LA OTRA CRISIS

El jueves 12 por la noche ya se veía venir la onda de desgracias que nos traería el viernes 13. Llegamos a un barcito a tomar algo fresco después de un día intenso de discusiones, pactos y consensos. Brasilia es una ciudad artificial. Demasiado recta, ordenada y linear. Cada cosa tiene su lugar. Hay un barrio para los bancos, otro para  hoteles, otro para viviendas (localizadas por números y no por nombres), los ministerios todos juntitos, secura en el aire. En pocos años se ha rodeado de periferias pobres que han emborronado la pulcritud de semejante proyecto.

 Nada más entrar en el bar todo el mundo parado y atento a una pequeña televisión que retransmite en directo un accidente en el parking de un Shopping de una ciudad brasileña (Goiania). Un hombre desequilibrado ha robado una avioneta llevando secuestrada a su hija de cinco años y se ha matado con ella. Después noticias de matanzas arbitrarias en Alemania, EEUU. El rosario de la aurora.

Cuando terminan las noticias todos vuelven al ritmo del copeo y la atención se centra en un partido de futbol.

Es inevitable que en la mesa donde nos relajamos alguien traiga a tona el tema de la niña de 9 años violada y embarazada por el padrastro. El arzobispo de Recife, don José Cardoso Sobrinho ha excomulgado al equipo médico que le ha practicado el aborto. Una niña con menos de 35 kilos de peso. Los argumentos del arzobispo es que hay jerarquía en los pecados, unos más graves que otros. El aborto es mucho más grave que la violación infantil. Y parece ser que en esa lógica, la vida del feto es más importante que la vida de la niña. El arzobispo no se arrepiente, cree que es su obligación alertar al pueblo sobre los mandamientos de dios.

Se ha abierto en Internet una lista para firmar una carta  que será dirigida a la iglesia pidiendo la propia excomunión. Si es ésta la iglesia que nos excomulguen a todos.

Ivone Gebara, teóloga y filósofa ha arremetido en un artículo declarando el cisma de la iglesia actual. Esta jerarquia se está distanciando del alma del pueblo. Anacronismo en posturas filosóficas y éticas episcopales que impresionan y escandalizan. ¿Y estos son los que se juzgan responsables por la iglesia y pretender guiar el rebaño? Pues que lo sepamos, han perdido la cabeza.

Pedro Casaldáliga en una de sus últimas circulares hace referencia a las confesiones en “Coloquios nocturnos en Jerusalén”  del Cardenal Carlo M. Martini: “Antes tenía sueños sobre la Iglesia………..Hoy no tengo más esos sueños”. Pedro grita: “que no sea ésta una declaración de fracaso” y nos recuerda que existe la utopía.  Pedro con ochenta años, enfermo de Parkinson, con un ceremonial inmenso de amenazas de muerte y de persecuciones incluso dentro de su propia iglesia, nos grita la utopía, para que no la olvidemos, para que no se nos muera la esperanza:

 “…Haremos de la corresponsabilidad eclesial la expresión legítima de una fe adulta. Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas. La Iglesia será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la Buena Nueva: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura, samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad. Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: «No será así entre vosotros» (Mt 21,26). Sea la autoridad servicio. El Vaticano dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La Curia habrá de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida. La Iglesia se comprometerá, sin miedo, sin evasiones, en las grandes causas de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación. La política vivida por todos los cristianos y cristianas será aquella «expresión más alta del amor fraterno» (Pío XI).”[1]

No nos olvidemos, la iglesia somos todos. La crisis capitalista es también la crisis centralizadora de la jerarquía eclesial. ¿Perder la utopía? Nunca. Es la que nos ha hecho siempre caminar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[1] Para quien quiera leer otras cartas de Pedro Casaldáliga  http://www.servicioskoinonia.org/Casaldaliga/cartas/index.html

 

 

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