(He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido)
El pasaje que acabamos de escuchar es, a mi juicio, uno de los más hermosos que se encuentran en las páginas del Evangelio. Pone de relieve, la finura de Jesús, el perdón, el arrepentimiento… Jesús va de camino, con mucha gente, que le atosiga, con los apóstoles que no dejarían de preguntarle cosas. Y tiene la sensibilidad de fijarse en las ramas de un árbol, en un hombrecillo, medio avergonzado. “Mateo, baja, que hoy quiero hospedarme en tu casa”. Durante la comida, ¿qué es lo que le diría Jesús, qué le diría a aquel hombre importante socialmente, que éste cambió de pensar, y comenzó a actuar de manera diferente a como lo había estado haciendo toda su vida? Según el evangelista, aquel hombre, llamado Zaqueo, era un ladrón de guante blanco, que se aprovechaba de la gente para hacer su fortuna. Y he aquí que al final de la comida, se levanta y, a modo de brindis, dice en voz alta para que se enteren todos los comensales. La mitad de mis bienes (que eran muchos) lo doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado (ya lo creo que sí) le restituiré cuatro veces más. ¡Eso sí que era una verdadera conversión. Las cosas tienen una importancia especial cuando tocan el dinero. ¿Qué iba a decir Jesús? Pocas cosas; porque era demasiado evidente el cambio de este hombre. Dijo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, porque yo he venido para salvar lo que estaba perdido”. (más…)
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