Virtudes olvidadas en “Lumieira”

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En el nº 76-77 de “Lumieira”, revista galega de pastoral, correspondiente a xaneiro-decembro de 2015, aparece esta extraordinaria reseña de “Virtudes olvidadas, valores con futuro”, de Carmen Pellicer, Martín Varela y Fernando Cordero, publicado por San Pablo. Firma la reseña José Ramón Amor Pan.

Virtudes olvidadas,

valores con futuro

CARMEN PELLICER, MARTÍN VARELA Y FERNANDO CORDERO

Editorial San Pablo. Madrid 2015, 207 pp.

Que nuestras sociedades, todas, deben recuperar con urgencia una ética de las virtudes es algo sabido al menos desde el famoso libro del filósofo escocés Alasdair MacIntyre, Tras la virtud, publicado el año 1981.

Sin embargo, a efectos prácticos no es mucho lo que hemos avanzado en todos estos años y, por eso mismo, dicha urgencia ha redoblado su intensidad: lo vemos cotidianamente en todos los ámbitos de la vida, donde para que la corrupción, la indolencia y la falta de compromiso no dejan de crecer.

Algo habremos hecho mal los educadores y los políticos, los dos máximos responsables en la configuración del tejido moral de una sociedad. Sin olvidarnos, por supuesto, del trascendental papel que las familias juegan en todo esto.

Es hora de embarcarse con paso decidido en esta tarea, la de recuperar en la vida pública española la práctica de ese ramillete de virtudes sin las cuales una sociedad no puede funcionar y una persona no puede ser feliz. Los católicos tenemos aquí una responsabilidad bien importante.

El texto que nos ofrecen esta licenciada en Pedagogía y Teología, que ha sido profesora en diferentes IES de Valencia y Baleares y actualmente es presidenta de la Fundación Trilema; este licenciado en Psicopedagogía y profesor de primaria; y este Licenciado en Periodismo, religioso de los Sagrados Corazones, que en estos momentos trabaja en el Colegio Padre Damián de Barcelona, es un instrumento valioso para avanzar en esa línea, no solo en el ámbito escolar sino también en nuestras comunidades parroquiales y en el seno de las familias.

Escrito con un estilo ágil y proactivo, que huye de las abstracciones y los rollos macabeos, con una acentuada intención práctica y pedagógica, los pies en el suelo y el corazón en las manos, el libro se estructura en diez capítulos, a los que acompañan un prólogo de monseñor Carlos Osoro (Arzobispo de Madrid), una introducción y una breve bibliografía. Eso sí, quede claro desde el principio que los autores no dan recetas, porque nadie puede darlas para la vida moral, sino pistas y orientaciones por donde ir trabajando. Veamos muy brevemente cada uno de esos diez capítulos.

  1. Fomentar el respeto activo que nos vincula a la búsqueda de la verdad. Es fácil querer a alguien cuando estamos de acuerdo con él, pero las cosas se complican mucho cuando no nos gusta cómo piensa o cómo actúa. El concepto de respeto activo es más adecuado que el de tolerancia, porque ésta parece llevar más a la pasividad. En el capítulo de habla del señor Brand, de Nelson Mandela, del profeta Jonás, de los siete monjes trapenses martirizados en Argelia y de la Comunidad de San Egidio. También se habla, y mucho, de la obligación evangélica de amar a los enemigos. Y se hacen preguntas, muchas preguntas; ¿Qué cosas valoran nuestros hijos? ¿Por qué? ¿Cómo verbalizan los desencuentros en el colegio o con las ideas de los no amigos?
  2. Cultivar el pensamiento crítico y riguroso. No podemos ir por la vida respondiendo a capricho, sin ningún tipo de referencia, de normas objetivas de moralidad. Hay que educar a los chavales para que lleguen a ser personas críticas, analíticas y rigurosas con la realidad en la que viven y les rodea. Hay que vivir en coherencia con los propios principios y en continua búsqueda de la verdad, descubriendo al complejidad de las situaciones. Debemos animar a nuestros chicos a posicionarse e implicarse.
  3. Vivir la tensión de búsqueda de la perfección personal. Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Hace unos años los niños soñaban con ser héroes, misioneros o santos, es decir, personas entregadas a causas justas. ¿Cuáles son los modelos que se proponen en este momento? En estas páginas se habla de Pablo Pineda y Teresa de Jesús, del sermón de la montaña… Y se recuerda que es una pieza fundamental el ejemplo de los que rodean al niño (se enseña más con Fray Ejemplo, como gustaba decir a san Francisco de Asís, que con largos discursos).
  4. Practicar la resiliencia ante la adversidad. Con la resiliencia queremos recuperar la fortaleza de carácter, el equilibrio personal y la templanza, como un renacer del sufrimiento. El francés Boris Cyrulnik fue uno de los primeros en utilizar este término para referirse a esta capacidad de superación personal en su libro Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. El mismo es ejemplo de resiliencia. Con tan solo seis años consigue escapar de un campo de concentración, del que jamás regresó su familia, rusos judíos emigrantes residentes en Francia, cuando entraron las tropas de Hitler. Empieza entonces para el joven huérfano una etapa errante por centros y familias de acogida. A sus ocho años, la asistencia pública francesa lo instala en una finca agrícola donde está a punto de convertirse en un granjero analfabeto. Sin embargo, logra ser un médico empeñado en entender sus propias ganas de vivir.
  5. Los lenguajes del afecto profundo. La capacidad de construir relaciones intensas y profundas, de vivir la intimidad, toca dimensiones tan nucleares como las de la corporalidad, al confidencialidad, la confianza y, de manera especial, la fidelidad. Estamos hablando de la capacidad de involucrarse, de comprometerse, de entregarse al otro.
  6. Apreciar el valor del dinero como medio de hacer el bien. ¿Es posible otra economía, alejada del modelo capitalista y sin las sombras del comunismo? El buen uso del dinero sería lo que tradicionalmente hemos llamado magnanimidad, es decir, usar la propiedad y lo propio en función del bien común. Queremos que los niños y adolescentes descubran el valor del dinero como un medio que les posibilita hacer cosas y no como un fin en sí mismo, a la vez que les entrenamos en hábitos austeros y un consumo responsable. El Evangelio es claro en el tratamiento del dinero y los bienes. Jesús es duro en algunos de sus relatos, palabras y acciones.
  7. Descubrir el sentido del tiempo y del descanso. Estamos sometidos a un ritmo de prisas y de estrés que nos imposibilita saborear con detenimiento la vida. Por eso no es de extrañar que libros como Elogio de la lentitud o Elogio de la pereza hayan arrollado en las listas de los libros más vendidos. Es necesario recuperar en nuestra sociedad no solo el valor del descanso sino de la pausa, saber parar.
  8. Generar compromisos que nos vinculen a la transformación ética de la realidad. Todos sabemos qué es comprometerse, lo que en la tradición cristiana llamábamos caridad. Juan Pablo II escribió: “La solidaridad no es un sentimiento de vaga compasión o de superficial ternura hacia los males de tantas personas cercanas y lejanas; al contrario, es la determinación firme y perseverante del empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos”. La perseverancia sustituye al me gustaría o podrías hacer por el puedo y lo hago. El premio es la satisfacción de haber llevado a cabo un objetivo que nos resulta valioso. Hay que proponer a nuestros chavales pequeños compromisos en situaciones de la vida cotidiana.
  9. Estimular la espiritualidad que nos permita trascender lo cotidiano. En los últimos años hemos asistido a una auténtica revolución en este campo de las escuelas. Desde que llegaron a nuestro sistema educativo las competencias básicas, se ha recorrido un camino importante para tratar de hacer presente la que denominamos novena competencia.
  10. La visión de futuro. El Julio Verne que llevamos dentro… Los profetas son el ejemplo bíblico de esta visión de futuro, pero no de una manera mágica. El profeta es un hombre de tres tiempos: promesa del pasado, contemplación del presente, valentía para indicar el camino hacia el futuro. Importante el discernimiento en clave ignaciana. ¿Preguntas a los chavales qué quieren ser de mayores? ¿Abordas las razones, por qué, a qué personajes quieren parecerse? ¿Preguntas no solo la profesión sino las cualidades y los valores que les gustaría poseer? Si las cosas salen mal, ¿les ayudamos a explorar cómo habrían sido las cosas si hubieran tomado otras opciones?

José Ramón Amor Pan

Doctor en Teología Moral

Director de Lumieira

He aquí la reseña en pdf tal y como se ha publicado en la revista: Virtudes olvidadas en Lumieira

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