Mujercitas
Esta temporada ha llegado una nueva versión del clásico Mujercitas dirigido por Greta Gerwing. A la popularidad de la obra han contribuido numerosas ediciones en papel enfocadas a un público juvenil y otras diseñadas para la televisión. Cuesta pensar en un espectador que no haya tenido ya algún encuentro con esta amable e imperecedera historia. ¿Qué puede aportar, por tanto, una nueva aproximación? ¿Se trata de uno de tantos remakes que, lejos de recibir un aprobado, generan una mayor devoción por el original?
De entrada, resulta curioso comprobar cómo, mientras las anteriores adaptaciones cinematográficas han sido conocidas a través de su prima donna (“la de Katharine Hepburn”, “la de Liz Taylor”, “la de Winona Ryder”), parece que esta pasará a la historia como “la de Greta Gerwing”, y no por ausencia de estrellas en el reparto. 
Este detalle da buena cuenta del carácter de autor de esta versión en la que Gerwing, que también firma el guion, plasma en imágenes lo que pretende ser una lectura en voz alta de la obra. Su voz se entrelaza con la de Louisa May Alcott, la autora del libro, para entretejer juntas un relato absolutamente fiel al original en el que, no obstante, resuenan discursos propios del momento que vivimos: la discriminación de género en el mundo laboral, la realización personal de la mujer al margen de las relaciones de pareja o la defensa de que no existe un único modelo de feminidad.
Si Mujercitas es una novela de éxito es, entre otros factores, por su capacidad de despertar empatía hacia unos personajes que representan diferentes modos de entender y afrontar la vida.
Meg es la mayor y responsable; Jo, la inquieta y valiente; Beth, la sensible y frágil; y Amy, la pequeña que busca su hueco entre las demás. 
Entre las cuatro hermanas componen un collage de cualidades y defectos podeos reconocernos. De ahí la capacidad de la historia de atrapar al lector/espectador, y no solo la primera vez, pues según el momento vital en el que se esté uno se siente más cerca de un personaje u otro.
Gerwing encuentra su alter ego en Jo, la protagonista. Como el personaje al que da vida Saoirse Ronan (cuya filmografía, pese a su juventud, ya está repleta de interpretaciones memorables), la directora y guionista ha tenido que luchar por abrirse camino en un mundo de hombres. Mientras que Jo manifiesta comportamientos y actitudes tradicionalmente masculinos, Gerwing ha huido de ser encasillada en el prototipo de actriz joven, mona y con cierto talento que, sin embargo, sería la aspiración de muchas otras. Por eso ella en cuanto pudo se puso a escribir personajes en las antípodas de lo que se esperaba de ella y forjó interesantes alianzas para desarrollar mejor sus inquietudes artísticas. El resultado, la genuina y reivindicable Frances Ha (Noah Baumbach, 2012). 
Años después, dio el paso a la dirección y sorprendió y encandiló a público y crítica con la a mi juicio sobrevalorada Lady Bird (2017). Ahora se confirma como una autora fruto de su época. Es cierto que quizás se está beneficiando del ruido que generan las reivindicaciones feministas, pero también lo es que, al fin y al cabo, para eso sirven estos movimientos.
Siguiendo con el paralelismo, del mismo modo que Jo, que para alcanzar su meta de ser escritora en Nueva York acaba volviendo la vista atrás para fijarse en su familia; Gerwing abraza su novela de cabecera durante la adolescencia para seguir construyéndose a sí misma dentro de una industria donde parece que todo es más fácil si eres un hombre. Ambas son mujeres soñadoras, ansiosas de vivir de forma diferente a lo establecido para ellas, que paradójicamente alcanzan el reconocimiento partiendo de una historia “femenina”. 
De este modo ponen en valor experiencias y emociones que fácilmente pueden ser tachadas de sentimentales y cursis pero que son legítimas, auténticas y universales; y además demuestran que uno se hace a sí mismo desde las raíces, integrando lo se es y la propia historia, por encima de qué dirán y con la cabeza bien alta.
El producto final tiene un acabado excelente a nivel artístico (fotografía, vestuario, decorados…) pero asume una decisión controvertida: la renuncia a la linealidad de la historia, que pasa a estar contada sin orden cronológico. Esto puede generar cierta confusión en el espectador e incluso dificulta la comprensión del enamoramiento entre Amy y Laurie. Personalmente creo que el cambio no aporta nada a lo que Gerwing quiere contar encima perjudica la narración de un relato que demanda ser contado de forma clásica. No obstante, la película es muy disfrutable y basta con que conquiste entre los millenials nuevos adeptos a la historia de estas cuatro hermanas, para que merezca un aplauso.
En clave pastoral: Los valores tradicionales de la historia como la familia y la solidaridad siguen estando presentes en esta nueva versión. Además, el conflicto amoroso de Jo con Laurie puede ser un buen pretexto para abordar las decisiones que se toman en los noviazgos y la necesidad de una reflexión serena, seria y contrastada con el fin de ahondar en la verdadera naturaleza de los sentimientos.
Nota: 8/10
@cinepacografico
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