Ante el terror de antes y de ahora, ni un paso atrás
La nota de prensa de los terroristas de ETA mueve a espanto: mete en el mismo saco a víctimas y verdugos, sacraliza el uso de la violencia más bárbara como medio de conseguir objetivos políticos y prostituye el relato de la historia y la misma historia interpretando el terror como consecuencia inevitable de un conflicto y la violencia como la respuesta adecuada por parte de un pueblo oprimido. Si bien todo esto es muy triste, todavía más triste es que una parte no pequeña de la sociedad española se crea esta patraña e incluso la aplauda; que se manifieste en apoyo de los violentos actuales, que no matan pero sí golpean, expulsan, anatematizan y amedrentan. No sólo eso: resulta atroz que a día de hoy esos comportamientos excluyentes y filoterroristas se perpetúen en Navarra y en Cataluña, donde los herederos de los que jaleaban a los asesinos de nuevo reproducen ese esquema de persecución encubierta o franca de quienes no comparten su modelo de sociedad. Es todavía más triste que todos estos comportamientos se permitan en el contexto de una autonomía suspendida.
Ante el terror de antes y ante el terror de ahora -en Navarra, en el País Vasco, en Cataluña-, de nuevo toca sufrir. De nuevo la sociedad civil deberá plantar cara y ofrecer a sus mártires, mientras quienes debieran defender valores sagrados como la misma vida antes, como el derecho a vivir en paz y a pasear en tranquilidad ahora, se ocultan tras jueces e instituciones, por falta de valor y de coraje. De nuevo tocará apretar los dientes y rezar, como hacía monseñor Romero ante la violencia en sus días, pidiendo fortaleza y valor, rogando por mantener los ideales altos de la respuesta no violenta, de la defensa de la justicia a pesar de las dificultades, los sufrimientos y los sinsabores cotidianos, escapando a la tentación del rencor y la amargura.
Recen por los enfermos, por quienes los cuidamos y por España.
A menudo la sinrazón se apodera de la sociedad o de determinados individuos. Hay que mantener la calma y la esperanza en que la cordura vuelve a imperar.