PARTIDA. Un post de Macaón

Henry Wallis's Chatterton-1“… En estas calles que hondan el poniente, una habrá, no sé cuál, que he recorrido ya por última vez, indiferente y sin adivinarlo. Si para todo hay término y hay tasa y última vez. ¿Quién nos dirá de quien en esta casa sin saberlo nos hemos despedido? Creo en el alba oír atareado rumor de multitudes que se alejan, son los que me han querido y olvidado, espacio, tiempo, ya me dejan…”. Nostalgia, melancolía, dolor de Borges delante de la muerte. Recuerdo un pasaje de una novela histórica donde un rico romano, ya mayor, agonizaba. Fue a visitarlo un amigo que ante las quejas del enfermo le dijo: “Has bebido, comido y gozado como un romano, hora es ya de que te vayas”. Le arrancó una leve sonrisa al moribundo. La muerte es un asunto enojoso, pero hay que conformarse, parece decirle el amigo. Es otra interpretación. Hay mucha verdad en pensar que se olvida con mayor rapidez la muerte de un padre que la pérdida de los ahorros. Hace pocos días murió un íntimo y querido amigo. Le pilló la enfermedad de la China. Inexpresable su pasión. De él sólo me ha quedado las lágrimas de su mujer. ¿La meditación de la muerte nos enseña a morir y facilita la partida? Creo que no, creo que uno pertenece a su muerte como a su infancia. “Yo veré la muerte con la misma cara que oigo hablar de ella”, dijo

Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

alguien. La ventaja de interesarse por la vida y la muerte es que se puede decir de ellas cualquier cosa. Los antiguos griegos abordaban la cuestión con frecuencia. Un principio estoico dice: No al éxito, no al fracaso, no a los dioses, no a la muerte. Sócrates iba a lo suyo: “No es evitar a la muerte lo que es difícil. Lo es mucho más evitar el mal, pues corre mucho más deprisa que la muerte”. Anaxímenes decía con bastante razón: “¿Qué provecho puedo yo sacar del conocimiento del secreto de las estrellas cuando tengo siempre ante mis ojos la muerte y la servidumbre?”. Montaigne, con su natural escepticismo confiesa que no le aterra tanto morir como entrar en confidencia con la muerte. “Yo me conformo, nos dice, con una muerte recogida en sí misma, sosegada y solitaria, cabalmente mía, que concuerda con mi vida retirada”. Todas las muertes son un escándalo, pero nadie resuelve el gran enigma de la vida y la muerte. Habría que aprender a convivir con los contratiempos que nos manda el destino y aligerar el alma para poder flotar sobre la vida sin que la adversidad o la fortuna, ni el tedioso discurrir de la vida, ni sobre todo el terror a la muerte, puedan hundirnos en el fango de la frustración. Yo no sé cómo se hace. 

5 Responses to “PARTIDA. Un post de Macaón”

  1. Todos tenemos un momento en que nos llega la hora de irnos, de abandonar el espacio y el tiempo… como bien refleja el artículo, pero lo cierto es que en los últimos meses no me siento cómodo al abordar el tema de la muerte. Quizás es porque la he sentido cerca.

  2. En puridad la muerte no es ningún problema, si partimos de la definición canónica de problema como aquello que tiene una solución: fácil o intrincada, extremadamente compleja, quizá, pero solución al fin. La muerte no es ningún problema, nunca lo ha sido para la humanidad, se han muerto los tontos de capirote y los genios indiscutibles, un mendigo y Napoleón, y me moriré yo y se quedarán los pájaros cantando, como decía Juan Ramón Jiménez. Este no problema es inquietante y universal, y es natural que lo sea, es un tema metafísico y poético y moviliza muchas angustias, y de ahí no pasa. El propio Borges decía con sutil ironía o a modo de paradoja intelectual: “Ah, la muerte, qué cosa tan novedosa. No creo que a mi edad deba permitírmela”. Y se la permitió, claro. Para su fortuna, si algo hubiera hecho enloquecer a Borges es ser inmortal. Más atrás, Lucrecio, el poeta y filósofo romano escribió: “Piensen que anteriormente a ustedes hay un tiempo infinito. Que cuando naciste ya había pasado el momento en que Cartago y Troya guerreaban por el imperio del mundo. Sin embargo, ya no te importa, ¿entonces, cómo puede importarte lo que vendrá? Has perdido el infinito pasado, ¿qué te importa perder el infinito futuro?”. Importe lo que importe, por muy importante que sea para cada uno de nosotros, cada despedida es irrelevante para el mundo.

  3. Mi madre se murió sin saber que se moría, mientras que mi padre, con toda su razón impecablemente entera y sabiendo que se moría, estuvo meses esperando la muerte ¿Quién tuvo peor suerte? Pues está claro. La víspera de su muerte, sin hablar ya, ni pensar, ni tener la más remota idea de lo que sucedía a su alrededor, mi madre sorbió su purecito ligero de lentejas y su papilla de cereales y frutas. Estaba feliz, las dos cosas le gustaban hasta el delirio. Al día siguiente amaneció demacrada y con la mirada perdida. Nos dijeron “no quiere comer”, y a las pocas horas tampoco quiso respirar. Y ya.

    No sabemos la suerte que tienen los animales, únicos seres vivos sobre la tierra (son una millonada, o sea que lo de únicos es abiertamente retórico) que no saben que van a morir. Los que sí nos sabemos mortales hacemos todo lo posible por eludir el tema hasta que vemos morir a nuestros contemporáneos. No a los padres ni a los abuelos, otra generación al fin y al cabo, sino a nuestros iguales. Ellos nos van recordando cómo va la cosa: un día tienes un dolor, un bulto, un ahogo, un sangrado delantero o trasero, y al poco tiempo ya estás en su funeral. Dios, permíteme morir sin saber que muero, como mi madre. Mira qué poco te pido.

  4. No estoy de acuerdo con mi socia, la arriba firmante. Todos nos vamos muriendo a diario, y bien que lo sabemos. Algunos están ya muertos y andan por ahí dando la lata, que si hay que restacar al PSOE histórico, que si hay que salvar al soldado Popular, porque es imprescindible para que la balanza no se balancee hacia donde no debe… Los muertos ideológicos son criaturas del XIX que han llegado al XXI por algún milagro bioantropológico. A algunos (ser muertos ideológicos no les impide estar vivos), aún siendo del XIX, han nacido entre los ochenta y el 2000, que ya es ser moderno.Tampoco a ellos les va a perdonar la muerte de verdad, no sólo la filosófica, y mira que saben de todo (de automoción, de geometría variable, de alteraciones climáticas, de energía cuántica aplicada, de depredación en redes y hasta de slow cocking. Yo moriré antes que ellos y sólo pido a la providencia que me permita elegir y componer, a mi conveniencia, ese momento grande. Yo lo veo entre brumas de opio, lógicamente en algún país oriental y acompañada por algún hombre guapo y silencioso. Otra opción es el mar, tan querido por mí. Drogarme suavemente en un barco de confianza y ser lanzada a los peces en alta mar, ¡qué bendición! Me pido el Indico, tan sofisticado, y, ya afinando, las costas maldivas. Una vez estuve allí y vi, con un simple equipo de snorkle (los submarinistas me dicen que lo inmensamente bello está más abajo), criaturas de colores y formas imposibles. Ser desborda por los peces, por el opio, por el deseo,, que no muere pero sí nos mata… Hombres guapos, fauna marina y adormidera. No quiero más,

  5. Cómo me uniría a esa muerte! D0ña Perfecta. No creo que mis alllegados lo comprendiesen..

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