola.

¿Y los medios de comunicación? La aproximación de muchos de ellos suscitaba vergüenza, desde un sensacionalismo que fomentó el pánico general. En nada ayudaron a una respuesta razonable y razonada. Fabricaron portadas alarmistas y se concentraron en aspectos accesorios del problema, abdicando de su responsabilidad de informar y formar a la opinión pública. No consuela pensar que los medios de otros países (Inglaterra, Estados Unidos), se movieron en parecidos terrenos.

Respecto a la auxiliar infectada en nuestro país, parece claro que se contagió por un error humano (como cientos y miles de sanitarios en el foco de la epidemia, no hay nada nuevo ni especial en eso), y que no lo reconoció. Antes bien, ocultó los datos a los médicos que en primera instancia la atendieron, aumentando así el riesgo de nuevos contagios, y luego decidió demandar al gobierno de su comunidad autónoma. Ignoro en qué situación de los tribunales se encuentran esas demandas y si ha vuelto a su puesto de trabajo.

Finalmente, no me consta que los médicos que atendieron a los tres pacientes hayan publicado nada en la literatura científica. Curiosamente, sí lo hicieron -aunque como una “carta al director”, publicación que, aunque de interés, es de bajo nivel- los médicos de urgencias de Alcorcón, cuya experiencia fue infinitamente más limitada que los del Carlos III. Ello contrasta fuertemente con médicos de otros países (Alemania, Estados Unidos), que publicaron artículos extensos sobre el manejo de los casos que les habían llegado, lo cual resultó de gran ayuda para conocer mejor la enfermedad y su posible tratamiento.

¿Algo positivo? Tal vez la concienciación de que las enfermedades infecciosas todavía ocurren, que no tienen fronteras, que lo que ocurre en una pequeña aldea de un país africano puede acabar afectándonos a todos, y la creación de unidades especializadas en algunos hospitales, quizás de utilidad en el futuro.

En resumen, no creo que podamos estar orgullosos de cómo nuestro país respondió a la presencia del virus del Ébola en nuestro suelo. Ojalá en el futuro, si tenemos que afrontar un problema semejante -lo cual no será nada raro- sepamos hacerlo mejor.

Ya estamos en Marzo, el mes de monseñor Romero. En estos días y como siempre, recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.

2 Responses to “Reflexiones para después de una crisis (Ébola)”

  1. Me alegra ver publicado este sereno escrito después de algunos meses de la crisis del Ébola. Fue lamentable que algo así fuera utilizado como estrategia política. Esperemos que si volvemos a tener enfermos de ébola en este país, todos hayamos aprendido algo de lo vivido en agosto, septiembre y octubre del pasado año.

  2. Llevaba meses esperando una entrada tuya. También espero un comentario esperanzador sobre el justo reconocimiento de Monseñor Romero. Una alegría no nos viene mal
    Sigamos rezando por los enfermos y sus cuidadores.
    Un cordial saludo

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