CLARITA (pequeño cuento o similar)

Clarita es negra como un carboncillo.

La habría ignorado pero lloraba alto. Tiesa delante de la puerta de clase, cogida a su bolsa azul y roja y a un muñeco pequeño que exprimía mano en pecho.

¡Como lloraba Clarita! lloraba negro

–          “Todos los días y sin motivo”, decía La educadora, “no se acostumbra conmigo, quiere a su madre, pero no puede ser, la mujer está encargada de la limpieza aquí en El centro y no da a basto.”

 Cuando se llora como Clarita no hay más nosotros,  es el llanto y sólo el llanto.

Alrededor mucho barullo, veinte niñ@s delante de las mesitas buscando entre las revistas todos los sentidos y la educadora gritando:

– “¿Quién ha encontrado un ojo?… ¡Jorge deja de hurgarte la nariz!”

Me acerqué a Clarita, le hablé dulce:

–          “Niña linda ¿por qué lloras?

–          Ella no respondió. La mirada más allá de la puerta y del trepidar de papeles. Insistí en la pregunta, cuando detuvo el llanto y entre angustia y angustia respondió:

–           “quiero a mi madre…”

Bueno, pienso yo, nada más fácil ya que ella trabaja aquí. En ese momento frente al ansia de Clarita pasa la madre, traqueteando con un balde y una escoba.

Calla Clarita, yo callo.

Clara negra como un carbón, no mira, no toca, no sonríe, no habla. Da la espalda. Huye por encomienda, para “no incentivar caprichos y tonterías, que hijos de funcionarias ya se sabe, da problemas, y no hay que dejar las cosas muy familiares, no Clara, que de esa forma uno arriesga el empleo”

La cuna templo está fria, como um iceberg.

Y Clarita con 5 años va buceando para el fondo de los océanos. Olvidada mira alrededor sin entender. Nadie explica. Paraliza. Ella aún no sabe nadar en los abismos, debe ser por eso que a veces balancea, balancea y todo el mundo comenta:

¡Mira! Como se mueve Clarita, debe ser un poco autista!

Balancea como un péndulo de esos relojes de pared antiguos que tanto me gustan. Como para acompañar el tiempo:

tic- tac,  fuera – dentro

tic – tac, tengo – no tengo

tic – tac,  locura – beso

tic – tac, pasa el tiempo, pasa el tiempo

¡pasa, pasa , pasa tiempo…!!!!

Balancea como meditación de rosarios, como mantra, como un péndulo de esos relojes de pared antiguos que ya no me gustan.

Vamos a bañarnos pequeñita que el agua posa el alma. Enjabono sus callos y trepaderas que se deslizan sin resistencia por la rejilla de la ducha.

Como enmudece Clarita, enmudece blanco.

Y convoco a la madre, a la directora de escuela, a dios mismo, para tronar el derecho de Clarita…

Con un guiño de la madre fue Clarita lanzada de nuevo para lo alto y la vi garabatear en las nubes con la punta del dedo la primera sonrisa, como un ratoncito que empuja ligeramente los mofletes para fuera y deja aparecer sólo dos dientes y un pico.

Con un beso de la madre Clarita festejó la carcajada y la vi empinando en las piezas de madera el verbo confianza:

yo confianza,

tú confianza,

ella confianza…

que desempañó a Clarita del blanco y del negro.

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