Trans-

Estuve escribiendo una historia sobre algunas personas invisibles, casi imperceptibles que me he ido encontrando en el nuevo trabajo donde me encuentro. Tanta ha sido la invisibilidad que se ha contagiado el ordenador y he perdido todo el sistema operativo. O sea, hablando en plata, han desaparecido todos mis archivos de repente. La tela negra se ha comido la luz. Un agujero negro repentino y austero, digo yo. Y como no hice la obligada copia de seguridad pues ya se sabe, la historia se ha quedado colgada, fluctuando, no sabemos donde. Así que se me ha ocurrido compartir con vosotros esta semana un cuentito que me llegó a las manos un tiempo atrás y que de muchas formas tiene a ver con lo que había escrito. 

Es innegable como ansiamos porque nos reconozcan. Buscamos esto a través de la riqueza, o del poder, la política… la palabra…. Es intolerable ser nadie. Algunos dicen que cuando nos tornamos tan comunes como el resto, cuando no ansiamos más por el reconocimiento, cuando podemos existir como si no  existiésemos, se produce un milagro. Me pregunto quien tendrá coraje de ser nadie voluntariamente. Tal es nuestro miedo. 

HISTORIA ZEN 

“Un cierto día  Bankei estaba trabajando en su jardín. Un joven que procuraba un maestro se aproximó y le preguntó:

–         Jardinero, dónde está el maestro?

Bankei sonrió y  respondió:

 –         Espera, atraviesa la puerta. Allí dentro encontrarás a tu maestro. 

Entonces el joven dio la vuelta y entró. Encontró a Bankei sentado en un trono, el mismo hombre que estaba cuidando el jardín, y exclamó: 

–         Por acaso estás de guasa? Sal de ese trono, es un sacrilegio. Es que no tienes respeto por tu maestro? 

Bankei salió del trono, se sentó en el suelo y le dijo: 

–         De esta forma haces que las cosas sean difíciles.  Así  no encontrarás el maestro, porque yo soy el maestro. 

El joven se fue. No podía creer que un  sabio trabajase en el jardín como una persona común.”

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