Butaca 21

El corto Colores roza el premio Goya al estar nominado como mejor cortometraje de animación del año. Si la Academia de Cine dedica algunas categorías al cortometraje, en Butaca 21 también hay espacio para estas pequeñas obras de arte que suelen pasar desapercibidas para la mayoría de los espectadores. 

A veces me pregunto por qué hacen determinadas películas que son tan malas que casi suponen un insulto al espectador. Sin embargo la industria cinematográfica no tiene un pelo de tonta y, aunque en ocasiones se equivoque, en general no suele perder dinero. Por lo tanto si se producen películas es porque hay un público que las ve. Y es que el cine, aunque sea un arte, también está supeditado a la ley de la oferta y la demanda.

Pero, ¿y los cortos? Seamos francos, ¿quién gasta tiempo en ellos? ¿sale rentable hacerlos? Seguramente salvo raras excepciones muy poca gente los ve y estén lejos de dar beneficios a sus productores. El formato del corto sobrevive con el favor de alguna que otra subvención y gracias al ingenio, creatividad y, sobre todo, la pasión de los autores.

Decía Spielberg que “lo importante no es cómo contar una historia, sino realmente contar una historia; no hacer películas por el sólo hecho de crear un espectáculo, sino mirar dentro de nosotros para encontrar una historia que la gente puede estar interesada en escuchar”. En el largometraje, por desgracia, las historias están subordinadas al éxito en taquilla. En el corto, en cambio, no ocurre así y por eso en sus autores fácilmente se puede apreciar el deseo –incluso la necesidad- de contar una historia que llevan dentro.

Por eso, ahora que queda poco más de dos semanas para la ceremonia de entrega de los Premios Goya, merece la pena destacar la labor de estos quijotes del cine, que también tienen su reconocimiento en la industria. Uno de los trabajos nominados que está teniendo más eco en los medios es Colores, un corto que da la espalda al 3D y vuelve a la animación más tradicional. Sin duda esta opción supone toda una declaración de intenciones, porque la fuerza no está puesta en la forma (que no por ello quiere decir que esté descuidada) sino en la historia que cuenta.

El sencillo guión de Colores rezuma verdad y lleva de la mano al espectador hasta esos rincones de la memoria donde guardamos algunos de los recuerdos más bellos de la infancia: las vacaciones de verano, los viajes en familia, el olor de la cocina de la abuela, las ingenuas aventuras de exploradores o el primer amor. Volver a ellos siempre resulta agradable y por eso nos dejamos llevar fácilmente, aunque sea una temática recurrente en el cine.

Colores presenta como protagonista a un niño ciego, lo que supone un desafío a la hora de plasmar su percepción del mundo. Para ello el equipo de animación se ha servido de trazos que dibujan en blanco formas y garabatos sobre fondo negro y, sobre todo, ha potenciado el sonido, logrando así acercarnos a la experiencia sensorial del invidente. De hecho, Colores no es solo un viaje a nuestra memoria, sino también una invitación a comprender mejor a las personas con problemas de visión y a descubrir con ellos la belleza del mundo que no se percibe a través de los ojos.

Sin duda se trata de una obra que tiene una historia que contar y que muchas personas quieren, y sobre todo necesitan, que sea escuchada. Porque gracias a este tipo de historias abrimos los ojos a una realidad que normalmente no vemos. Por eso, además de un buen corto, hace las veces de perro lazarillo –amable y cariñoso- que nos ayuda a compensar las deficiencias de nuestra percepción del mundo.

Quizás no gane el Goya dentro de unos días, pero eso da igual. Los cortometrajistas claramente trabajan por amor al arte de contar historias. Los espectadores deberíamos recordar más a menudo que, si amamos el arte, tendríamos que ver más cortos.

@cinepacografico

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