Soledad habitada en la noche del Domingo
Ha abundado la gracia y la salvación.
Se acaba el día, la noche es cerrada y sin embargo siento la fuerza de la luz que me mantiene despierto y me anima a recoger, en el tono de una oración de completas, el “gracias porque al fin del día podemos agradecerte…” Lo último ha sido dar de cenar a mi madre, mirarla con intensidad y sentir sus ojos fijos en los míos, en una comunicación sin más mediación que el sentimiento profundo de la confianza y el agradecimiento mutuo. Poder acariciarla en el silencio y desear que no se vaya nunca, porque con esto basta para no estar solo, sino acompañado y bendecido, es el paso al sentimiento de oración de una soledad habitada, para poder hablar amando al Padre de la vida y del amor, que hoy en el evangelio se ha revelado con una función de compasión y consuelo, que busca con intensidad el “no llores” de los que se tragan las lágrimas del dolor y del sufrimiento, en muchas ocasiones muy callado y escondido.
El fin de semana ha estado plagado de la presencia de lo divino en lo humano, de todo lo que te hacer vivir sobreabundantemente con respecto a todo pecado, desilusión o desesperanza, a la vez que te impulsa amar la iglesia y seguir soñando el Reino en la noche, la intemperie, o la duda que provoca el riesgo del despojamiento no elegido. Sí, un fin de semana que hace entender que nada nos puede separar del amor de Dios, que el Reino es imparable y se realiza aun en la noche cuando parece que estamos dormidos. El sábado despertaba en Salamanca, donde había llegado viernes a la noche, acompañado de Álvaro – un estudiante miembro del equipo de Pastoral Universitaria en Badajoz-; nos recibieron Poli y José Vicente los delegados de Salamanca. Al poco llegó Pedro Luis Arias, un prohombre de universidad, fundamentado en su bautismo, cristiano adulto que sabe y vive de lo que es la verdadera pastoral universitaria.
A las diez de la mañana ya estábamos cantando y entrando en clima de oración, acogiendo el himno de la sabiduría, con un grupo de ochenta personas, profesores universitarios en su mayoría, que deseaban profundizar sobre un tema central: “ Cristianos en la universidad-cultura”. Abierta la jornada por el Obispo Carlos, Pedro Luis nos presentó el quehacer y el sentir de una verdadera Pastoral específica como es la que se ha de hacer en la Universidad. 
Tras diálogo y descanso me toco coordinar una mesa de experiencias de una profundidad de alto calado: El pintor, la poeta y el amante de la música actual, pop, rock… Todos con una cuestión de fondo, la presencia o ausencia de Dios en esos mundos. Yo me quedé extasiado con la riqueza de sus experiencias y sus aportaciones, cada uno de ellos hubiera dado para toda una jornada; es para rescatarlo y profundizar. La tarde nos llevó a visitas y conocimiento del arte en la ciudad y su conexión con el espíritu, yo estuve en el grupo de las esculturas en la calle; nunca había paseado de ese modo y con esa intención y nos pareció paradisiaco, acompañados por el artista Rafael. La eucaristía me volvió a lo entrañable de aquella edad juvenil, en que llegué con miedo e inquietudes profundas a la ciudad salmantina para ampliar estudios; fue en la capilla de Universidad Civil, de sabor tradicional puro, y nos presidió Olegario González Carvajal dándonos en su homilía una exhortación programática de ser y estar con vida en la universidad, para la Cristianía, la razón y el sentido pudieran encontrarse en el ecumenismo del amor y la esperanza, de lo verdaderamente humano.
Un festival de cientos de niños, coordinado por maestros y alumnos de la facultad, nos adentraron en la sabiduría del principito que tanto encierra de la trascendencia de humano, y de la sencillez de lo divino. Cena en pie con todos, y paseo de gozo nocturno por las calles y lugares queridos de Salamanca, para acabar en la cafetería Bécquer, que haciendo honor a su nombre, nos dio lugar para estar en lo entrañable, sin prisas, paz, serenidad y con fondo de la alegría comulgada por un día de sentido y definición verdaderamente universitario. Dormir y levantarnos temprano.
Autovía 66, dehesa extremeña, luz incansable, encinas firmes, nubes generosas, conversación profunda de Álvaro, lo que vive, sueña y se plantea. Un joven tan lleno de vida, que en su serenidad me siento empujado a vivir más y mejor, con muchos y siempre. 
Llegamos con tiempo de poder subir al presbiterio con mi compañero Paco, el templo a rebosar, los niños participativos, dando gracias, presentando a sus padres, sus catequistas, sus amigos… y al acabar – con una homilía emblemática y sentida del hijo único de la viuda levantado por Jesús- nos adentramos en el porche de lo divino que hace familia lo humano. Hoy en la parroquia mesa compartida, paella de solidaridad en pro de Etiopía, para que ellos tengan escuela y cultura.
Alimentos de una riqueza y variedad, propio de la comunidad que la forma, el espíritu no se quedó corto en la creatividad y en la variedad de lo que la gente aporta en la gratuidad de que todos nosotros somos de Cristo y él de Dios. Qué gozo esta iglesia que se hace comunidad y cercanía en el ámbito de la parroquia, cada día da más gusto estar y ser de ella. Seguro que se logrará que el Centro de Escucha que está en ciernes, se haga pronto una realidad palpable para que el corazón de esta parroquia sea más grande y, sobre todo, más auténtico.
Descanso breve, para gozar con la victoria de Nadal – no nos hubiera importado ver ganar también a Ferrer- y tras charlar algo con madre y hermano, salgo para la parroquia del Perpetuo Socorro.
Allí me esperan una decena de universitarios que están acabando en estos días sus grados de magisterio. Ellos llevan todo un año, semana por semana, tratando de acercarse al evangelio y a la persona de Jesús y su iglesia. La mayoría vivieron una infancia religiosa normal, llegaron a la primera comunión, pero después se dispersaron y cada uno tomó su derrotero, donde no se rechazaba lo religioso pero tampoco entraba como algo vital y normal; se convivía con ese ambiente y sentimiento pero sin decisión, ni entraba, incluso con fuerte crítica. Ahora cuando están acabando sus carreras, están viviendo un acercamiento al Evangelio, a Cristo y su Iglesia. Los ha acompañado Isidro, un joven –ingeniero químico que está acabando en estos días- que tiene verdadera vocación de apóstol y acompañante, con interpelaciones muy fuertes en su interior. 
Recibirán el Espíritu el próximo Domingo, y hoy hemos estado recuperando las característica fundamentales que ellos observan en cristianos de referencia para ellos, cristianos adultos y maduros, han salido cinco muy interesantes: experiencia, identidad y apuesta por vivir y entregar los descubrieron; Proceso y fundamentación del qué y por qué, a la vez que descubrimos lo que nos rodea y la sensación de habitado por aquél que nos ama; y esto se hace en soledad y a la intemperie en el caminar diario; el compartir y comprometerse; hacer iglesia, e implicarse en el mundo para que el Reino avance, siempre desde la contemplación y la celebración sacramental. Estoy ilusionado con sus procesos y sus personas, ellos ven claro continuar su proceso y formar un grupo de vida y acción.
El final del día, ha estado en la celebración de la Eucarístia, me he sentido cansado y poco solo, pero al entrar en ella he sentido la fuerza de la Palabra y me ha dejado obnubilado con esa promesa de vida sobre la muerte, y de capacidad de amar no a la fuerza, sino seducido por el Jesús de Nazaret; a quien buscamos y con quien queremos encontrarnos. 
Y ahora en el silencio de la noche, cuando ya los ojos no quieren darme más tregua y atacan sin piedad con la pesadez de sus párpados, yo bendigo al Padre de la vida, que no soporta los féretros, que levanta al joven para que viva, y que se empeña en que nadie llore a su alrededor, yo doy gracias de corazón por lo vivido y experimentado de Reino y de Gracia en las personas, los encuentros… Y pienso que esta fuerza de la vida y la resurrección, nadie nos la podrá nunca arrebatar, porque no otra cosa sino la manifestación de Dios que nos habita y visita con su presencia, y quiere ser acogido para que entremos en su casa, y allí recobremos la fuerza para poder seguir proclamando que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre, y su poder de amor está a nuestro alcance si sabemos aceptar su bendición comprometida. Y le agradezco todas las personas, gestos, conversaciones, escuchas, visiones, risas…que nos dan fuerza para seguir adelante.
