EL MILITANTE
Delgado y bajito. Tez morena y unos ojos absurdamente redondos y verdes, que cuando los abría con excitación parecía que le iban a saltar de la cara y provocarle una locura galopante. No hablaba en singular, siempre nosotros. Que si nosotros hemos hecho, que si nosotros pensamos, que si nosotros proponemos, que si nosotros sentimos… aunque fuese él solito el que se lo guisaba y comía. Parecía una especie de estrategia para ahuyentar al gran enemigo de los sueños populares: el yo. Cuando arribó en la ONG le acompañaban por lo menos dos o tres movimientos sociales. Los cargaba a todas partes con una fidelidad asustadora. Le asomaban guerreros por entre las orejas. No hubo forma, a algunos posesivos singulares y vanidosos de la organización les cayó mal desde el principio. Y le fueron disipando. Así se dispuso el militante a mirarlo todo con lentes de aumento. Destapó en poco tiempo unas mil contradicciones que definitivamente le impidieron querernos. Sin dulzura ya se sabe, se rompen los hilos sutiles que nos revelan y terminamos fluctuando desencontrados. A golpes de bastón y temporales, la militancia herida infectó el ánimo. No hubo forma, se declaró la exclusión y el destierro para todos. Perdimos el plural con un nosotros.
Hola,