Le tocó
Mc 1,40-45
Ante este texto del Evangelio solo podemos sentir la maravilla de la compasión. De nuevo Jesús extiende la mano y toca. Toca a la persona enferma, de lepra. Toca al marginado, al que no tiene lugar en la sociedad, al que está apartado, el que no tiene futuro porque encima se ha quedado sin porvenir.
Jesús toca el dolor de la humanidad en el enfermo de lepra, en ese hombre concreto, con su historia o con su historia tan destrozada como su propia piel.
Y, sin embargo, Jesús es el único que puede restaurar la obra de arte del hombre que queda devuelta a las manos del Creador.
A mí me recuerda, claro, a san Damián y a tantos “damianes” en el mundo que se acercan continuamente a los que sufren, a pesar de lo desfigurado que pueda estar el rostro, el cuerpo, la memoria o lo que sea.
Gracias, Señor, por tendernos la mano una vez más.
Dibu: Patxi V. FANO
Texto: Fernando Cordero ss.cc.
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