Se acabaron las medicinas, comienza la cirugía

Se acabó el tiempo de las aspirinas, el paracetamol y el Valium®. Ya no vale la penicilina ni la gentamicina. Ninguna utilidad tiene la cortisona, el más potente antiinflamatorio que poseemos (casi siempre efectivo, aunque con múltiples efectos secundarios). Todavía resultan menos útiles las técnicas de psicoterapia, más bien son contraproducentes, porque con un paciente delirante no se argumenta, si se agita y se pone en peligro a sí mismo y a su entorno, se le contiene y se le seda, ese es el único tratamiento efectivo. No se participa de su delirio, a riesgo de que el propio terapeuta acabe demente.

Cuando la medicina fracasa, es el momento de la cirugía, a veces la única opción curativa, a pesar de la sangre que se derrama y del hecho de que suele resultar mutilante y traumática. Entran en acción los bisturíes y demás tipos de cuchillos, las pinzas con y sin dientes, las agujas y sondas acanaladas, la sierra y el martillo, a veces la fresa y el escoplo. El cirujano corta, amplía la incisión, liga vasos y nervios, cauteriza, abre abscesos, amputa miembros enfermos: la parte extirpada se examina en el laboratorio de anatomía patológica y luego se entrega al fuego. En el caso de la neurocirugía, la cavidad craneal o la columna vertebral se abren con instrumentos de disección y se intenta extirpar por completo el tumor maligno; después, se utilizan placas, clavos y tornillos para fijar las partes separadas, con el objetivo de dejar la zona lo más estable que se pueda. La cirugía pretende ser curativa, pero a veces deja secuelas gravísimas, lo veo a diario en mi hospital, cuidar pacientes que han quedado discapacitados de por vida tras un procedimiento es parte de mi trabajo.

En el quirófano se mezclan muchos olores: el de la carne quemada con el bisturí eléctrico, el de la sangre que corre, a veces el del pus que se extrae … la cirugía nunca es inodora, el que no quiera enterarse, que no entre en una sala de operaciones, renuncie a la opción quirúrgica y deje morir al paciente: para la cirugía hace falta un valor y un coraje que no siempre se poseen; ahora, por fin, parece que el Gobierno de la nación sí lo ha encontrado. No hay otra posibilidad si se quiere salvar la vida del enfermo, al menos tal como lo conocemos y lo queremos, y que además es todavía joven, dado que nació en 1978.

El momento de la verdad ha llegado: hay que extirpar de la sociedad catalana–a ser posible de raíz, cosa harto compleja- la soberbia, el desprecio a las leyes que permiten la convivencia pacífica de los españoles, el chantaje, la amenaza, el amedrentamiento de los no independentistas, el adoctrinamiento mentiroso y falaz, el expolio continuado de las arcas comunes (antes, durante y después de las Olimpiadas Barcelona-92, que pagamos entre todos y beneficiaron exclusivamente a una parte), en orden a subvencionar un aparato de subversión y propaganda; hay que intentar erradicar el delirio y la felonía de gobernantes y de una parte de la sociedad catalana, su insolidaridad, egoísmo y mala voluntad manifiesta hacia la mayoría, sacrificando la confianza mutua en el altar de un ídolo llamado independencia; hay que suprimir la manipulación permanente de los medios, instalados en una información torticera y falseada; la chulería constante y mafiosa de los radicales, que les lleva a discriminar entre “nosotros y ellos”, que conduce al segregacionismo de facto y de iure en el seno de la sociedad catalana, al insulto permanente a España y a lo español, a nuestra lengua y a nuestra cultura, a nuestros siglos de historia compartida y veraz; hay que aislar a aquellos que han pervertido el lenguaje (ver la excelente columna de Javier Marías en El País de ayer, “las palabras ofendidas”), llamando al mal bien, y al bien, mal, destruyendo así uno de los atributos que más nos humaniza, la capacidad de comunicarnos de forma eficaz y creíble… demasiados tumores para extraer en una sola operación, ojalá el cirujano tenga paciencia, destreza y valor en el momento de empuñar los instrumentos cortantes y la tijera: para ello cuenta con mi apoyo y el de muchos españoles de buena voluntad (porque quien en este momento grave de nuestra patria se instala en el lado contrario o en la tibieza, no demuestra buena voluntad y bajo apariencias en realidad desea destruir el país).

Deseo de veras que esta pesadilla catalana acabe pronto, y pueda así escribir sobre mis experiencias cotidianas de salud y enfermedad, sobre Uganda, pero la realidad contradice cada día mis expectativas: la urgencia y gravedad del momento no cesan de apremiar, y no quiero dejar de levantar mi voz para defender lo que considero bueno y justo. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos, y por España.

2 Responses to “Se acabaron las medicinas, comienza la cirugía”

  1. Tus buenos deseos de convivencia en paz no parece que se cumplan, estamos muy apenados por esta situación absurda y preocupados.
    No debemos perder la esperanza.

  2. Es verdad, para sanar, a veces, hay que cortar por lo sano. Ha llegado el momento en España. Ojalá la mano del cirujano no tiemble y “el enfermo” pueda volver a caminar. Recemos para que la operación sea un éxito.

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