QUEREMOS SALIR DE NOCHE. Escrito por Pilar Pineda

toque de quedaEl sábado último, 13 creo que era, vinieron a atragantarse dos amigos a los que hacía tiempo no veía. Había mucho que charlar, y también mucho que comer y beber, entre lo que puso la anfitriona, servidora, y lo que trajo la pareja. No era cosa de empezar a cenar de día, así que llegaron poco después de las ocho y, entre los saludos, el charloteo y los entremeses, todo ello a la vez y a gran velocidad, nos dieron las diez y media. Y antes siquiera de poder probar al plato principal, hubieron de salir corriendo mis amigos para no vulnerar el toque de queda decretado durante la pandemia. Yo me tuve que comer, en tres etapas, el plato principal, rape con almejas, parte de los entremeses y el postre helado que tampoco probaron.
A mí me parece que el toque de queda tiene mucho de romántico, a pesar de su dramático paso por la historia. Hasta esta insólita situación que nos ha tocado vivir, los toques de queda eran consustanciales a la guerra, a las muchas guerras que han padecido otros, afortunadamente para quienes sólo hemos visto la guerra en las películas. La Francia ocupada, el Londres arrasado por las bombas, ese Berlín o esa Viena, trufados de espías… También conocieron los toques de queda, con su generosa ración de alarmas antiaéreas, quienes vivieron la guerra civil española, algunos todavía vivos. Franja horaria de paseíllos, de temblor de cunetas, de policía política hurgando en los escondites clandestinos…
Con todo, la franja horaria prohibida ahora ha llegado a ser mucho peor, de nueve de la noche a seis de la mañana. Anhelo severo de los afters, donde te podías acurrucar a dormir precisamente a partir de las seis. Nostalgia de los botellones, tan ajenos a cualquier clase de ley. Te daban las nueve de la noche en la caja del Mercadona, en los interminables pasillos de los chinos, hay que ver cómo se han vuelto de obedientes; en la consulta del dentista, la ducha del gimnasio, la cola de los pésames en el funeral (me pasó), graduándote los cristales nuevos de las gafas… Daba igual. A las nueve se acababa el baile; el autobús era una calabaza y los trajes de príncipes o princesas, un horroroso mono rojo-naranja como esos que llevan en Guántanamo. Todos a la cárcel, digo, a la casa. Todos culpables de zascandilear demasiado por la calle, que los españoles nos hemos pasado siempre tres pueblos con eso desde tiempo inmemorial.
Esto me trae a la memoria cómo son las tarde-noches belgas, luxemburguesas, suizas… Estéril cualquier toque de queda en esa Europa color ceniza que tanto envidia nuestro cielo. Ni una severa ley contraria, es decir, salgan ustedes de 9 a 6 por pelotas, tendría el más mínimo éxito.
Mi país es de mucho tocarse pero de poco quedarse. Hubo un tiempo, lejano e inolvidable, en el que podías comerte un cocido en Madrid, en Málaga o en Barcelona a la hora que te diera la gana. Que podías dormir sobre una toalla en el Postiguet. Y ahora un bañito, y ahora a dormir, y luego otro bañito, y así non stop. En las gasolineras de pro, es decir, las cercanas a los suburbios de peor pelaje, había su correspondiente fritura-tablao, un rebujo de cante, baile, vino y boquerones que no terminaba ni con la salida del sol. Detrás de la Plaza del  Callao, no lo olvidaré jamás, había un tugurio llamado El Salero, donde los mendigos, los delincuentes, las putas, los señoritos y las damas de alta cuna compartían sopas de ajos, alcohol, y un polvito blanco que se puso rápidamente de moda.
Toque de queda, dicen. Tóquenme ustedes los cojones. O sigan, al menos, el ejemplo de la bella ciudad de Los Angeles, donde hay numerosas librerías abiertas de madrugada. O al menos las había, cuando nadie sospechaba que viviríamos este permanente y soporífero black-out. Queremos salir. Con mascarillas, con distancia, con ungüentos, como sea, pero ¡por Dios, queremos salir de noche!

6 Responses to “QUEREMOS SALIR DE NOCHE. Escrito por Pilar Pineda”

  1. Nos han quitado nuestros derechos y libertades.Yo al igual que tú quiero salir cuando quiera, sin toques de queda ni tonterías.

  2. Yo también reivindico poder salir de noche, sin horarios, sin toques de queda, qué tiempos aquellos… Quiero viajar sin mascarillas, sin máscaras, sin PCR, sin miedo, con vértigo y emoción. ¿Quien nos iba a decir, en fin, que a nuestra edad tendríamos que estar en casa más temprano que cuando teníamos quince años. Eso es una canallada, pero no hay que dejarse vencer por la inercia de estos tiempos en el fondo tan tontos.

  3. Escribe doña Pilar que vivimos en un permanente y soporífero black-out (no sé qué significa ese inglés, pero lo imagino). Cuando el colérico virus se largue (cuestión dudosa) ¿habrá más de uno que eche de menos ese “black-out”? No es mi caso, pero tampoco lo son los lamentos de Pilar ante la marcha de sus amigos. Todos tenemos amigos entrañables de los que, por ambas partes, no debe existir abuso. Los largos chismorreos cansan. Me relaja recuperar los gozos del escondite, por muy gustosos que sean los descubiertos. No hay por qué llorar de la bella soledad. Hay que sacarle su provecho. Permite la creatividad, escuchar las vibraciones del pensamiento. Toda persona prudente y juiciosa debe saber vivir en soledad sin necesidad de nadie y estar preparada para cualquier contingencia. Soledad sonora y fructífera, sin dioses, patrias ni banderas. Cierto que nos roban el único, verdadero tesoro que es la libertad de movimiento, la libertad de hacer o ir donde nos plazca, pero aún nos dejan la libertad del despotrique, de la conciencia libre. Aprovechémoslo. Suerte.

  4. Querido Macaón, la soledad se elige, como tantas cosas, y se disfruta. Yo no me he quejado de que el rigor horario me halla dejado sin chismorreos, ¿de dónde se saca Vd. esa teoría? Me lamento que una cena que podía haber sido muy jugosa en lo coloquial/fraterno/amistoso/entrañable, etc… fue un sprint contra reloj, porque a una hora determinada debíamos separarnos. Yo no me atrev a presumir de prudente o de juiciosa, aunque tampoco de su contrario, pero no era un alegato ni a favor ni contra la soledad lo que yo he querido expresar, sino una rabieta justificada ante una situación que nos supera, que nos aplasta, que nos aisla, en el caso de que no deseemos esa soledad que Vd. me intenta vender ahora. Son churras y merinas, amigo mío. No podemos salir de noche, como si la noche contuviera un extractum pecaminoso que hiciera más peligroso y más virulento al virus, valga la rebundancia. La noche, ese pecado, esa perdición. Parece que es más difícil contagiarse de día, en el desideratum de la calle, de los bancos y de las grandes superficies… Pues será- Qué se yo. Pero de la soledad no hablemos ahora, que ahora no toca. Nada que ver.

  5. No me atrevería, en estos tiempos, a recibir en mi casa a unos amigos, nunca sabes con quien o donde han estado, qué portan sin saberlo. Ni siquiera en Navidad me reuní con mis hijas. La imagen de un entubado en una UCI cualquiera me acojona. Y sí se puede hablar de soledad ¿o prefiere confinado, recluido o enclaustrado? El significado es el mismo, y la fonética también cuenta. Saludos y suerte.

  6. Saludos y suerte para Vd. taambién, Macaón.

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