Qué dura es la enfermedad
Llevo gran parte de mi vida profesional ayudando a personas enfermas a aceptar y convivir con las limitaciones que la enfermedad les produce. Qué duro se hace encajar el cambio de la imagen corporal: el pelo que se cae, la pérdida de peso y de fuerza, la carencia de energía, quizás las cicatrices y deformaciones después de una cirugía … darse cuenta de que se pierde autonomía y se necesita ayuda casi para cualquier cosa, hasta para levantarse de un sofá. Aceptar que se depende de otros y que se necesita de otros, a veces para tareas elementales como lavarse y vestirse, alimentarse. Salir a la calle, dejar la cama o el sillón, se convierte en una entelequia: simplemente no se tienen fuerzas. Hacerlo en una silla de ruedas, la única opción posible, no es algo fácil de asumir cuando nos preocupa nuestra imagen, en una sociedad que rinde culto al cuerpo, al aspecto. No se pierde dignidad, pero no es sencillo percibir la dignidad propia cuando el organismo y las fuerzas fallan, por más que quienes rodean al paciente (familia, amigos), lo vean como siempre, nada ha cambiado salvo que necesita más ayuda que antes, el cariño es el mismo. Aun cuando teóricamente estemos convencidos de que no se es más o menos digno por estar enfermo, hace falta calidad humana para encajar las pérdidas y aceptar las nuevas necesidades, hay quien sabe hacerlo con amor y con humor, pero no siempre es fácil.
Que Dios nos ayude en circunstancias difíciles de enfermedad, propia o de personas queridas. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.
Estoy viviendo actualmente esa dura experiencia en la persona más próxima a mí y más querida. Es duro. Pido a Dios que me llene de paciencia y amor para compartir estos momentos. Recemos por los enfermos y por los que los acompañamos y amamos