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Pues bien, después de estar una temporada corta en Mato Grosso, tuve la oportunidad de volver a Río de Janeiro de coche. Aproximadamente 2400 km. Después de atravesar  el parque nacional llamado Chapada dos Guimaraes, con un ecosistema llamado Serrado  del cual ya he hablado en otras ocasiones,  y deleitarnos con sus montañas y  sus impresionantes paredones, nos sumergimos durante horas por carreteras peligrosas, muy mal conservadas, llenas de camiones de carga que transportan principalmente soja y algodón. El paisaje es impresionante por la devastación. El Estado de Mato Grosso bautizado así por haber sido una región de vegetación tupida y fuerte, se ha quedado calvo. Sólo tierra desierta y latifundios de caña de azúcar. Zonas quemándose (práctica, discutible hoy en día, que se usa para preparar las próximas plantaciones). El ambiente está sequísimo y el aire lleno de humo pone las cosas difíciles, principalmente para los más débiles. El contraste es brutal cuando entramos en el Estado de Sao Paulo. El clima cambia, humedad y lloviznas. Frío. Todo verde.  Las carreteras son autopistas bien conservadas. Eso sí, hasta Río vamos pagando irremediablemente más de siete pedágios.

Como la vida da muchas vueltas, pues aquí me encuentro viajando de nuevo, esta vez hacia el sur. Estoy en la ciudad de Curitiba, en el estado del Paraná en donde hace un frío que pela. En este momento la mínima es de 8 grados, la máxima de 18. Esta urbe ya fue considerada la capital verde de América Latina. Con tres millones de habitantes es una de las que ofrece mejor calidad de vida. La mayor parte de la población desciende de inmigrantes europeos. Tienen un acento al hablar totalmente diferente de Río. Mayoría blanca, son los que han estado ocupando el estado de Mato Grosso para la explotación de la tierra. A cuatro horas de aquí, en la ciudad de Guarapuava (que quiere decir Lobo Bravo) viví los cinco primeros años. Pero ya os contaré. Debo reencontrar grandes amigos y conocer algunos trabajos que se realizan aquí con el pueblo Guaraní.  Pretendo pasar las elecciones municipales (el 5 de octubre) en medio de los bosques de araucarias, lindos pinos con forma de cáliz que componen el paisaje típico de esta región. Lejos de propagandas y promesas que nunca, de verdad, nunca se cumplen.

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